Sinopsis

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6 junio de 1905

Giselle


La llegada de mi hermana había sido como un crudo otoño que oscureció y marchitó todo a su paso, debajo de los altos tacones en sus pies.

Todavía podía escuchar la conmoción en los pasillos. Su presencia, aunque cautelosa, siempre cortaba directo la tranquilidad de las personas.

-Tengo cáncer - Dijo finalmente, sentada frente a mí con la serenidad de un escorpión al lanzar su veneno.

Sentí mis parpados ligeramente pesados tras sus palabras.

- No parece ser algo que me incumba - Respondí con la misma indiferencia en que ella me había tratado durante más de una decada y desvié la mirada al costado de la habitación, cubriendo las señales de lamento que mis ojos pudieran externar.

Esa era la primera vez en siete años, después de la muerte de nuestros padres, en que visitaba la casa.

Y aún después de tantos años me era imposible distinguir alguna diferencia entre nuestros rostros, de no ser por los abundantes telajes de ropa que cubrían la exhuberante vestimenta de mi hermana gemela; nadie habría adivinado a cual de las dos mujeres coronarían como reina en los siguientes meses.

Resopló negando con la cabeza.

-El rey es un tirano - Mencionó sin mucho animo - Mi enfermedad es la única excusa que necesita para cancelar nuestra boda. - Su tono de voz era seco, casi tan firme como su postura.

Ella era una mujer ambiciosa y poco versatil, jamás la ví satisfecha con su fuerza o sus posesiones, incluso ahora. Así que me fue sencillo encontrar en sus ojos el deje de aflicción y duelo que ocultaba tras su tenacidad. - No dejaré que pisoteen mi nombre de esa manera en mis últimos meses de vida - Divagó - El maldito bailaría sobre mi tumba.

Solté un largo suspiro. Dudaba que mi hermana hubiera viajado cinco horas alrededor del reino para compartirme sus penas de deshauciada.

-¿Que haces aquí, Greta? - Su atención se centró taciturna en mí durante largos segundos.

-Tengo el mundo entre mis dedos, Giselle - Concretó sin titubear y observó las palmas de sus manos como si de ellas pudiera surgir fuego - Te lo estoy regalando - Sus pupilas se extendieron a lo largo de sus corneas con recelo.

Mi ceño se frunció instintivamente y de mis labios se escapó un leve sonido de bufa.

Me puse de píe sin intenciones de seguir escuchándola - Espero que tu vida sea dichosa hasta el último segundo - Le desee con sinceridad e incliné la cabeza como reverencia.

Pero apenas pude alejarme tres pisadas de ella cuando por la puerta irrumpieron los guardias del palacio que la habían acompañado desde la mañana, sentí en camara lenta como inmovilizaban mis brazos en mi espalda.

-Lamento que haya parecido una sugerencia - Mencionó y tomó uno de los largos cigarrillos de la mesa.

-Estás cruzando el límite - Le advertí mientras llevaba la boquilla a su boca, inhalaba el tabaco y lanzaba el humo en mi dirección.

-¿Crees que nuestro pueblo sobrevivirá sin la financiación de la corona? - Cuestionó con repentina superioridad, restandole importancia a sus acciones.

-¿Nuestro pueblo? - Repetí perpleja.

-Puedo ser lo que quieras, hermanita - Se inclinó ligeramente sobre el sillón aterciopelado en el que estaba sentada - Pero no moriré mientras mi gente empobrece - Dijo y levantó los hombros - Se los debo a nuestros padres.

Observó algún punto en los cristales empañados de la ventana con nostalgia - Les prometí que sus tierras florecerían cuando fuera reina - Murmuró - Ahora no sé si llegaré al día de la coronación.

Tiré de mis brazos con arrebato, pero apenas logré que las armaduras de los soldados emitieran un sonido metalico cuando sus portadores ejercieron más fuerza en su agarre. -¡Yo he hecho crecer los vienes de mis padres con trabajo duro! He gobernado Ladero desde los diesciocho años mientras tu jugabas a la princesa - Exclamé.

-Y nada de esos siete años valdrá la pena si no hay una de nosotras en el poder - Pese a lo que creí, su actitud continuó en la misma línea de pasividad.

Un hombre de servicio le tendió un plato de plata en el que tiró las cenizas del cigarro, y soltó todo el aire que tenía retenido en sus pulmones.

-No quiero morir siendo la villana de la historia.

La corona del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora