uno

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Harry odiaba muchas cosas

Entre esas tantas cosas era tomar el metro.

Harry odiaba los olores combinados en un lugar encerrado, odiaba los aromas empalagados de los omegas y los aromas sofocantes de los alfas, por eso su mejor amigo era beta, agradable y sin aroma.

Tomaba mucha mierda para sofocar su olor que tampoco le agradaba del todo, había nacido alfa en una familia llena de alfas y sí, su aroma era sofocante.

Maldijo tomando aire y cubriendo su nariz con su bufanda adentrándose al océano de personas que querían urgentemente llegar a su destino, eran las ocho de la mañana, un lunes.

Alguien lo empujó porque al parecer empujar hacía que el metro con horario establecido por alguna razón avanzara más rápido, Harry rodó los ojos y esperó maldiciendo otra vez a Niall por tomar su auto y estropearlo, era un terrible conductor y ahora su carro estaba en el taller y él tenía que pasar una desagradable semana yendo y viniendo en metro.

La idea de viajar en taxi casi lo convence pero recordó aquellas ocasiones donde tomaba un taxi y el conductor buscaba sacarle plática, no gracias.

Podía aguantar un rato respirando a través de su bufanda pero no podía tolerar extraños intentando saber de donde se había graduado o por qué el clima cambiaba tanto.

Suspiró entrando al metro cuando las puertas se abrieron y tomó asiento sin voltear a ver a nadie, se cruzó de brazos y casi bufa al sentir otro cuerpo sentarse a su lado, sería una larga semana. Rebuscó entre su maletín su libro y acomodando la bufanda en su nariz comenzó a leer.

Habían pasado diez minutos cuando sintió un peso en su hombro, se tensó y con los ojos abiertos por la osadía de la persona a su lado buscó encararlo.

Parpadeó, tragó saliva y lo observó.

Estaba durmiendo, el extraño estaba durmiendo en su hombro.

Tenía una nariz respingona y desde esa distancia podía notar unas pecas, tenía el cabello desordenado y las puntas se enrollaban creando pequeñas olas en su flequillo, sus pestañas eran largas y tupidas y respiraba con suavidad, ajeno a todo.

Y por primera vez a Harry no le molestó su aroma.

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La bocina anunciando la llegada a una nueva estación lo hizo levantarse de golpe y a tropezones salió del metro quitándose el rastro de saliva de la comisura de los labios, dios, se quedaba dormido en todos lados.

Corrió hasta subir a la fría calle y corrió un poco más hasta llegar a la universidad, con el corazón latiéndole a mil por hora se acomodó la mochila entrando a su salón de clases.

"Casi no llegas." Saludó Zayn, su mejor amigo le peinó el flequillo. "Te quedaste dormido."

"¿Cómo sabes?" Se sentó a su lado.

"Siempre te quedas dormido." El omega se encogió de hombros. "No sé cómo le haces para despertar siempre en la estación correcta."

"Es mi don, el don de la pobreza."

Zayn carcajeó.

Su clase inició y Louis anotó todo con la mirada aburrida de Zayn sobre su computadora, lo olisqueó sin vergüenza y Louis lo empujó.

"¿Qué haces?"

"Hueles."

"¿Huelo?" Susurró cuando su profesor hablaba con otro alumno. "¿A qué?"

"No lo sé, creo que alguien te marcó con su aroma, es muy sutil." Zayn frunció la nariz. "No fue intencionado, sólo hueles un poco, aquí." Señaló su lado izquierdo.

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