Chifuyu termina de arreglarse frente al espejo, trata de hacer lo mejor que puede para no mostrar las noches de desvelo en su rostro, pero es que esas malditas ojeras se rehusan a desaparecer a pesar de sus múltiples intentos por ocultarlas.
Recientemente, su oficina estuvo llena de diferentes propuestas que algunos de sus compañeros de trabajo le llevaron para que fuesen aprobadas. Generalmente suele actuar como el director de obra en muchos de sus trabajos, así que sus compañeros confían bastante en él a pesar de tener a penas 24 años.
Se graduó como el mejor de su generación hace tres años y logró conseguir trabajo rápidamente gracias a las conexiones de la Universidad de Toronto. Tuvo que mudarse a Tokio casi de inmediato, pero el puesto era bueno y la paga mucho mejor, sintió que la vida le estaba dando lo mejor y no cometería el error de desaprovechar esa oportunidad. Gracias a su trabajo logró conocer a Takemichi Hanagaki y Hinata Tachibana, una agradable pareja que había estado saliendo desde que tenían 14 años, los cuales tenían planes de casarse el próximo año.
— Buenos días. — le saluda Hinata desde la puerta, con un café que deja en su escritorio.
— Hola, Hina — deja el espejo sobre el escritorio y le sonríe — ¿Tienes una propuesta que necesitas que revise? — pregunta al ver una carpeta en su brazo izquierdo.
— De hecho este trabajo es para ti — deposita la carpeta cuidadosamente, cruzándose de brazos —. Llegó hace una hora.
— Gracias, Hina. Por cierto, ¿Cómo está Takemichi? No contesta mis llamadas desde el sábado y hoy es miércoles.
— Pues es un dramático. Su madre lo está cuidando desde que se enteró de que su hijo tiene una infección en la garganta — bufa —. En fin, sólo quería darte eso antes de ir a Yokohama, tengo que reunirme con un cliente.
— De acuerdo. Ten un buen viaje.
Hinata Tachibana es una de las diseñadoras de interiores más populares de Japón, inicialmente quería ser una maestra de kínder, pero después de darle muchas vueltas al asunto terminó estudiando arquitectura para luego especializarse en diseño de interiores. Su prometido, Takemichi Hanagaki, es un empresario que tiene su propia marca de perfumes, tiene conocimientos básicos de arquitectura así que de vez en cuando se pasa por la oficina a ayudarlos con alguna tarea sencilla.
Da un sorbo a la taza de café mientras abre la carpeta. Lo reciben tres fotos de un terreno con desniveles de 1 y 1.8 metros respectivamente. A simple vista se encuentra en lo alto, quizás de alguna colina a juzgar por la visibilidad de las nubes en la fotografía. Procede a leer la información respecto al trabajo, y se da cuenta que la ubicación es en Londres, que se trata de una mansión y un presupuesto ilimitado. Se queda observando esa misma línea por aproximadamente cinco minutos, releyendo una y otra vez, aún sin poder creerse lo que dice.
No hay muchas exigencias, sólo que se conservaran los colores neutros, diversas áreas de recreación, un sótano y un garaje lo suficientemente grande para aproximadamente 25 autos, el resto queda a decisión del arquitecto en cuestión, en este caso: Chifuyu. Lo siguiente son un par de páginas describiendo brevemente el terreno, además del nombre e información de contacto del cliente.
Deja la carpeta sobre el escritorio aún sin poder creerse del todo que alguien ha dejado este proyecto en sus manos. Quizás es una de las bromas de Takemichi.
— Haruchiyo Sanzu — lee y se sorprende de que sea japonés, esperaba a alguien originario de Europa —. Me suena el nombre, ¿Dónde lo he escuchado antes? — murmura.
Busca el nombre en internet, y una gran cantidad de fotos lo bombardean, así como artículos de noticias y vídeos con millones de reproducciones. Haruchiyo es un modelo extremadamente importante a nivel global, está en todas las revistas más exclusivas, con razón le sonaba su nombre. No puede creer que alguien como él se fijó específicamente en esta empresa.
ESTÁS LEYENDO
an architect.
FanfictionChifuyu tenía la mejor propuesta de trabajo frente a él: una mansión gigantesca en Londres. El sueño de todo arquitecto es diseñar un proyecto donde el presupuesto no tiene límites, y finalmente había llegado la oportunidad. Lástima que la maldita...