Un beso y adiós.

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Judas Iscariote había vivido una vida sin demasiadas cosas, se podría decir que estaba vivo, pero no que vivía su vida, pero todo cambió cuando Jesús llegó, nunca le juzgo, y cada palabra de su parte era tan especial y única, de verdad logró llegar más allá que cualquier persona, le hizo reflexionar. 

Siempre pensó en el como un maestro, alguien a quien replicar, sus palabras parecían no tener sentido pero lo tenían, y no había algo que amara más que escucharlo dar sus discursos a los demás, pero... 

Todo cambió cuando comenzó a notar que se hacía llamar a sí mismo hijo de Dios, comenzando a desafiar a lo que todos conocían, sabía que eso terminaría mal, lo sabía, necesitaba que se detuviera, no quería que la pasara mal o lo encerraran, no deseaba eso, y hablar con el sobre dejar de decir ese tipo de cosas no estaba a discusión, lo mejor sería que recibiera un verdadero aviso. 

Era el más cercano a Jesús, o bueno, uno de ellos, confiaba tanto que le dejó a cargo lo que es llevar el dinero, y a veces conversaban mucho, sentía algo tan especial, realmente quería ayudarlo, ¡Todo debía ser por su bien! Entonces, fue con los principales sacerdotes, en el sanedrín, les habló de Jesús con el fin de que fuese reprendido, advertido, así todo estaría bien controlado, un pequeño susto y ya, nada más. 

Le entregaron dinero, al principio no iba a aceptarlo, no entendía por qué le pagaban, suponía que por la información pero no es como si fuese a venderlo o algo, Jesús era tan importante en su vida, le dio luz y camino. En la cena, supo que las cosas iban mal cuando más escuchaba sus palabras. 

¿Muerte? ¿Por qué hablaba de la muerte tan de repente? ¿Por qué hablaba de una traición? Si, le hablo a los sacerdotes, pero nada tan grave, ¿No? Ahora mismo seguro estaban afuera los guardias esperando la señal para identificar a Jesús. Fue entonces que remojó el pan en el mismo sitio que Jesús, una coincidencia que quería no creer. 

—¿Seré yo quien te traicione, maestro? — Preguntó Judas, hubiese deseado tanto un no.

—Tu lo has dicho. Lo que vayas a hacer, hazlo ahora. 

Por primera vez en todo ese tiempo sintió el rechazo de Jesús, su corazón dolía demasiado y solo pudo salir de allí pronto para, tan rápido como estuvo fuera, desmoronarse y llorar. Necesitaba aliviar sus pensamientos, ¿Por qué se sentía tan mal? ¿Sería perdonado? Solo era un regaño y ya, no debía de sentirse tan mal o molestarle tanto, ¿Cuál era el problema? Se supone que estaba haciendo el bien. 


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Al acabar la cena y que Jesús fuese a rezar, mientras estaba con unos cuantos discípulos, Judas fue con el, fue recibido sin el rechazo anterior, entonces, lo saludó como solamente el podía hacerlo, nadie más, el privilegio que le fue concedido; Un beso.

—¿Con un beso decides entregarme? 

Aquella pregunta podía ser algo a la defensiva, pero, tenía un tono tan triste, lo sabía, lo sabía todo, Judas lo pudo ver en sus ojos por un segundo, todo ese dolor. Entonces se dio cuenta que no debió entregarlo de esa manera, no con aquel beso tan especial, no, pero lo había hecho. 

No pudo decir nada del dolor que su pecho sentía, pronto los guardias se acercaron y tomaron a Jesús para llevárselo. 


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Todo había pasado tan rápido para Judas. Había decidido ir a preguntar sobre Jesús, ya debieron haberle soltado luego de reprenderlo, pero, solo supo entonces que lo habían presentado ante Pilatos y que eso no se quedaría como un regaño. Fue corriendo al sanedrín, necesitaba quejarse con esos sacerdotes. 

—¡TENGAN SU DINERO! ¡LIBERENLO! — Gritó mientras lanzaba las monedas al suelo tan pronto como llegó frente a los tres principales sacerdotes.

—Esa es tu recompensa, es lo que mereces. —Dijo uno de ellos, sonriendo. 

—¡NO LAS QUIERO! ¡ESTO NO ES LO QUE YO QUERÍA! 

—¿Y a nosotros qué nos importa? ¡Guardias! Sáquenlo de aquí.  

Pronto fue agarrado por ellos, no importa lo que hubiese luchado, solo recibió golpes y fue dejado fuera del sanedrín. Comenzó a soltar lagrimas de impotencia y golpear el suelo con los puños, sentía toda la culpa, todo ese remordimiento, no, no, no, no podía perderlo, cualquiera menos Jesús. 


...


Lo siguiente que supo, fue que el sería crucificado, no pudo esperar más, no, ¿Por qué? Sin Jesús, su vida no tenía sentido. 

Amarró una soga a un árbol y también puso la soga en su cuello, la oscuridad volvió a estar en su vida, y, si Jesús iba a morir, deseaba seguirlo, no podría soportar verlo morir, así que solo lo esperaría del otro lado, quizás... Allá se encuentren y pueda ser perdonado. 

Miró al cielo y cerró los ojos. 

Y lo único que su mente recordaba, era el rostro de Jesús y la tristeza de sus palabras tras aquel beso, su último beso, su último recuerdo. 

"Lo siento" Repitió tantas veces como podía, una tras otra vez, uno más desesperado que el anterior, las lágrimas no pararon de correr y entonces... Se ahorcó. 


Su última unión fue un beso, un beso y final.

Un beso y adiós, hasta allí fue su amor. 

Un beso de la muerte, el cual los mató a los dos. 










Fin. 

El beso de la muerte [JudasxJesús|One-Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora