Una historia sobre un alfa llamado YoonGi que frustra los planes de un omega que se quiere quitar la vida.
un omega que volvió a la vida pero no le haya más sentido.
▪️Omegaverse.
▪️YoonMin.
▪️M-preg.
▪️Misterio.
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—¡Volví a ganar!
—Por la luna, JiMin, déjame ganar aunque sea por una vez.
—Quizá ganes en la siguiente ronda, ah, SeHun, ya son las dos.
—¿Quieres qué te lleve a casa?—Preguntó el alfa, poniéndose de pie y extendiendo una mano al omega.
—Hola chicos, buenas tardes.—dijo un alfa, entrando a casa, con muchas bolsas en sus manos y aflojando su corbata.
—Papá, te presento a JiMin.—Dijo SeHun, señalando a JiMin, con la mano que anteriormente le había extendido.—y... Quizá sea más bueno que tú en el ajedrez, nunca pierde.—dijo con una sonrisa, parecida a una de orgullo, mientras metía sus manos en sus bolsillos.
—¿A si? Sería interesante ver ese talento.—dijo el alfa mayor, sentandose en la sala, frente a los chicos.
—Quizá otro día, Debo irme, Hanna dijo que me esperaba para hacer tarea.—dijo JiMin con palabras suaves y una sonrisa amable, rechazando el jugar con el hombre.
—Vamos hijo, al menos ganame una sola ronda.—Dijo el alfa a JiMin.
SeHun miraba a JiMin atento a cada expresión en él, a cada reacción, quería que él Omega dijera que sí jugaría con su padre, SeHun quería que JiMin estuviera más tiempo en su morada.
Le gustaba tener a JiMin cerca, pero mientras ese día alguien disfrutaba de su compañía, ese mismo día JiMin perdió por primera vez en el ajedrez...
(*)
—Jaque mate.—Dijo Taehyung tomando todos los dulces de la mesa.
—E-espere... Al menos me puedo quedar con un dulce, aunque sea así de pequeñito.—dijo el niño a Taehyung, poniendo ojos de cachorro y acomodándose aquel pañuelo sobre su cabeza.
—Eso no se va a poder... Porque te los doy todos.
Dijo Taehyung y el niño sonrió en grande, acaparando todos los caramelos entre sus pequeños brazos.
—Doctor Kim, aquí están sus pendientes.—Una enfermera, joven, se acercó a Taehyung, extendiendole una carpeta, seguida de un bolígrafo.
Taehyung la tomó e hizo los primeros pendientes escritos en el interior de la carpeta, hasta que pasada una hora, camino al pasillo donde su curiosidad crecía, y al mismo tiempo era alimentada, vio a un alfa, sentado en una silla que estaban afuera de las habitaciones, revisando su teléfono y mordiendo su labio inferior, parecía inquieto.
