Narra Verónica Castro
—Ya estuvo, tranquila.—Repetía mientras acariciaba la espalda de Ana.
Después de besarme, ella se separó de mí y comenzó a llorar, me desconcerté por unos segundos, no esperaba su reacción, lo único que pude hacer fue tratar de consolarla.
Entendí todo lo que pude no me imagino lo horrible que debe ser no recordar nada, estar lejos de casa y tener sentimientos encontrados; la verdad ana siempre es muy fuerte, demasiado diría yo, pero a veces como todo ser humano necesita desahogarse sus penas, esas penas que transmitió a letras e hizo muchas canciones pero hoy no supo escribirlas, no supo a quien culpar de su dolencia y eso la irritaba, yo lo sabia porque la conocía perfectamente bien.—Anilla.—Tomé su rostro en mis manos y acaricie sus mejillas húmedas.—Esta bien, ¿si?—Le hablé con la mayor dulzura posible.—Yo no me enojo.
—Verónica.—Su voz ronquita se escuchaba con mucha pena.—Necesito que me digas la verdad de algunas cosas.
Sentí como si me hubiera caído un balde de agua fría encima y como si alguien me hubiera dado una patada en el estómago, ¿qué verdades? ¿Por qué estoy recibiendo esto ahora? Lo único que hice fue levantarme de la cama y extender mi mano hacia ella en un gesto para llevarla afuera. No quería que habláramos aquí. Había un montón de cosas que me podía tirar en la cara y yo no tenía los mismos reflejos que tenía hace 30 años.
—Vamos, tomemos un poco de aire.—Intenté persuadirla.
Ana se levantó de la cama y sin tomar mi mano salió de la habitación dejando la puerta abierta para mí. La vi ir al jardín que estaba cerca de la piscina se sentó en las sillas esperándome mientras se secaba algunas lágrimas. Mi visión se volvió borrosa así que decidí salir antes de que comenzara el dolor de cabeza.
Fui y me senté en la silla frente a ella, sus manos descansaban sobre la mesa.—Ya estoy aquí.
"ES OBVIO QUE LLEGASTE JUDITH". Pensé.
De los nervios decía puras pendejadas.
—Vero yo...—Soltó un suspiro pesado.—Tengo muchas dudas sobre cosas que a veces sueño o cosas que a veces siento y todo se trata de ti.
Lami mis labios, del nerviosismo siempre hacia eso.
—Mmmj.—Moví la cabeza en aprobación.—¿Quieres hablar de eso?
—Por algo te pedí que lo hiciéramos, ¿no?
Trague seco. Solo había escuchado ese tono una vez en mi vida y fue cuando discutimos tan feo, que no volvimos a vernos durante años.
—Cla-Claro.—Mi intento para la que la voz no saliera nerviosa fue en vano.—Dime.
—Hace varios días desde te vi hablando por televisión, para ser exactos, he tenido muchos…—Jugo con sus manos.—Sueños.
—¿Sueños?—Levanté una ceja.
—Sí, sueños.—Afirmó.—Pero antes de decírtelo, me gustaría saber la verdad, tengo muchas dudas.
Debía aceptarlo. La perdería.
—¿Qué dudas?—Mi pierna quería temblar por el nervio. Necesitaba descargarlo por algún lado, pero no quería que ella lo notara.
En momentos como estos agradecía que soy una muy buena actriz.
—¿Tú y yo que fuimos?—Soltó la peor pregunta que podría hacerme.—¿Por qué aparecen fotos de nosotros juntas en mis redes? ¿Por qué tienes una caja escondida con nuestras fotos? ¿Por qué tengo tantos recuerdos felices a tu lado?
Cerré los ojos e inhalé, lamí mis labios y traté de sonreír, al menos no podía recordar por qué rompimos.
—Sinceramente, Ana, nosotras...—Solté aire desganada.— Es difícil de explicar.
—Prometo poner mi granito de arena para poder entenderlo.—Me miró, desesperada por una respuesta.
–Ok.—Tomé valor.—Tú y yo éramos todo en privado, pero ante el mundo solo éramos amigas.—Sonreí con cierta nostalgia y levante mis cejas.—Nos conocimos gracias a Alberto y Daniela...
—¿No fue en un programa?—Preguntó, estando atenta a la historia. Ahora sé porqué siempre estaba viendo cosas nuestras por las redes o internet.
—Hemos estado en varios programas, tú como invitada y yo como presentadora.—Asentí con la cabeza.— La primera vez que te vi, tenías un peinado bien loco.
Reímos. Ella disfrutaba de saber la historia y yo disfrutaba de recordar los inicios de nuestro amor.
—Pero fue gracias a una fiesta que hizo Alberto y que Daniela me convenció de ir donde pudimos hablar bien y tener una buena conexión.
—Lo sabía.—Susurró.
—Con el tiempo nos unimos más, me acompañabas a todas partes y yo contigo igual, era como una cosa... del destino que siempre en el día o nos cruzamos o teníamos algo que nos recordaba a la otra. Siempre, al final del día, nos encontrábamos.—Suspiré.—El pensamiento nos unió. Recuerdo que tembleque cuando te dije que apoyaba a la comunidad LGBT, pero tuve la suerte de que tú también los apoyaras. Todavía no nos habíamos dicho lo que sentíamos.
—¿Cuándo te lo dije?
—Tú sólo me besaste.—Reí.
—¿Qué?—Abrió grande los ojitos.
—La neta fue muy bonito.—La verdad me emocionaba contar nuestra historia y ver sus reacciones.— Estábamos en mi casa en ese momento en Acapulco. Era mi cumpleaños. Me diste…—Hice memoria.—Una serenata a cappella, una hermosa canción donde cambiaste los pronombres. También un vestido blanco y una cena divina.—Recordé con una sonrisa.— Me pediste bailar junto a la piscina, pusiste música tan lenta que parecía que el tiempo se había detenido, me sorprendí por la facilidad que tenias de dar los giros y donde apoyar tus manos, años después me confesaste que habías practicado con tres meses de anticipación.
—Siempre se me dificultó bailar.—Rió.
—Al final de la melodía te acercaste a mí y uniste nuestros labios.—Toque mis labios por inercia, aún podía sentir el cariño y miedo de aquel primer beso.
—¿Te molestaste?
—No...—Negué con la cabeza.—Cuando te alejaste te besé quise demostrarte que lo que sentiste yo también lo hice.
Sentí que se me quitaba un gran peso y su lugar lo ocupó una gran alegría, volver a contar nuestra historia, es como revivir con Ana, cada beso se sentía como un primer beso, ella nunca besaba de la misma manera, siempre había algo que lo hacía más especial que y recordar esos besos hizo que mi corazón se acelerara.
—¿Alguna vez...?—Se sonrojo.
—Dime.—Acaricie su mano.
—¿Alguna vez hicimos...—Lamió sus labios, su sonrojo había cesado, pero seguía nerviosa.—¿Alguna vez hicimos el amor?—Se atrevió a preguntar.
Solté un suspiro. No me daba vergüenza hablar de sexo, pero cuando se trataba de ana me crecía cierto pudor.
—Sí.
—¿Cómo?—Negó rápido con la cabeza.—¿Y-yo te lo hacía a ti o...?
—Al principio sí, pero con el tiempo empecé a sentir la necesidad de también... tocarte.—Sonreí con timidez.—Se fue dando como en toda pareja.
—Mmm—Hizo una fina línea con sus labios.
Vi la hora en mi celular y ya eran las 2 de la madrugada.
—¿Algo más que quieras saber?
—No.—Dejo de mirar un punto fijo para mirarme a mí.—Gracias por ser sincera y no mentirme.—Sonrió.
¡Qué hipócritona eres, Verónica Judith Castro!》Pensé.
—¿Vas a dormir?—Preguntó, al ver que no la seguía.
—Me quedo aquí otro rato. Ya te alcanzo.
Continuara...
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Ni se olvida ni se deja.
FanfictionAna Gabriel sufrió un terrible accidente en el que perdió la memoria, toda su vida es como un rompecabezas que necesitará toda la ayuda posible para armarse.