Prólogo

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Un fuerte silbido fue el único preludio que tuvo antes del desastre, un  fuerte estruendo golpeo sus oídos mientras una gran nube de polvo se alzaba sobre ella, el olor que desprendía la madera al ser quemada se esparció rápidamente por todo el lugar inundando sus fosas nasales.- ¡Madre!- . Intento gritar pero su voz se vio ahogada ante el retumbar de un edificio de piedra que se derrumbaba sobre sus cimientos.

-¡Tarya! – . El grito de su hermana resonó en sus oídos, seguido de una gran ola de gritos y lamentos que  llegaban desde todas las direcciones. Intento ponerse en pie pero no pudo evitar tropezar, su visión era borrosa y los latidos acelerados de su corazón le impedían pensar con claridad. Su respiración era acelerada, había perdido el control sobre su cuerpo y los temblores se habían apoderado de ella.

Intento levantarse nuevamente pero sus piernas temblorosas se lo impidieron. Escucho otro silbido. Antes de que se diera cuenta había caído en la desesperación. No escuchó el impacto, su cabeza daba  vueltas, un fuerte zumbido azotaba sus oídos. Una nube de polvo se alzo para envolverla nuevamente.

-¡Tarya!, ¡Tarya!, ¡Tarya!-  escuchaba lejanos los gritos de su hermana. Bajó la mirada, buscando desplomarse sobre el suelo, la fuerza había abandonado su cuerpo. Volvió a escuchar su nombre mientras una mano se cerraba alrededor de su brazo. Un fuerte tirón la sacudió por completo, antes de que se diera cuenta se había puesto en pie.

Cuando volvió en si los sonidos se hicieron más claros, personas gritando por todas partes, la toz de su hermana  mientras la sacaba a  rastras de la habitación, el sonido de la piedra chocando contra el suelo a gran velocidad levantando nuevas olas de gritos. La casa había sido inundada por una densa ola de polvo, no podía observar nada con claridad más allá de sus propias manos. Las escaleras estaban llenas de pequeños trozos de piedra que se le enterraban en los pies cada vez que pisaba un nuevo escalón.

– ¡Sonnet!-Tarya grito. – ¿¡Qué está pasando!? –

–Nos atacan, nos están atacando Tarya, debemos correr, debemos huir –

-¿Quién? ¿A dónde?-  Intento decir, pero tras ver el pálido rostro de su hermana entre la nube de polvo se guardo sus inquietudes para sí y aun temblando siguió corriendo tras ella.

El piso inferior se encontraba completamente destrozado, una roca del tamaño de cuatro veces la cabeza de un hombre había atravesado la pared exterior de piedra y ahora reposaba en medio de la sala, había un gran agujero en la pared, la luz que entraba por él atravesaba el gran manto de polvo, guiándolas hacia el exterior.

Atravesaron el agujero en la pared, pasando sobre los escombros de la sala. Personas gritaban y maldecían por todas partes, la visión del exterior  le revolvió el estomago a Tarya. El fuego azotaba los edificios de madera, los de piedra estaban tan destrozados que parecía que se vendrían abajo en cualquier momento.
Decenas de cadáveres se amontaban en las calles, cadáveres de conocidos y desconocidos por igual se encontraban incinerados o aplastados  por los escombros de algún edificio. -¡Corred, corred!-  Gritaba un hombre mientras corrían hacia la calle principal seguido de una decena de personas pálidas que corrían a su espalda.
-¡Corre!- grito su hermana jalándola del brazo. Tarya intento gritar pero el miedo ahogaba sus palabras en su garganta. -¡Padre, donde esta padre!-, Al fin logro decir. – su hermana no respondió y siguió corriendo, Tarya cerró los ojos sintiendo como un liquido subía por su garganta, su estómago había llegado a su límite. Su hermana se volteo bruscamente luego de sentir como Tarya tiraba de su mano para luego soltarla.

Cayó sobre sus rodillas, apoyando ambas manos contra el suelo. Entre violentas arcadas y temblores Tarya expulso todo lo que había en su estomago, empapándose las manos y las faldas del vestido. Su hermana se agacho rápidamente junto a ella, tratando de calmarla acariciando sus hombros por unos segundos para luego tomarla del  brazo y volverla a poner de pie.

Un sudor  frio recorría su espalda, sus piernas temblaban bajo ella como un par de banderas izadas al viento, su único deseo era tirarse al suelo y quedarse allí hasta que todo acabara, pero su hermana se lo impedía. Cientos de personas se abalanzaban hacia el este por la calle principal.       – ¡La han derribado!- Gritaba una persona. -¡Corred hacia al puerto!- gritaba otra, era imposible saber a quién pertenecían las voces.

Su hermana empezó a correr siguiendo la corriente de personas. Corrieron lo mas pegadas a las paredes que les era posible, el camino estaba repleto de personas y carromatos que intentaban abrirse paso entre la multitud. Se escuchaba el sonido de las trompetas provenientes del oeste.

- ¡Corred hacia la puerta norte!, grito de uno de los hombre que conducían un carromato que portaba el estandarte de la casa Bahari, un barco de velas negras y blancas navegando sobre un mar oscuro. Nadie mostro signos de haberlo escuchado.

Al llegar al puerto se hizo visible la imagen de la compuerta del este, el gran portón de madera se encontraba abierto de par en par, una ola de personas pasaba corriendo bajo el gran arco de granito que daba paso al camino de las tierras costeras. El puerto estaba abarrotado de personas que buscaban escapar de la ciudad en sus pequeños botes pesqueros. Grandes barcos de guerra  zarpaban desde la zona oriental del puerto hacia el mar abierto.

Decenas de soldados custodiaban las murallas y trataban de poner orden entre las personas que abandonaban la ciudad. Los carromatos y personas sobre caballos y mulas atravesaban la compuerta siguiendo una larga fila que se había formado en el centro del camino mientras a sus lados grandes grupos de personas avanzaban entre gritos, maldiciones y empujones. Tarya sentía la mano de su hermana apretando con fuerza su muñeca mientras pasaban por debajo del arco.-¡agh!- sintió una punzada de dolor extendiéndose por todo el cuerpo desde su hombro cuando chocó con una roca saliente  del muro mientras era empujada por la multitud.

El camino fuera de la ciudad estaba mucho más despejado, pocas personas tenían intención de seguir el camino, corrían a grandes grupos hacia los prados. -¡¿A dónde creéis que vais?!, ¡Debemos seguir el camino hacia la capital, ¡Solo allí estaremos seguros!- Grito una mujer a un grupo de personas que corrían fuera del camino. -¡¿Acaso eres idiota mujer?!. Le respondió un hombre deteniéndose al borde del camino sobre su caballo.  ¡Todos moriréis si seguís los caminos!, ¡¿acaso crees que esta es la única ciudad bajo ataque?! !Estoy seguro de que todas lo están!, ¡e incluso algunas ya habrán caído!, ¡nadie resiste el poder de la tormenta!, ¡todos moriréis , todos moriréis si vais hacia las ciudades!.

Su hermana tiro de ella, corrieron colina arriba siguiendo el camino. Sus piernas colapsaron, calló sobre la hierba a un lado del camino, había llegado a su límite, no podía seguir corriendo, los temblores estaban volviendo pero esta vez no eran de temor, sintió como sus intestinos se aflojaban, su hermana la llamaba a su lado, todo empezó a oscurecerse, los sonidos se volvieron ecos y por un momento no sintió nada más que las gotas de sudor que envolvían su cuerpo.

Entonces alzó la mirada y por unos segundos comprendió las palabras del hombre “todos moriréis”. Más allá del borde la colina, en lo más lejano del océano, bajo el horizonte, se acercaba una gran línea de barcos, decenas de barcos con grandes nubes grabadas en sus velas se acercaban a la ciudad. Escucho su nombre,y luego todo se oscureció, su conciencia desapareció.

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Una melodía oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora