moth to a flame

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OS ; 1.6k palabras

Su vida no cambió demasiado después del matrimonio, y es que en realidad el único cambio fue cómo las personas se refrerian a ambos

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Su vida no cambió demasiado después del matrimonio, y es que en realidad el único cambio fue cómo las personas se refrerian a ambos. Fuera de eso, cada quien hacía lo que debía hacer y para cuando la noche caía, se llamaban por apodos carentes de sentimiento para Kaoru.

Sin embargo; no era infeliz. Su esposo nunca había hecho algo para hacerlo sentir de esa manera y probablemente no lo haga jamás. Conocía a Ainosuke demasiado bien cómo para saberlo con certeza y, no importara lo que él hiciera, ante los ojos de su esposo Kaoru era casi un santo.

Cada mañana se levantaba primero y preparaba el desayuno para ambos. Ainosuke por su ajetreada agenda no podía compartir ni siquiera unos minutos para estar juntos así que solo se limitaba a tomar lo que Kaoru le dejaba para llevar a su trabajo, una despedida salía de sus labios y posteriormente la puerta principal se escuchaban cerrarse haciendo eco en la enorme casa.

A partir de ese momento Kaoru quedaba sólo hasta altas horas de la noche que regresaba su esposo.

Podría decirse que mientras Ainosuke no estaba, el contrario era más feliz al no tener que sentirse obligado a ser y comportarse cómo el esposo que tanto se le exigió ser.

Abría los cajones de su habitación en búsqueda de fotografías y que después colocaba en una caja debajo de la cama matrimonial. De vez en cuando iba a verlas, bebiendo un té de jazmín y recordando su adolescencia al lado de su actual esposo y, por supuesto, de Kojiro.

Así también ver esas fotografías le traían recuerdos que no iba a olvidar, cómo cuándo dió su primer beso. Kojiro le preguntó un día que veían el mar el que se sentía besar a alguien con picings y el contrario no dudó un solo segundo en desparecet su duda. Río algo nervioso sin haber pensado en que eso definiría lo que vendría después.

Los años lo convirtieron en un hombre físicamente atractivo, pero conservando esa personalidad amable que tanto le gusta. A veces el simple hecho de pensarlo aumentaba sus ansias de querer llamarlo, hablar horas y horas sobre cualquier cosa.

Podía llamar cuando quisiera porque Kojiro le dijo que siempre estaría para él. Y esas palabras eran su criptonita.

A comparación de su esposo, todo lo que Kojiro decía lo sentía más único y verdadero y por ello le encantaba escucharle decir eso cada que podía.

La primera vez que se lo dijo eran muy jóvenes, pero lo recordaba con claridad, pues le era imposible olvidar el día en el cual se dió cuenta que estaba locamente enamorado de él. Verse uno al otro después de eso fue mágico.

No estaba seguro de si en realidad fueron algo más que amigos, de lo que si estaba seguro es que no hacían cosas de amigos. Eran jóvenes, les llenaba de adrenalina de hacer cosas a escondidas y eso conllevó a otras situaciones.

Entre muchas de esas situaciones, llegaron a tener su primera vez. Kaoru no olvidaría como su tocado con tanta delicadeza, casi como si el más alto no quisiera romperlo o lastimarlo. Los besos fueron los más lentos y agonizantes debido a la temperatura de sus cuerpos. En cualquier momento perdería la cabeza tan solo con un tacto. Kojiro parecía un sujeto rudo a simple vista, pero era todo lo contrario.

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