DÍA UNO

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—Al contrario de lo que la prensa piensa, no soy un incendiario, soy un simple pirómano.

Eso fue lo que le dije a mi novia mientras me observaba con los ojos desencajados y los labios parcialmente abiertos.

La casa de su ex novio ardía con llamas naranjas que se elevaban y se perdían en medio de la enorme nube de humo. No había nadie en casa, me aseguré de eso antes de encender el primer cerillo.

Era la primera vez que lo hacía frente a ella. Antes, todo lo que me permitía era quemar páginas y tirar gas a las fogatas en la playa para ver arder el fuego en todo su esplendor.

—Tienes razón, Luke —dijo ella, apartando un poco de su cabello rubio de su rostro—. No eres eso. Eres un criminal.

Mi cuerpo se puso tenso al escuchar sus palabras. No sé que esperaba después de confesarle que el incendiario del que hablaban las noticias era yo, su novio.

Giré mi rostro hacia ella, pero no la encontré molesta. Sus labios estaban curvados en una pequeña sonrisa. Las llamas se dibujaban en sus ojos verdes. Su reacción me tomó con la guardia baja.

—¿No tienes miedo de mi, Calla?

—¿Debería tenerlo?

Ninguna de las dos preguntas tuvo respuesta. A pesar de haber iniciado el fuego media hora antes, las sirenas de los bomberos seguían sin aparecer y el golpe de adrenalina que me provocaba el calor del fuego seguía recorriendo mis venas. Me sentía tan vivo. Estaba tan vivo.

—¿Por qué él? Pregunté, para que el silencio no colgara tan pesado entre nosotros.

Calla retrocedió un paso. Su postura se volvió tensa por los recuerdos. Sabía que ella y Soren terminaron porque él la engañó. Ella decía que nunca lo había amado. Que no le importó. Sin embargo, cuando le pregunté si había alguien de quien quisiera vengarse, no dudó en decirme su nombre.

—Porque me hizo sentir inferior —dijo—. Cualquiera que haga eso debe ser castigado.

En cuanto esas palabras salieron de sus labios, las sirenas de los bomberos comenzaron a sonar por todos lados. Calla tomó mi mano entre la suya y entrelazó nuestros dedos.

Su piel estaba caliente. Tan caliente como el fuego. Mi cuerpo estaba ardiendo por ella.

—Vamos —dijo—. Voy a dejarte incendiar mi cuerpo.

Nos fuimos. Con ella conocí otro tipo de fuego.

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5 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora