Narrador
A medida que María José caminaba entre los pasillos del Palacio Dorado con destino a la entrada este, iba sumergida en sus pensamientos. No podía siquiera asimilar lo que hace apenas unos momentos había ocurrido en la habitación de la emperatriz.
Daniela la había sorprendido completamente.
«Tengo que cuidarme, tengo que replantearme muchas cosas» el subconsciente se hacía presente.
Daniela había desestabilizado a la diosa griega, que ahora estaba oculta bajo su papel de sirvienta extranjera.
A esa misma diosa que había tenido experiencias donde el placer era el principal protagonista, entonces, ¿cómo alguien que aparentemente era virginal podía tener esa seguridad y conocimiento para ordenarle y producir tanto placer?
— ¡Ah! –un grito ahogado sale de la garganta de María José.
De un momento a otro siente como la jalan por un brazo y la hacen pegar contra una de las paredes mientras se ocultan entre las sombras.
— Shhhh –Artemisa es quien le tapa la boca y enseguida María José la aparta para acomodarse y recomponerse.
— Suéltame –le dice al tiempo en el que se sacude sus harapos. Mira hacia los lados y luego regresa su mirada a Artemisa —¿qué haces aquí? ¿Cómo es que Heka te permitió llegar?
Artemisa está por responder, pero siente un aroma desprender por parte de María José que le resulta por mucho, peculiar.
Achicando sus ojos se acerca un poco a la Diosa de la juventud.
— ¿Tuviste...? –María José rueda los ojos.
— Calla y responde lo que te pregunte –la corta. Artemisa enarca su ceja y sonríe de manera maliciosa.
— No llevas mucho tiempo en estas tierras y ya te acostaste con alguien, vaya... y así decías que los egipcios son unos malditos y sucios.
— Responde la pregunta, Artemisa. No estoy para tus juegos estúpidos.
La mirada de María José es mordaz, no deja espacio para bromas y ciertamente tampoco permite que pueda ser descifrada tan fácilmente.
Artemisa acerca su rostro al cuello de María José e inhala profundamente el aroma.
— ¿Es la emperatriz? –vuelve a alejarse para ver los ojos de la Diosa griega quien de inmediato frunce el ceño.
— Si fuese ella... ¿cómo es que podrías reconocer su aroma? –la diosa de la virginidad enseguida alza su mentón y relame sus labios.
ESTÁS LEYENDO
DESERT ROSE | CACHÉ | TERMINADA
Science FictionLa historia nos dice que existieron dioses egipcios y griegos. Que existieron seres -superpoderosos- capaces de crear monumentos y destruir ciudades con solo un chasquido de dedos. Hay leyendas que giran en torno a lo grandioso que fueron esos diose...