XVII

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Isabel Riv

A la orilla de la playa, viendo las estrellas y sintiendo la brisa de la noche, ese momento Hana lloró

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A la orilla de la playa, viendo las estrellas y sintiendo la brisa de la noche, ese momento Hana lloró.
Hoseok estaba hablando por teléfono con su médico, si, el médico de Hana.

Yoin le estaba llamando pero Hana no quería contestar esa llamada.

Hoseok y Hana no desaprovechada cualquier oportunidad para viajar ellos juntos, y ahi estaban pasando unos días juntos.

—Si, yo... hablaré con ella y... vamos a... iremos con el — dijo Hoseok y con su mano temblorosa dejo el celular en la mesa y su mirada se fue hacia Hana, quien estaba afuera.

Tenia miedo, porque lo que había dicho el médico era que debía empezar tratamiento lo antes posible, que debían hablar en su consultorio lo antes posible.

Y es que hay cosas que ni los grandes científicos saben, ni los médicos más prodigiosos, la multiplicación celular sigue siendo un mundo sin fin y sin salida.

Hoseok no iba llorar, no enfrente de ella, no aunque su pecho estuviera afligido, porque el iba a ser positivo, el iba a guardar la fé, el iba a guardar las esperanzas, el iba a ser fuerte, para y por ella.

Hana miró el cielo y las lagrimas no pararon.

¿Porque?

— Asi que yo también mamá...

Hoseok la abrazó y Hana se dejó caer en sus brazos.

Aquel viaje tuvo que dejarse para otro momento. Las paredes blancas y ese olor tan caracteristico.

Exámenes y más exámenes.

Invasivo, el cáncer era invasivo y lo hacia sin piedad.

¿Como podia ser de la noche a la mañana? Porque así es como se habia sentido. El médico especialista en oncología frente a ellos había sido muy especifico, era un hombre sin piedad para elegir sus palabras, o quizás simplemente así se sentía saber la verdad.

Aunque la esperanza que tenia era mayor, Hana no podia evitar sentir su vida pasar en un abrir y cerrar de ojos.

Estaría hospitalizada hasta que el medico asi lo dictara, para estudios y más estudios.

Hana empezaba a desconocerse. Llevaba ya cuatro días en aquel hospital y el hecho de ver a Hoseok dormir en aquella silla esa mañana hizo que se sintiera culpable. Lo amaba si, se habia imaginado una vida a su lado, y todo parecía caerse a pedazos.

Un diagnostico como ese solo podía hacerla sentir que todo iba acabar en un abrir y cerrar de ojos, y Hana estaba... ¿asustada? Si, eso, asustada, porque era una cobarde, morir daba miedo, ella no era tan fuerte para no temer ni era tan orgullosa para no admitirlo.

Hana recordó ese día en el muelle, cuando quizo terminar con su vida ese día y no tuvo el valor suficiente para hacerlo. Le había buscado el significado y creyó que era el destino queriendo mostrarle que la vida era más que solo desgracia. Porque todo estaba amarillo desde que lo conoció.

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