03: Entrenamiento.

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Regan.

 

Ya eran las nueve de la mañana cuando entré al salón de entrenamientos y conseguí a Iván entrenando con Keira.

Ya habían pasado varios días desde que nos instalamos en esta casa y comenzaba a pensar que los inútiles que contraté para la remodelación de mi departamento se quedaron viviendo allí y por eso me seguían dando putas excusas.

Pude haberme ido a cualquiera de mis otras propiedades, pero estaban fuera de la ciudad. Sin embargo, todos estos días sirvieron para planear bien la misión que llevaríamos a cabo dentro de cinco días.

—¡Buenos días! —Bria Cox entró con su hermana. Ambas tenían en mismo conjunto negro.

Julia entró detrás de ella y observé que sus golpes ya estaban casi invisibles. Todavía me daba pena ajena verla después de la lección bien merecida que le dieron y odié darle la razón a la mujer más cabrona que había conocido, misma que solo esperaba cualquier oportunidad para fastidiarme.

Minutos después, como si la hubiese invocado con el pensamiento, una fragancia entre dulce y cítrica llegó a mis fosas nasales y aparté la mirada de mi celular para ver hacia la entrada. Rubí Young, la reina de la OD y también de las víboras, pasó directo sin saludar a nadie yéndose al refrigerador de donde sacó una manzana verde.

El conjunto deportivo gris que traía puesto le remarcaba el culo ofreciéndome un espectáculo visual y no aparté los ojos ni siquiera cuando volteó notando mi descaro.

Desde que llegué no había hecho más que joderme la paciencia como si le pagaran por ello. Sin embargo, hace dos días que la noté distraída y sin ganas de otro de nuestros enfrentamientos.

Seguí observándola cuando se recostó de la encimera del pequeño comedor que había en el salón, y, aunque me exasperaba, también me enloquecía con facilidad cuando mis ojos se empecinaban con verla más del tiempo necesario.

Tenía el rostro de un puto ángel con cuerpo pecaminoso. Sus rasgos eran finos, sus labios casi rojos naturales y carnosos, sus piel era blanca sin llegar a la palidez, pero se notaba que era de la que se enrojecía con facilidad al tocarla. Sus piernas eran torneadas, caderas un tanto anchas y cintura diminuta. Sus pechos, eran pequeños, pero redondos y firmes.

Su cabello era de un castaño más claro que el mío, lacio y largo. Y sus ojos…, sus ojos podían ser una maldición irrompible para cualquiera que se descuidara. El verde en ellos era intenso y en varias ocasiones logró embelesarme como a un maldito imbécil.

Me conocía y estaba seguro de que, si no se tratase de ella, ya me la habría follado. Pero Rubí Young me demostró que no era el tipo de mujer que podías tener si lo querías, no, la tenías solo si ella lo deseaba y si le daba la puta gana

—Espero que hayas dormido bien —Bria me sacó de mis pensamientos y agradecí internamente que lo hiciera. La miré y la encontré bebiendo agua de su termo.

—Lo hice —respondí indiferente, antes de mirar de nuevo a los que estaban entrenando.

La silueta de ella se interpuso en mi visión.

—Podrías dormir mejor. —Sonrió con picardía, logrando despertar mi interés.

Bria Cox era hermosa y no lo había pasado por alto. Su melena cobriza contrastaba perfectamente con su piel pálida llena de pecas y tenía unas grandes tetas que podían hacerme una buena rusa. Durante varios días trató de acercarse, hasta que hoy finalmente lo hizo.

—¿Cómo podría? —inquirí con curiosidad y ella mordió su labio inferior antes de responder.

—Dicen que mi cama es muy buena para dormir luego de…

Rubí [+21] || Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora