Par de años atrás el Reino de las Flores fue amenazado por las más terribles y malignas criaturas de la oscuridad, los dragones negros. Su llegada fue tan repentina que el reino cayó en desesperación. Los habitantes fueron esclavizados, la guardia real derrotada y encarcelada y la familia real desterrada. Todos perdieron la esperanza de ver un nuevo mañana. Pero nadie contaba que un simple pueblerino se armaría de valor y ayudaría a la familia real escondiendolos en su casa. Escuchar la historia sobre la espada legendaria e ir en una cruzada suicida en busca de ella para liberar a todos.
Ese joven se llamaba Henza.
Henza supero las pruebas con valor. A veces caía pero volvía a levantarse. Consiguió aliados en el camino que se volvieron sus amigos. Compañeros del alma hasta la muerte. Hubo ocasiones que estuvo al borde de la muerte, perdió la fé y hasta pensó en rendirse. Pero el cálido recuerdo de su hogar y los campos de flores que rodeaban su pueblo lo levantaban de sus propias cenizas. Sus amigos le daban ánimos y su hermana el valor de continuar. Llegó a la espada sagrada y le probó a los guardianes que era digno de usarla. Armado con la espada volvió al reino y enfrentó al Rey Dragón y a su hijo y tras una larga batalla logro derrotarlos. Los dragones negros no tuvieron más opción que rendirse. El reino fue liberado. La familia real volvió para seguir gobernando con justicia y Henza volvió a casa con su familia.
Pero el Rey Dragón juró vengarse. Henza lo sello en la montaña de lava pero no pudo encerrar al hijo.
El hijo le juro a su padre que lo vengaria. No descansaría hasta haber destruido a Henza y acabar con el Reino de las Flores.
Y Henza juro que siempre estaría ahí para impedirlo.
Y pasaron los años. Quince años para ser más precisos.
Henza ya era un hombre cerca de los treinta. Atractivo como todo héroe es. Siempre con la espada en mano. Amable y valiente, con un enorme corazón. El sueño de toda jovencita, incluida la princesa que todos esos años no paraba de suspirar por el. Eran amigos desde el día que los ayudo a escapar de los dragones. Se podría decir que Henza era caballero honorario de la princesa, la acompañaba siempre que salía del castillo. La gente hablaba de lo bien que se veían los dos, la elegancia y modales de la princesa y la energía y la amabilidad del muchacho. Incluso su hermana bromeaba con el sobre cuando iba a haber boda. Hasta el mismísimo rey lo había insinuado un par de veces, haciendo énfasis en lo bien que ambos se llevaban.
Pero Henza no pensaba en el matrimonio o en hacer su propia vida. La prioridad de Henza era derrotar al hijo del Rey Dragón que no iba a descansar hasta verlo destruido.
Quince años de lucha, conflicto sin resolver. Ese día todo parecía igual que siempre. El sol iluminaba los hermoso campos de flores. Las personas se levantaban e iniciaban su día atendiendo el ganado o preparando sus puestos en el mercado. En casa de Henza, su familia preparaba las masas para el pan. Se acercaba la hora de mayor venta del día.
En la casa vivían cuatro personas, Henza era el mayor, su hermana tres años menor María, su mamá y su papá. La familia se ha dedicado a la panadería por años. Y desde que Henza se convirtió en el héroe el lugar ha ganado más fama. No había nadie que pasaba por el reino y no iba a la panadería. María se había encargado de asegurarse de que todos supieran que el vivía ahí. Henza sabía perfectamente que su intención era atraer más clientes. Tenía sus ventajas, ganaban más que suficiente para cubrir los gastos del mes. Lo malo era lo difícil que era salir sin ser rodeado por toda la gente de la calle.
Después de ayudar a su padre con el trigo, Henza se despidió de su hermana y mamá, agarro su espada y se dirigió al castillo como todos los días. Los locales lo saludaban alegres cuando pasaba. Todos reconocían a la persona que los salvó hace ya tantos años.
El rey y la reina lo recibieron con los brazos abiertos, los caballeros le mostraron las nuevas armas que tenían. La princesa llegó a lo último a recibirlo, muy bien arreglada y con un vestido que resaltaba su belleza.
Para nadie era un secreto las intenciones de la princesa. Todos los días se aseguraba de verse hermosa, siempre con la intención de que Henza se fijara en ella. Hasta había rumores de que se estaba desesperando ya que ya casi llegaba a los treinta y ni una propuesta le llegaba.
Claro que Henza ya se había dado cuenta de eso pero fingía que no.
No es que la princesa no le agradará. Al contrario, la quería mucho....pero románticamente hablando era un asunto diferente.
A pesar de que todos esperaban que ellos dos se casaran algún día. Hasta la familia de Henza había mencionado lo bien que se veían los dos juntos.
Porque eso es lo típico ¿no?, el héroe siempre se casa con la princesa al final de la historia.
Más tarde ese día los guardias avistaron un enorme dragón negro volando sobre los límites del bosque. Se trataba de Zao, el hijo del Rey Dragón. Henza fue con espada en mano y cabalgó hasta encontrarlo. Zao luchaba para destruir la espada y liberar a su padre. Razón que lo hacía volver casi todos los días a enfrentar a Henza.
Ambos lucharon ferozmente.
Había fuego en todas partes, árboles caídos y cenizas volando en la brisa. El claro panorama desolado de la destrucción en todo su esplendor. Tanto Henza como Zao estaban ya agotados de tantas horas peleando. El elegido por la espada trato de enderezarse para dar el golpe final hasta que sus ojos se desviaron a su alrededor. Zao al verlo lo imitó para averiguar qué lo distraía. Ambos habían luchado por años, pero parecía que está era la primera vez que se daban cuenta de las consecuencias de esto. Solo se veía fuego y destrucción. Henza miraba los árboles quemados, de seguro había nidos con pajaritos que ya no estaban a causa de el. Zao, que a pesar de todo era un ser de destrucción respetaba a la naturaleza miro como los pocos árboles que quedaban en pie se volvían polvo y cenizas.
Ambos se miraron a los ojos por largo rato.
¿Sería así por siempre?
¿Pelear hasta que ya no quedará nada?
¿Pelear hasta uno de ellos caiga?
Acabarse entre ellos no valía la pena si el resultado de todo eso era destruir todo a su alrededor, hasta ya no dejar nada.
Porque siendo sinceros, ambos ya estaban cansados. Henza estaba cansado de llevar la espada, de ser admirado por todos y solo ser visto como la figura del héroe que salvó a la familia real. De solo escuchar a la gente de su supuesto futuro brillante, las expectativas pesaban más cada día. Zao estaba harto de su padre, de su lucha incansable de dominarlo todo, de controlarlo todo. De perseguir una victoria vacía.
Henza fue el primero en dar el paso.
-¿Tregua?
Henza fue recibido por su hermana al volver a su casa. Ni siquiera fue al palacio a despedirse. Increíblemente Zao acepto la tregua y se retiraron sin más. Henza ignoro gran parte de lo que su hermana le decía. Alcanzó a escuchar algo sobre el festival de primavera que se acercaba y algo sobre la princesa o algo así. Entre dientes le dijo a María que estaba cansado y que se iría a dormir. No le ha dicho a nadie sobre el “acuerdo” que tenía con Zao. No es como si nadie más necesitará enterarse. Es un mini acuerdo en que ambos solo van a fingir que aún se pelean por el destino del Reino. Un poco de ruido y rugidos para disimular.
Henza se durmió tan pronto su cabeza toco la almohada. Sea lo que sea que pasará era problemas para otro día. Solo quería dormir.
Esa noche soñó con un gran dragón de ojos azules que lo veían a la distancia.
Nota
Es mi primera historia original, con personajes creados por mi y con el género boyxboy.
Espero que les guste.
Próximo capítulo
Encuentros
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¿QUÉ? ¡El héroe y el villano tienen un romance secreto!
RomanceTodos conocemos la vieja y repetitiva historia.... el reino que es amenazado por las fuerzas de la oscuridad. La princesa de dicho reino reza por un alma valiente que sea capaz de usar el arma sagrada (espada, arco, lanza) o lo que sea para derrotar...