Pecas

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Caminaba con tranquilidad por los pasillos del imponente castillo, aún era temprano, el sol apenas comenzaba a mostrar sus cálidos rayos y algunos animales seguían dormidos.

Llegó hasta la cocina, el lugar comenzaba a tener vida desde muy temprano, los cocineros eran quienes se levantaban antes que todos. Saludó a los trabajadores mientras se adentraba en las cuatro paredes, algunos le devolvieron el saludo, otros simplemente lo ignoraron, demasiado concentrados en sus trabajos.

A pesar de todo el alboroto, el joven permanecía tranquilo e imperturbable, caminó hasta alcanzar una bandeja de plata con comida servida, el desayuno del joven príncipe, sonrió de manera casi imperceptible solo por pensar en el apuesto heredero. Sin esperar más, tomó la bandeja entre sus manos y salió de la cocina, comenzando así un nuevo recorrido.

Durante su caminata se topó con algunos trabajadores de limpieza y algunos guardias que resguardaban el castillo, a ellos ni siquiera se molestó en saludarlos, pues sabía que no le regresarían el saludo.

Llegó hasta quedar frente de una enorme puerta de roble, tocó dos veces para anunciar su presencia y luego entró en el lugar.

La habitación a la que entró permanecía oscura gracias a las gruesas cortinas que cubrían las ventanas, caminó por la habitación sin necesidad de iluminación, pues se sabía de memoria el lugar, dejó la bandeja con alimentos sobre una pequeña mesa y se dirigió hacia las ventanas, movió las cortinas y dejó que la luz del sol entrara al enorme cuarto.

No escuchó ningún quejido o réplica, eso sólo significaba una cosa.

Él no estaba dormido.

—No tienes idea de lo maravilloso que es despertar y que lo primero que vea por la mañana seas tú — dijo con voz dulce y alegre.

Sus mejillas se colorearon y observó al príncipe que aún estaba acostado sobre su cama.

Un sonriente rubio de bellos ojos verdes lo observaba con una mirada coqueta.

Apartó su mirada y caminó hacia el enorme ropero —Debemos darnos prisa, hoy será un día muy agitado — habló con serenidad, pero en realidad se encontraba nervioso, si no lograba controlarse, sabía que el príncipe lo descubriría.

Escuchó la risa del principe a sus espaldas —Estás nervioso — afirmó.

Él no le contestó, escuchó como el colchón se removía, pero se negaba a voltear su mirada, ocupándose en sacar las costosas ropas del noble.

—Por favor, Yamikumo — dijo mientras lo abrazaba por la espalda y lo apegaba a su cuerpo —No me ignores y mírame — pidió amablemente.

El chico de cabello negro y ojos rojos se sonrojó, con lentitud se dió la vuelta y enfrentó el dulce rostro del principe.

El rubio sonrió y tomó el rostro del chico entre sus manos, acercó su rostro y depositó varios besos sobre las mejillas del joven, creando un puente de besos que pasaba por sobre su nariz.

—A-Alteza, no creo que —

—No me llames así — lo interrumpió el príncipe, su voz sonó tan fría como el invierno.

El joven de ojos rojos pasó un poco de saliva —Gogo — lo llamó en un susurro.

El rubio sonrió satisfecho —Mucho mejor — retomó su tarea de depositar besos sobre las mejillas del otro.

Yamikumo cerró sus ojos al sentir los labios del principe en sus mejillas, los besos se volvían cada vez más lentos y largos, la sensación le encantaba, pero sabía que no podía permitirlo.

Pecas [One shot - KatsuDeku/YamiGogo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora