Prólogo

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Una vez más me encuentro al borde del precipicio. ¿Por qué se empeñan todos en dejarme atrás? Ahora tendré que seguir por mi cuenta ¡y de qué manera!

Admito que no ha sido muy bueno por mi parte dejar tantas asignaturas en junio repitiendo de ese modo la historia de la última vez. ¡Pero entonces creí que podría superarlo! Y me aferré a ese pensamiento con toda mi alma. Fracasé. Tal y como parece que sucederá el próximo mes de septiembre. Pero no voy a venirme abajo tan fácilmente. Ya he superado cosas peores, creo…

Ahora mismo me encuentro sentado en un banco de piedra al lado de la autopista que sale de Los Angeles. Resulta que todo forma parte del plan de mis padres; dicen que están hartos de guerrear conmigo y que necesitan tomarse un descanso urgentemente. Con esa excusa tan poco imaginativa, han decidido dejarme todo el verano en el pueblo de mis tíos. Supuestamente, el objetivo es que aprenda a vivir en un ambiente distinto a la ciudad y de paso, en palabras de mi madre: “madura un poco de una vez”.

Y eso que creo que a mis quince años tengo más sentido común que la mayoría de idiotas del instituto.  Además, mis padres ya se podían haber currado más la excusa para abandonarme en casa de sus parientes. Porque no sé los demás, pero si alguien de mi familia se presentase en mi casa con un chaval adolescente y me dijera que se marcha a París un mes, que por favor me haga cargo del chico durante ese tiempo, no dudaría un instante y le daría con la puerta en las narices por muy “amigo” que fuera de mi familia.

Y es que ya es una faena quedarse con gente tan rara. Empezando por el tío Phil, que a regañadientes accedió a proporcionarme un hogar estas vacaciones. No sé por qué le preocupa que me quede con él y su familia. Es cierto que él y yo siempre estamos discutiendo, pero como se dedica a la agricultura pasa poco tiempo en casa. Supongo que no nos veremos tan a menudo… o eso espero.

Mi tía Nora es diferente. Es más tranquila en cuanto al carácter. Si no está de acuerdo con lo que haces no te grita ni te regaña, simplemente no te dirige la palabra en un mes. Siempre está protegiendo a Bertha, su hija de nueve años. La tiene en un pedestal y es muy protectora con ella. La cría no es idiota pero si sigue así, acabará siéndolo. Y sobre todo si sigue el ejemplo de su hermano mayor Geoffrey.

Geoffrey tiene catorce años pero se comporta como si fuera más pequeño. Lo que más me fastidia es que siempre me ha estado copiando en todo. Como si yo fuese una especie de modelo a imitar. Y como tengo un carácter digamos peculiar, con eso me gané las miradas de reproche de mis tíos y más de una regañina por parte de mis padres. Pero siendo realista, ¿qué culpa tengo yo de que Geoffrey no tenga suficiente personalidad propia?

Estaba pensando en todo esto cuando por fin, con media hora de retraso distinguí el viejo y abollado Land Rover de mi tío. ¿Cuántos años tendría ya ese cacharro? Tía Nora iba al volante. Y en el momento en el que el coche se detuvo ante mí, supe que este sería un verano muy largo.

Asesinatos en el gallineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora