Su mirada está perdida en las fugaces estrellas y su rapidez que engañan la vista, a la vez que padecen estáticas en la interminable oscuridad. Dentro del acuario yacen los peces con su mirada perpretada por no más que el desgastado amarillo de los bordes. Danza su pelo con sus dedos infinitamente mientras fija su mirada en la nada, en la misma nada que vagan todos. En el acuario amarillo ella olvida su propósito y se vuelve en si misma. Buscá intensamente un nuevo deseo que motive su espíritu a no caer como las gotas de lluvia que sin cesar recorren ahora sus surcos. De pronto el acuario se detiene y sus puertas liberan a los cautivos. Ella se levanta sin nada ya que la ate y al cruzar el umbral olvida su búsqueda, vuelve su propósito original solo para volver a perderlo en un ciclo que no parece terminar.
