ver. Completa

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Yongsun trabajó toda su vida en una ferretería del centro. A las ocho y media de la mañana llegaba a la parada del autobús y tomaba el primero, que no tardaba más de diez minutos. Moonbyul también durante toda su vida en una mercería. Solía coger el autobús tres paradas después de la de su mayor y se bajaba una antes.

Debían salir a horas diferentes, pues por las tardes nunca coincidían.

Jamás se hablaron. Si había asientos libres, se sentaban de manera que cada una pudirá ver a la otra.

Cuando el autobús iba lleno, se ponían en la parte de atrás, contemplando la calle y sintiendo cada una de ellas la presencia de la otra.

Cogían las vacaciones en el mismo mes, agosto, de manera que los primeros días de septiembre se miraban con más intensidad que el resto del año. Yongsun solía más morena que moonbyul, que tenía la piel muy blanca y seguramente algo delicada. Ninguna de ellas llegó a saber jamás como era la vida de la otra: si están casadas, si tenían hijos, si eran felices.

A lo largo de todos aquellos años se fueron lanzando mensajes no verbales sobre los que se podía especular ampliamente. Moonbyul, por ejemplo, cogió la costumbre de llevar una novela en el bolso que aveces leía o fingía leer. A yongsun le pareció eso un síntoma de sensibilidad al que respondió comprandose todos los días el periódico. Lo llevaba abierto por las páginas de internacional, como para sugerir que era una mujer informada y preocupada por los problemas del mundo.

Si alguna vez, por la razón que fuera, Moonbyul faltaba a esa cita no acordada, Yongsun perdía el interés por todo y abandonaba el periódico en un asiento del autobús sin haberlo leído.

Así, durante toda una temporada en que Moonbyul estuvo enferma, Yongsun adelgazó varios kilos y descuidó su aseo personal hasta que le llamaron la atención en la ferretería: alguien que trabaja en público tenía la obligación de afeitarse a diario.

Cuando al fin regresó, las dos parecían unas resucitadas: Moonbyul, porque había sido operada vida o muerte de una perforación intestinal de la que no se había quejado para no faltar a la cita; Yongsun, porque había enfermado de amor y melancolía. Pero a los pocos días de volver a verse, ambas ganaron peso y comenzaron a asearse para la otra con el cuidado de antes.

Por aquellas fechas, yongsun ascendió a encargada de ferretería y se compró una agenda. Entonces, se sentaba tan cerca como podía de Moonbyul, la abría, y con un bolígrafo hacía complicadas anotaciones que sugerían muchos compromisos. Además, comenzó a llevar corbata, lo que obligó a moonbyul, que siempre había ido muy arreglada, a cuidar más los complementos de sus vestidos, en aquella época ya no eran jóvenes, pero moonbyul comenzó a ponerse unos pendientes muy grandes y algo llamativos que a Yongsun la volvían loca de deseo. La pasión, en lugar de disminuir con los años, crecía alimentada por el silencio y la falta de datos que cada una tenía sobre la otra.

Pasaron otoños, primaveras, inviernos. A veces llovía, y le viento aplastaba las gotas de lluvia contra los cristales del autobús, difuminado el paisaje urbano. Entonces, Yongsun imaginaba que el autobús era la casa de las dos. Había hecho unas divisiones imaginarias para colocar la cocina, el dormitorio de ellas, el cuarto de baño. E imaginaba una vida feliz: ellas vivían en el autobús, que no paraba de dar vueltas alrededor de la ciudad, y la lluvia o la niebla las protegía de las miradas de los de afuera.

No había navidades, ni veranos, ni semanas santas, todo el tiempo llovía y ellas viajaban solas, eternamente, sin hablarse, sin saber nada de si mismas. Abrazadas.

Así fueron haciéndose mayores, envejeciendo sin dejar de mirarse. Y cuanto más mayores eran, más se amaban; y cuanto más se amaban más dificultades tenían para acercarse la una a la otra.

Y un día a Yongsun le dijeron que tenía que jubilarse y no lo entendió, pero de todas formas le hicieron los papeles y le rogaron que no volviera a la ferretería. Durante algún tiempo siguió tomando el autobús a la hora de siempre, hasta que llegó al punto de no poder justificar a su mujer esas raras salidas.

De todos modo, a los pocos meses también Moonbyul se jubiló y el autobús dejó de ser su casa.

Ambos fueron languideciéndose por separado. Yongsun murió a los tres años de jubilarse y Moonbyul murió unos meses después.

Casualmente fueron enterradas en dos nichos continuos, donde seguramente cada una sentía la cercanía de la otra y sueñan que el paraíso es un autobús sin paradas.











Fin...

Espero les haya gustado :3
Si está triste :'c pero muy bonito.

Shaoxd

El paraíso era un autobús [ moonsun ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora