Segundo capítulo

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Los dos sabemos que esto está mal.
Lo sabemos pero parece resbalarnos, ¿Dónde es que esto termina y dónde comienza? ¿Cuáles son los límites que establecimos?

La mesita de luz de tu pieza tiene un vaso casi vacío de whisky, un cenicero, un velador apagado, un paquete de Marlboro rojo. Acariciás mis hombros y espalda delicadamente, me encuentro recostada boca abajo, la mitad de mi pecho sobre el tuyo, y sólo hay silencio. Silencio de esto que nos es tan vergonzoso, tan íntimo e humillante; que es completamente nuestro. Cómplices.

Sólo cuando borracho me tocás así, me besás así, me deseás así. Sólo cuando borracho y bajoneado, cuando solo. Tenés veinte años de solo y yo soy sólo una simple niña en tus ojos sobrios.
Sin embargo, me deseás. Pienso en si yo te deseo, si no hago esto para que luego me debas el favor. Es algo tan tuyo cumplir promesas...

Y soy una vergüenza, para vos, para tus amigos -que también son mis amigos. A los ojos del mundo debería sentirme apenada. Pero acá estoy, y acá estás, y no nos queda otra que recurrir a nuestros vicios para sobrellevar esta situación generada por un sentimiento que nos es propio pero del que debemos avergonzarnos, porque nadie nunca entendería lo malo que es esto.

Tomás un sorbo, sollozás un poquito más, yo sólo puedo escucharte y sentir mi corazón estrujarse; nadie nunca entendería lo malo que es esto, lo malo que es esto para los dos.

~

Por la mañana despierto queriendo olvidar. Marcho hacia la cocina a pasos silenciosos y, a medio camino, te encuentro tirado sobre el sillón, dormido, con un par de botellas ordenadamente distribuidas en el suelo alrededor de la -y en la- mesita de café. El sol te ilumina y sos tan hermoso y sensible, tan bello y vulnerable. Y te observo, casi llegando al portal de tu casa, buscando los tacones rojos en la entrada, donde unos zapatos negros de vestir yacen y me hacen sentir profunda angustia. Cómo me gustaría que pudiéramos mostrar esto: estos zapatos alineados; esta entrada de casa; este sentimiento. Me encantaría gritarlo. Pero está tan mal. Nadie nunca lo entendería (ni nosotros mismos).

~

Tu mano se siente tan cálida, tan bien -y esto está tan mal. Nuestros amigos nos miran cómplices, sólo aquellos que saben tratan de comprender (no sé si nos entienden completamente, pero lo intentan). Y desde que me diste esa sortija decorada con rubí (tan predecible), las personas no paran de hacernos preguntas sobre nuestra relación, ¿Qué se supone que responda entonces?
"Esto está tan mal" no paro de repetir en mi cabeza, "tan mal pero se siente tan familiar, tan doméstico, tan como en casa".
Me mirás con tanto aprecio, con tanto amor, que no sé qué hacer conmigo misma.
Tan abierto, tan vulnerable, frágil, débil. Y yo estoy tan corrompida.

M. Y.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora