Parte 3

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Trotaba cuesta arriba con la respiración agitada, intentando llegar con rapidez a su propio negocio que Greco había abierto hace ya más de una hora. Cada día agradecía más a su "yo" del pasado por haberse decidido en darle una copia de las llaves del local. Respiró hondo y abrió la puerta vidriada, oyendo casi en seguida como la campanita que estaba sobre ésta sonaba anunciando su entrada.

—Hasta que te dignas en aparecer, ¿eh? —molestó Greco mientras terminaba de pasar la tarjeta de débito de uno de los clientes para cobrar su cuenta—. ¿Cómo está Horacio? —por fin su vista se levantó de la pequeña máquina, cortando el recibo y tomando la tarjeta.

—Igual que siempre —respondió colándose detrás del mostrador, dejando sus cosas y terminando de arreglarse superficialmente para poder comenzar a trabajar con una imagen un poco más aceptable que la que su pequeño maratón le había dejado.

—¿Y cuándo lo traerás aquí? Que yo también quiero conocer al tío que te trae loco —molestó antes de alejarse para pedirle la firma y devolverle sus pertenencias a la muchacha de la mesa cuatro, dejando a Volkov con la rápida -y nerviosa- respuesta atorada en la garganta hasta que el castaño se dignara en volver.

—Sabes- sabes que es... tímido y-

—Y no suele salir de su casa seguido y que siempre que se encuentran es en su casa, ya, lo sé, —respondió con hartazgo, habiéndose aprendido de memoria la horrenda excusa que su amigo le daba cada vez que le preguntaba por aquel muchacho— pero al menos convéncelo de venir aquí, Volkov, no sé, algo, que tampoco te voy a robar al novio, por el amor de Dios —habló mientras el ruso terminaba de tomar y entregar una orden.

—No es mi novio —corrigió rápidamente y Rodríguez ni se dignó en ocultar su molestia que pronto fue reemplazada por una sonrisa burlona.

—Ya, pero te encantaría —Viktor no dijo nada, dejando más que clara que la afirmación de Greco era algo que de verdad deseaba.

—Gracias por venir —saludó por lo bajo el dueño a uno de sus tantos clientes regulares que compraban el típico café para llevar. El sonrojo que tanto se había esforzado en ocultar antes de llegar, volvió a aparecer al simplemente imaginarse en una relación con aquel muchacho de cresta. Y claro que aquello no pasó desapercibido por Greco.

—Joder, es que este chaval te trae loquísimo —carcajeó mientras se giraba hacia la máquina de café para preparar uno de los tantos pedidos que tenía pendientes.

—Mentira.

—Ya, lo dice el tío que se la pasa diciendo "Horacio esto, Horacio lo otro... ¿ya te dije que Horacio hizo esto e hizo lo otro? Que lindo es Horacio" —se acercó a la pequeña heladera vidriada que tenían para poder exponer todos los postres que allí ofrecían—, todo eso también es mentira, ¿no? Venga ya... —se burló entre risas antes de volver a alejarse mientras el sonrojo de su amigo aumentaba de intensidad.

Volkov bufó, intentando distraerse, tomando pedidos y llevando bandejas cargadas de cosas de aquí para allá, viendo como, a lo largo de todo el día y hasta casi las cuatro y media de la tarde, los clientes entraban y salían, ocupando las sencillas mesas del lugar o simplemente acercándose al mostrador para una bebida de paso.

Cerró la caja registradora una vez más, dejando salir un suspiro totalmente derrotado y que mostraba todo el cansancio mental que llevaba encima. Los lunes solían ser los días más ajetreados de la semana, pues la gente comienza su rutina nuevamente y necesitan aquel empujoncito de cafeína para sobrevivir los siguientes cinco días de trabajo o simplemente un momento y lugar donde alejarse de todo y todos, tener un tiempo a solas que dedicaban para ellos y su propia tranquilidad.

𝑭𝒂𝒓𝒚 𝒕𝒂𝒍𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒆 𝒕𝒓𝒖𝒆 [Volkacio AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora