Reina villana

Capítulo 51: La mascota de Su Majestad (2)

Kasser finalmente había terminado de firmar los documentos en los que había estado trabajando desde la mañana. Había tenido dificultades para concentrarse en su trabajo hoy, por lo que le tomó más tiempo de lo habitual para terminar. Aun así, este largo día había llegado a su fin.

Se recostó en su silla, frotándose la tensión de la frente, finalmente capaz de relajarse.

El Jefe de Estado Mayor, a su entera disposición, tomó esto como su señal. Rápidamente corrió hacia el Rey y le preguntó: "¿Le traigo un poco de té, Su Majestad?"

"Mmm."

Con una reverencia, el hombre salió de la oficina con pasos apresurados. Kasser se levantó lentamente de su asiento para estirar las piernas rígidas. Había estado pegado a esta silla todo el día y deseaba un soplo de aire fresco. Entonces, en lugar de tomar la ruta habitual de pasar por la puerta, esta realeza trepó por la ventana y salió al balcón.

El cielo estaba despejado, sin una mota de nube. Se quedó allí mirando las murallas que bordeaban la ciudad.

Podría haber una bengala de señal en cualquier momento .

El período activo significaba que siempre estaba al límite. Con su mente siempre atenta a la más mínima señal o perturbación, le resultaba muy difícil concentrarse. Trabajando desde la puesta del sol hasta el amanecer, tomando siestas cortas durante el día, solo para hacer su cantidad habitual de trabajo. Para Kasser, el período activo siempre había sido así.

Pero desde que empezó a pasar las noches con la Reina, las cosas habían cambiado. Trabajar durante el día se volvió ineficiente y los papeles que tenía que atender se amontonaban en su escritorio. Ahora, incluso habían formado un pequeño tor en su oficina.

Precisamente por eso había vuelto a su rutina de trabajar toda la noche, posponiendo su cita nocturna con la Reina. El tenia que. Y ahora que lo había hecho, la pila empezaba a volverse manejable de nuevo, pero aun así, odiaba cada segundo.

Por ahora, Kasser solo necesitaba disfrutar de un descanso. Unos minutos sin preocupaciones... dejando que su mente divague a donde no. Respiró hondo y miró hacia el cielo despejado... se sentía tranquilo por dentro. Luego desvió su mirada hacia el sereno jardín de abajo. Pero de alguna manera, no pudo encontrar la paz que esperaba ver...

Perturbado por la vista, chasqueó la lengua con decepción.

Abu tenía la forma de un semental, pero en su esencia, seguía siendo una alondra peligrosa. Todos los miembros de su personal lo sabían y explicaban su temor por Abu. Le había ordenado a Abu que no caminara libremente por los jardines, pero Abu nunca tomó sus órdenes en serio. Esta bestia estaba tan desenfrenada como su amo.

Además, Abu y los espacios cerrados eran un gran no-no. Era una criatura adecuada para vagar desenfrenadamente y acechar el desierto. Esta traviesa bestia, sin embargo, era lo suficientemente sabia como para nunca causar problemas. Por lo tanto, el hombre y la bestia habían llegado a un acuerdo tácito: Abu deambularía sin obstáculos, Kasser haría la vista gorda.

De pie en el balcón, Kasser había visto a Abu. En este momento, fijó su mirada en Abu, siguiéndolo mientras trotaba por el espacioso jardín como si fuera el dueño del lugar. Su actitud y comportamiento no perdieron ante el propio monarca: majestuoso y galante. Aunque Kasser no temía a Abu, se preocupó cuando vio a dos personas acercándose a la bestia.

Eugenio?

Las cejas de Kasser se arquearon cuando reconoció a una de las dos figuras. De todas las personas, la que menos esperaba que fuera ella. Estaba picado. Encontrarla en el jardín fue en sí mismo una sorpresa, por no hablar de lo que estaba haciendo en ese momento.