Papá llamó para informarme que mi vuelo salía al día siguiente después de clases. Lo que restó de la tarde me escondí en la recámara intentando estudiar para el examen del sábado. El temario estaba fácil, era una pequeña distracción y me aferré a ella como a un clavo ardiente. Mi madre me subió la cena y no se fue hasta que la terminé. Continué haciendo los ejercicios hasta el amanecer, no supe a qué hora el sueño me venció.Desperté con los papeles alrededor revueltos. Me duché y vestí como una autómata. Salí de casa a tiempo, pasé por mis amigos y llegamos puntualmente. Me dirigí a mi casillero y empecé a sacar los libros para la primera materia sintiendo una enorme y absoluta indiferencia.
—Kya... —Mis manos comenzaron a sudar al escucharlo, lo vi al entrar, pero no pensé que se acercaría. El día anterior no lo hizo por lo que llegué a pensar que no lo volvería a hacer aun con el dolor que eso implicaba en mi alma. Cerré lentamente el locker sintiendo como siempre, mi corazón palpitar alocado. Ahí estaba recargado con la mirada completamente vidriosa, parecía no haber dormido en días y sus ojos no tenían la luz que solían reflejar. Liam se encontraba al igual que yo: devastado—. ¿Puedo... hablar contigo? —su voz era raposa y plana. Negué agachando la cabeza, no soportaba verlo así—. Serán unos minutos... Lo prometo —me mordí el labio sin saber qué contestarle, se acercó a mí en reacción a aquel gesto que lo volvía loco, que demostró millones de veces, no podía resistir. Puse una mano en su pecho deteniéndolo, sabía que si lo hacía estaría perdida.
—No —Cerró los ojos sin moverse, la descarga que produjo tocarlo, fue aún peor. Tomó mi mano y la sostuvo ahí por unos segundos como saboreando la sensación de mi tacto—. Tengo que irme —logré decir sin saber cómo. Abrió los ojos y los clavó en los míos.
—Tú... me amas... Lo sé, lo veo. Lo... siento —quité mi mano rápidamente.
—Deja eso... por favor, Liam... te lo suplico.
—¿Irás a Monterrey? —Asentí apretando los libros a mi pecho con ambas manos—. ¿Estás decidida?
—Sí —susurré. Pasó sus manos por el cabello desesperado.
—Dime si puedo hacer algo para que cambies de opinión, Kyana... por favor, te lo ruego —Cómo lamentaba escucharlo así; desesperado. Estaba convencida de que si le decía alguna locura, la haría y eso me rompía aún más.
—Nada, Liam, nada va a hacer que lo haga, estoy decidida... Lo siento.
—Me estás volviendo loco... te lo juro. Por mucho que intento no puedo entender qué fue lo que ocurrió, por qué estás haciendo todo esto. Lo nuestro era... perfecto... teníamos planes... nos amamos... no comprendo. Kyana, no ves que tomaste todo de mí, no me dejaste nada, me estás destrozando, ¿no te das cuenta? —de verdad parecía confundido, perdido, desolado.
—Tengo clase... —logré decir sin llorar, el nudo regresaba peligrosamente, pero ante él no podía derramar una sola lágrima más. Tenía que ser fuerte. Recargó una mano con el brazo extendido sobre el casillero donde hacía un momento se había apoyado y bajó la vista.
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Muy profundo © COMPLETA
Romance¿Y si te enamoras de quien no es la mejor opción para ti y puede compicarte la vida entera? Kyana debe mudarse al otro lado del país, con apenas dieciocho años y una vida que, hasta ese momento, fue tranquila, fácil y feliz. Lo cierto es que daría t...