Al caer la tarde

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Todo el día se la paso buscando al autor de dicha misiva sin encontrar al responsable, pues su instinto le decía que no había sido una mujer, si no un hombre.

Y su instinto jamás le fallaba.

Con pensamientos asesinos regreso a la cabaña, y apenas llego ahí, abrió la puerta de golpe, haciendo que Marín la mirase un tanto sorprendida. La Amazona estaba sentada en la mesa cenando.

—Dime que tú no tuviste nada que ver con la maldita carta o juro que... —gruño apenas estuvo frente al Águila.

—No sé de qué me estás hablando. —le interrumpió la mujer, volviendo la vista a su plato.

—¿Me lo juras? —siseo, apoyando ambas manos en la madera, inclinada frente a Marín como si fuese un animal apunto de lanzarse a su cuello. La Amazona de Águila solamente la miro con aburrición.

—¿Qué ganaría con mentirte?

La sinceridad teñía las palabras de la pelirroja y a Shaina no le quedo más que creerle.

—¿Quién te dio la carta? —cuestiono, intentando controlar su voz. Se sentó frente a ella, sin quitarle la vista de encima.

—Llego a mi buzón que está en la cabaña de operaciones, venia dentro de otro sobre con mi nombre. En cuanto lo abrí y vi tu nombre supe que no era para mí.

—Obviamente. —se burló la peliverde, a lo que la otra la ignoro.

—Supuse que me la mandaron a mi porque tú te negaste a recibir el buzón que te correspondía. Solamente le envías cartas a Giste y ella es igual o mas seca y cortante que tú. Es obvio que ella nunca te va a responder.

—¿La leíste? —dijo, intentando no enojarse más por lo que le acababa de decir.

—Claro que no.

Con violencia dejo la carta sobre la mesa, golpeando varias veces con el dedo índice el pedazo de papel.

—¡Léelo! —ordeno Shaina.

Marín aparto el plato frente a ella y tomo la arrugada carta, carraspeo y con voz alta y clara leyó el contenido.

—Y bien... ¡¿Qué opinas de eso?! —preguntó Shaina, una vez que Marín termino de leer su humillación, claramente furiosa. Su ceño fruncido y las venas enmarcadas en su rostro y cuello la delataban —¡¿Qué opinas?!

—¿Que qué opino? —preguntó Marín en tono sereno. La mujer asintió frenéticamente, apretando los puños.

La pelirroja alzo una ceja, mirándola de arriba abajo. Analizándola.

—Que es verdad. —fue su veredicto final.

Una carta para ShainaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora