Los años de preparatoria pueden ser los mejores de tu vida o también los peores. En mi caso, eran simplemente años. Años que desperdicie sin saberlo, todo por estar tan atenta a esos lindos ojos de color miel.
Leo.
Así se llama el dueño de las mariposas en mi estómago. Agh, tan solo pensar en él hace que me ponga nerviosa.
Mis días de preparatoria los he dedicado a observarlo desde las sombras y sé que es patético pero es justo lo que estoy haciendo en este momento. Sentada en una mesa aislada en la cafetería, me dediqué a observarlo. Observar su rostro, su sonrisa, sus labios...
Él no era para nada un Dios griego. Él simplemente era él. Nadie se moría por él y, de hecho, era un chico demasiado tímido y reservado. En la hora de almuerzo él siempre se sentaba solo. Quizás debido a que a nadie le interesaba sentarse a su lado. Él, la mayoría de las veces, pasa desapercibido entre la multitud.
Es probable que eso sea lo que me llame la atención de él, somos tan parecidos. Aunque Leo obviamente es mil veces mejor que yo.
Sigo observando hacia su dirección, inmersa en cada uno de los gestos que este hacía. Espero no incomodarlo con mi mirada, es solo que se me hace demasiado difícil no poner toda mi atención en él.
Desde la posición en donde yo me encontraba, se podía observar detalladamente cada una de sus facciones. Desde las pequeñas arrugas que aparecen en su nariz cada vez que mastica hasta el lunar que decora su mandibula sutilmente. En un momento dado, él decidió levantar su rostro provocando que nuestras miradas chocarán. Evité el contacto por instinto y volví a prestar atención a mi plato de comida, tratando de disimular que lo había estado observando.
Cuando me pareció una cantidad de tiempo prudente, volví a alzar la mirada, llevandome la sorpresa de que él aún no la había apartado.
Mi corazón dio un revuelco, y el nerviosismo que me había provocado ya se encontraba reflejado en mis mejillas que ahora eran de color carmesí.
Sus ojos miel me miraban con curiosidad, o tal vez simplemente me estaba juzgando. Rapidamente mis inseguridades se apoderaron de mí, por lo que no tuve más remedio que levantarme bruscamente y dirigirme hacia la salida de ese lugar, sintiendo su mirada seguirme en todo momento.
¿Por qué me estaba observando tanto? ¿Acaso también le llamaba la atención?
Una pizca de ilusión se hizo presente en mi pecho, pero fue rapidamente reemplazada por un golpe de realidad.
¿Él? ¿Interesado en mí?
¿Qué podría tener yo de especial?
Las voces volvieron a aparecer en mi cabeza mientras yo me dirigía a paso apresurado hacia el baño en busca de un poco de privacidad. Mis ojos ya se encontraban humedecidos pero yo me negaba a derramar ni una gota de mis lágrimas.
Vamos, admítelo de una vez. Nadie, pero absolutamente nadie se fijaría en alguien tan simple como tú.
La gente te ve y siente lástima.
Eres tan delgada que parece que en cualquier momento te romperás.
A los chicos les gustan las chicas con curvas y altas, no una enana escuálida como tú.
Me encontraba sentada en un rincón del baño, abrazando mis piernas con tanta fuerza como si eso fuera a callar aquellas voces que no dejaban de carcomerme por dentro. Voces que cada vez se hacían más fuertes.
Varios minutos pasaron ahí, sino es que ya había pasado una hora. No sé porqué mis inseguridades me atacaban cuando menos lo esperaba, pero siempre que lo hacían no podía reprimirlas. Porque sé que a pesar de que todo lo que dicen es hiriente, ellas no mienten. Y eso solo las vuelve más dolorosas.
Sí, soy tan débil que incluso unas voces inexistentes pueden hacerme esto.
El resto del día marchó de forma normal y aburrida. La rutina diaria se repite y yo solo espero poder volver ya a casa.
Con eso en mente me apresuré a guardar mis cosas en el bolso para poder salir de ahí y dirigirme a hacer mis quehaceres domésticos.
No había dado ni dos pasos cuando una mano se posó sobre mis hombros para detenerme. Confundida, giré mi cabeza en dirección a aquella persona y mi preocupación aumentó cuando vi a Ashly parada frente a mí.
Ella sonrió, mostrandome su perfecta hilera de dientes y sus ojos me miraron con un sentimiento que no pude descifrar.
—Tara.— Su voz era un tanto chillona, aunque no hasta el punto de ser molesta. Me preguntaba que podría querer una de las chicas más lindas de la preparatoria, porque no era normal que alguien como ella se acercara a alguien como yo. —Necesito que vengas conmigo.
De todas las palabras que pudieron salir de la boca de la pelirroja que se encontraba frente a mí, ese conjunto era el que menos me esperaba.
Ashly no era solo una cara bonita. El aura de confianza que emanaba y la forma en que te sonreía era tan atrayente que podría llamar la atención aún entre otras cien chicas más. Es por eso que ahora, viéndola con su cara de preocupación, dentro del cuarto de limpieza, y casi rogándome por hacerle un favor, no podía siquiera reconocerla.
—De verdad que necesito tu ayuda, eres la única que puede hacerlo.— Ella colocó sus manos sobre mis hombros. Sus intensos ojos de color esmeralda me miraban como si estos pudieran penetrarme.
—Eh, no he terminado de comprender del todo.— Intenté sonar lo más calmada posible, pero en realidad toda esta situación me daba un mal augurio.
—Tara, solo tú puedes ayudarme. Prometo darte lo que me pidas, a cambio de esta pequeña ayuda.
No tenía nada en especial que yo pudiera pedirle a Ashly, pero esos ojos vibrantes me miraban como si yo fuera su única salida en esos momentos, incluso podía ver la desesperación dibujarse en el iris de estos. Ella no necesitaba convencerme, porque desde que me vio con su rostro suplicante, sabía que yo no tenía más remedio que aceptar.
—Está bien, lo haré.
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Y ese fue el segundo capitulo de mí primer libro.
Voy lento y sin experiencia, así que tenganme paciencia.¿Qué les pareció?
¿Cuál creen que haya sido el favor que Ashly le pidió a Tara?
En fin, chayito.
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Letras Sobre Él.
Teen Fiction"-Sé que me notaste, pero ¿Acaso tus suspiros estaban dirigidos a mí? ¿Era yo en quién pensabas cuando tus labios deseaban alguna compañía? No es necesario que respondas, porque sé la respuesta. -No, no la sabes. Porque en mi mente y corazón hay un...