Después de Washington

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Una muy cansada Natasha Romanoff salió del elevador de la torre de los vengadores y se dirigió a la sala común. Acababa de regresar del desastre de Washington y lo único que quería era irse a la cama y tal vez abrazar a su hija. Casi había muerto varias veces los últimos días, ya sea por desangramiento o por ese maldito chip que Pierce le hizo ponerse.

Cuando entró en la sala común, todos se callaron por unos segundos mientras la observaban impactados. Entonces Jade corrió hacia ella.

—¡Mami! —gritó.

Por instinto, Natasha se agachó y la recogió. Sosteniéndola cerca de su cuerpo y acunando su cabeza con una mano, Natasha respiró hondo y enterró su cabeza en el cabello de su hija. Cuando Fury le pidió ir a Washington por unos semanas para ayudarlo con un problema, no imaginó que podría haber sido la última vez que vería a su hija.

Se había negado de inmediato cuando Fury le pidió que lo ayudara a atrapar a los agentes de H.Y.D.R.A fugitivos. Su principal prioridad era Jade y siempre lo sería. Le había dicho una vez a Loki que el amor era para niños, pero no le importaría ser uno si eso significaba tener a su hija en su vida.

—Estoy aquí, princesa. Ya estoy aquí —Natasha susurró y besó la frente de su hija.

—Nat, ¿qué rayos pasó? —preguntó Tony—. J.A.R.V.I.S y yo nos hemos encargado del control de daños por días —continuó después de ver a la madre e hija reuniéndose.

No quería romper el momento, pero tenía que hacerlo. J.A.R.V.I.S le había dicho que todos los secretos de S.H.I.E.L.D habían sido subidos a internet, y él había trabajado sin cesar para salvar las vidas de los buenos agentes que se habían visto comprometidos por la fuga de información.

Natasha suspiró y caminó hacia los demás.

—Tuve que hacerlo. Era la única manera de evitar que H.Y.D.R.A matara a todos —dijo, sosteniendo a su hija con fuerza para recordarse que estaba ahí, de vuelta en casa, a salvo.

—¿Te lastimaste, mamá? —preguntó Jade mirando a su madre con preocupación.

—No, cariño. Estoy bien —Natasha de inmediato mintió y le dio a sus compañeros una mirada que decía que era todo lo contrario.

Se enderezaron ante eso. Bruce llamó discretamente a la doctora Cho para que se preparara para examinar a la espía. Pepper, Janes Foster y Darcy se las arreglaron para separar a Jade de su madre y distraerla con golosinas, mientras que los demás vengadores y Sirius se dirigieron a la enfermería para obtener la versión completa y sin censura de Natasha. Ella les contó todo mientras la doctora Cho examinaba la herida de bala en su brazo.

Al ver la cicatriz que dejaría, Sirius hizo una mueca y su corazón se detuvo por unos segundos. Sabía que era parte de su trabajo, pero parecía que con cada año que pasaba, se sentía más incómodo cada vez que se lastimaba y no tenía idea de por qué. Sabía que Jade la veía como su madre y estaba más que feliz de compartir la custodia con ella mientras que Jade estuviera contenta, pero eran solo amigos... ¿verdad?

Lo ignoró por ahora y se concentró en la historia. Todos estaban por completo horrorizados al saber lo cerca que estuvieron de morir.

—¿Y ni siquiera te molestaste en llamarnos por qué...? —preguntó Tony con sarcasmo.

—No sabíamos como contactarlos. H.Y.D.R.A había intervenido nuestros teléfonos. Si descubrían que lo sabíamos y que ustedes vendrían, podría haber sido peor —dijo Natasha.

Tuvieron que admitirlo. La doctora Cho terminó su examen y le dijo a Natasha que se lo tomara con calma. Por primera vez, la espía estaba más que dispuesta a seguir una orden, en lugar de volver al campo tan pronto como pudiera. No había visto a su hija en semanas y casi había muerto varias veces en los últimos días. Iba pasar tanto tiempo como pudiera con ella. Salió de la enfermería y encontró a Jade en la cocina con las otras mujeres. Natasha apenas reprimió su risa al ver a su hija con una barba de crema batida.

Claramente Darcy era la responsable, ya que todavía tenía la lata en su mano y sonreía ante su creación.

—Trata de lamer la crema ahora, brujita —se burló.

Jade usó sus manos para quitarse la crema y la lamió

—Oye, eso es trampa —Darcy hizo un puchero.

Natasha resopló, haciendo que la miraran. Jade de inmediato corrió hacia ella, pero Pepper con rapidez la atrapó y limpió su cara antes de soltarla.

—Cuidado, cariño. No querrás ensuciar a tu mamá —le advirtió antes de dejar que la niña se fuera.

Jade por fin corrió hacia su madre lo más rápido que pudo y Natasha la atrapó.

—Hola, cariño. ¿Qué piensas de pasar una tarde conmigo? —le preguntó con una sonrisa.

Jade de inmediato se emocionó y asintió en respuesta.

Le agradeció a las otras mujeres por cuidarla mientras no estaba y Natasha se fue con Jade a su piso. Puso la primera película de Narnia ya que Jade la amaba y se acurrucaron juntas en el sofá bajo una manta para verla. Natasha se aseguró de que Jade se recargara sobre su brazo bueno.

—Te extrañé, mami —Jade susurró.

Natasha sonrió.

—Yo también te extrañé, cariño. Pensé en ti todos los días —respondió mientras le revolvía el cabello.

Y era cierto.

Su hija siempre estuvo en su mente, sin importar lo que estuviera haciendo en ese momento. Recuerda haber pensado en ella cuando fue capturada por Rumlow y sus hombres, y lo agradecida que estuvo de que Jade estuviera a salvo y tuviera a Siri y a los otros por si algo le pasaba. Se había asegurado de que ella estuviera a salvo si moría.

Aun así, estaba encantada de estar de vuelta en casa con su hija y estaba segura de que no se volvería a ir. Jade la necesitaba. Abrazó a su hija y puso su cabeza sobre la suya mientras veían la película. Ver a la bruja blanca con Edmund siempre la hacía sentir incómoda ya que le recordaba a ella misma antes de hacer borrón y cuenta nueva, o eso creía.

No queriendo volver a recordar esa vida como lo hizo esa mañana en la casa de Sam, Natasha se concentró en la película y en la inocente niña a su lado, que confiaba en ella con cada parte de su ser a pesar de su pasado y lo que había hecho. Pensó que nunca tendría hijos después de lo de la habitación roja, pero mírenla ahora con su propia hija. Puede que no la haya dado a luz, pero era su madre y eso era lo único que importaba.

Sonrió un poco cuando se dio cuenta de que criar a su hija con amor y enseñarle a amar era sin duda el dedo de en medio más grande que podía darle a su pasado en la habitación roja. Nunca más la molestarán, ni a ella ni a su hija. Matará a cualquiera que intente dañar a Jade. Meneó la cabeza una vez más y se concentró de nuevo en la película.

Pasaron el resto del día juntas y Jade le contó a su madre todo lo que había pasado mientras no estuvo. Con el tiempo, llegó la hora de dormir y Natasha llevó a Jade a la cama para que durmiera. Sirius tocó la puerta poco después.

—¿Estás bien? —preguntó.

Natasha suspiró.

—No. Me dispararon en un brazo y fuimos capturados. De no ser por Hill, habríamos muerto. Pensé que nunca más volvería a ver a Jade —confesó.

Sirius con cuidado la envolvió con su brazo y Natasha se recargó sobre él.

—Me asusté cuando pensé en lo que podría haber pasado si hubiéramos llegado tarde y no la hubiera protegido. No quiero volver a pasar por eso nunca más —continuó.

—No lo harás, Nat. La protegeremos. Lo prometo —dijo Sirius, dándole un apretón en los hombros con cuidado.

Se sentaron así por un momento. El mago consoló a la espía hasta que se sintió mejor.

La niña que fue olvidadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora