La sonrisa olvidada

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El aire frío golpeando su rostro, el bosque en silencio después de lo que había parecido ser una masacre, todos eran terribles y constantes recordatorios envolventes de como su vida se había ido poco a poco escurriéndose de sus venas. La sangre manchaba la nieve debajo suyo y ni siquiera en esos segundos en que rasgaba la muerte tuvo aquel momento de lucidez esperado de "ver su vida pasar".

Por el contrario, solo había un lúgubre vacío negro en su mente, aquel ya conocido que le atormentaba desde la primera vez que puso un pie en Hisui, condenando el resto de su vida a una vagancia sin sentido donde recuperar sus recuerdos parecía ser la única menta en vida.

Ahora, la oportunidad se estaba terminando y tristemente no había podido ni siquiera alcanzar a rasguñar la superficie de esa masa amorfa de memorias que construía su vida pasada, más allá de "Una persona sonriente" y "un par de ojos amarillos con llamas moradas" nada había cambiado, solo podía sentirse mal por nunca haber podido zambullirse en ese lago de recuerdos que habían creado a la persona que era ahora.

Siempre había maldecido al Dios creador por tratarle de esa forma, podía no tener recuerdos, pero si algo sabía perfectamente es que no había hecho nada para merecer aquel destino cruel al que lo habían atado por la fuerza. ¿Qué tan atroz tiene que ser aquella divinidad para jugar con él de esa manera? Por años fue el único errante y justo cuando pensaba poder vivir con eso fue que ella apareció. La niña caída del cielo, bendecida por todos, la elegida, amada y sin duda el mayor prodigio de la región de Hisui. La segunda viajera llegada a aquellas tierras que, a diferencia de él, poseía lo único que el anhelaba más que nada.

Recuerdos.

La primera vez que escuchó de ella fue algo sorpresivo, Iridia le había comentado fascinada de aquella noticia lo cual le había traído a él una luz de esperanza en sus ojos cansados, creyendo que aquella muchacha le traería alguna respuesta sobre quien había sido en su vida pasada. Por eso, cuando por fin la conoció, a pesar de todo lo que le sirvió el poder verla, de darle un nuevo propósito a su vida por lo cual estaba sumamente agradecido. A pesar de eso, no pudo averiguar nada sobre la persona que era antes.

No negaría que la tristeza, frustración y la rabia lo habían atacado varias veces a partir de eso, mientras vivía su propio duelo una vez más, mientras tenía que volverse a enfrentar nuevamente a esos sentimientos que creía enterrados hacía tantos años. A esa sensación de injusticia cada que veía a Akari hablar de su vida anterior, su hogar, su familia, los avances de la tecnología. Y como tristemente a pesar de todo, no sabía nada de él. Suponía que había sido estúpido desde el principio albergar aquella esperanza de que supiera algo de él, gente en el mundo había millones y haberse conocido antes habría sido poco más que un milagro, uno que no se le había podido cumplir junto con todos los que había pedido a lo largo de aquellas décadas viviendo en Hisui.

Pero no podía odiarla, claro que no. Era una niña encantadora y al menos podía consolarse con el hecho de compartir el mismo destino de un futuro arrancado, de haberlo perdido todo de la noche a la mañana, y estar ahí para ella como el rol protector que poco a poco había ido asumiendo. A veces se preguntaba si no hubiera sido mejor que ella perdiese sus recuerdos también, primero lo pensaba como una justicia divina, ahora, como un acto de piedad. Para no tener que verla soportar aquellas noches en vela, acompañados de lágrimas y soledad, con grandes ataques de ansiedad y nostalgia por parte de la chica que no podía hacer más que llorar, sufriendo por extrañar todo aquello que alguna vez tuvo. No podía culparla, era solo una niña cuando llegó y ahora, a pesar de todo el tiempo que había pasado, de acostumbrarse a la vida del campo acompañada de sonrisas alegres y risitas traviesas, aquellos momentos de nostalgia nunca habían podido detenerse del todo. Verla seria o esconderse no era extraño, incluso ponerse en peligro varias veces en misiones peligrosas como si realmente no le importase su vida y quisiera regresar a su hogar. Coqueteando con la muerte como si esta fuera una solución.

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