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 Ambos hermanos observaban al chico de pelo rosa frente a ellos, quien tenía una mirada curiosa

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Ambos hermanos observaban al chico de pelo rosa frente a ellos, quien tenía una mirada curiosa.

Itadori seguía sin comprender quienes eran ese par. A pesar de que se habían presentado, no entendía porqué lo buscaban a él, y justo ahora, cuando se encontraba de luto.

Un muchacho alto y de cabello oscuro le pedía hablar a solas, mientras que detrás de él, una chica idéntica y de mirada perdida lo seguía, ella parecía muy absorta en su mundo. La recordaba de alguna parte, pero no sabía de donde. Se acercaron a una de las salsa de esperaba que se encontraba vacía.

—¿Sabes? Estoy de luto. —mencionó Itadori, recostándose de un mueble.

—Lo sentimos mucho, pero no hay tiempo. —habló el más alto, acercándose un poco.

La chica solo miraba a su alrededor.

—Entréganos el objeto maldito. —pidió el azabache. Itadori frunció el ceño.

—Es muy peligroso. —agregó la chica, hablando por primera vez. Itadori ahora estaba más confundido.

—¿Objeto maldito? —cuestionó. El chico que se había presentado como Fushiguro Megumi, asintió, sacando su celular.

—Si, este. —y mostró una imagen de aquella cosa, un tipo de talisman guardado en una caja. Itadori levantó las cejas, comprendiendo.

—Ah, eso —reflexionó, rebuscando en su bolsillo—. Tómenlo, no me interesa. Pero a mis amigos les gusta mucho.

Que sencillo había sido. Itadori creía que iba a estar en graves problemas, y sin embargo, no fue así. Pero lástima que los dos se alarmaron al ver que aquella cajetilla de madera estaba vacía, y aquella presencia solo eran rastros del objeto. La chica tomó la caja en manos y la examinó.

—¿Donde está? —inquirió con inquietud. Itadori se encogió de hombros.

—Les he dicho que mis amigos lo tienen. Dijeron que iban a desarmarlo o algo así. Están en el colegio.

El más alto escupió una maldición y lo soltó, pues lo había tomado por el cuello de la camisa por si no quería hablar.

—¿Qué? ¿Acaso es algo malo? —Cuestionó el muchacho de pelo rosa, ya tenía algo de información sobre porqué era importante esa cosa, pero seguía sin comprender porqué tanto escándalo.

Las maldiciones, los hechiceros... todo eso, era nuevo, y ese par solo le habían explicado por encimita. El chico lo miró, su rostro denotaba pánico y furia.

—Si, ellos... podrían morir. —dijo antes de empezar a correr, seguido de la chica.

Los tres corrieron hasta el colegio de Sugisawa, donde se encontraron que ya habían varias maldiciones. El par de hermanos habían hecho lo posible, pero ahora se encontraban entre la espada y la pared; adoloridos y malheridos, sin poder hacer nada, con una maldición quizás de categoría dos frente a ellos, a punto de matarlos.

Para mayor sorpresa y molestia su salvación fue aquel chico de pelo rosa que habían buscado. Le habían pedido que huyera con el otro par, y aún así volvió, atacando la maldición que había salido del techo. Y para mayor colmo, se había comido el dedo de Sukuna.

Megumi cubría a su hermana de aquella cosa que parecía Itadori, aunque en realidad no lo era. Risas macabras se escucharon y aquel tipo que utilizaba el cuerpo del adolescente, comenzó a parlotear como loco, albando aquella época donde niños y mujeres se arrastraban cuan gusano. Umi no podía creer lo que veía, cuando Itadori Yuuji tomó de nuevo el control de su cuerpo. Aún recordaba como minutos atrás había negado totalmente la posible existencia de alguien que sirviera como recipiente.

—¿Que? ¿Se come? —cuestionó el de cabello rosa, observando el dedo en las manos del azabache.

—No, idiota. Es para obtener energía maldita —refunfuñó la menor—. Solo las maldiciones pueden comerlos. Es imposible que un cuerpo humano tolere tanta energía... hay dos opciones: o mueres por exceso de ella (lo que le pasaría a cualquiera), o te convertirías en un recipiente, pero eso nunca va a pasar.

Había aprendido algo nuevo. Nunca decir nunca.

𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐋𝐈𝐅𝐄  ︴𝐈𝐓𝐀𝐃𝐎𝐑𝐈 𝐘𝐔𝐔𝐉𝐈 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora