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En noches como esta en las que observo la luna por mi ventana desde la comodidad de mi cama, pienso en cómo ha sido mi vida desde niño.

Soy el hijo mayor del Clan de exorcistas Minamoto, Minamoto Teru.

Mi familia ha tenido esta profesión desde generaciones pasadas.

Era claro que los hijos de la familia eran exorcistas por tradición y, en su mayoría, por obligación.

Yo no era la excepción.

Empecé a entrenar desde muy niño siendo castigado severamente por equivocaciones o por cometer alguna falta a la moral de mi Clan...

No recuerdo exactamente en qué momento me até la soga al cuello cuando le dije a mi padre; "¡Papá, quiero ser un exorcista profesional como tú! ¡Quiero empezar ya!"

Uhg...

A tan temprana edad empezó mi tortura. No había día en el que no regresará llorando, con moretones en mi cuerpo, con heridas y con el cuerpo temblando por tanto esfuerzo sobrehumano.

Realmente fue una etapa muy, muy dura.

Sin embargo, a los dos años de haber comenzado el entrenamiento ya era capaz de vencer a un grupo de espectros yo solo, claro, teniendo la supervisación de los demás miembros de mi Clan.

Solía tener dolores de cabeza casi noche tras noche, mi cuerpo no lograba adaptarse a los cambios alimenticios con los que se me había otorgado.

Pero no todo era malo.

Podía estar entre los brazos de mi mamá, esa maravillosa mujer que me trajo al mundo, esa mujer a la que más amaba y la persona que más me amaba en el mundo.

Siempre que venía de algún día malo, con estrés, con heridas, con dolores o malestares en general, ella solía mimarme, también recuerdo que solía cantarme y me hacia mis postres favoritos con tal de calmar mis pesares y de volver a ver una sonrisa entre mis labios.

Cómo amaba verla sonreír y comer sus postres. Ella hacia que, al final del día todo hubiera valido la pena.

Mi mamá también era una exorcista profesional aunque solía encargarse en su mayoría del bienestar de la casa, donde cuidaba a mi hermano menor Kou. Tiara en ese tiempo aún no había nacido.

Kou gracias a que pasó más tiempo con mamá aprendió a hacer cosas en las cuales yo soy muy torpe, mayormente en la cocina, pues simplemente soy un desastre sin importar cuánto me esfuerce, pero pareciera que Kou simplemente nació con el don de mi mamá, eso también me gustaba, tenía el mismo sazón de mamá. Era como si nunca se hubiera ido..

Como si nunca se hubiera ido... Ah..

Aún después de ya unos años sigo sin dejar de extrañar a mamá, pocas veces solía salir con ella, pues el Clan exigía más de lo que podía darle, dejé de salir obligándome a qué cuando saliera de la escuela, lo primero que hiciera fuera irme al templo a seguir con mis actividades. Era un maldito círculo vicioso de que no tenía escapatoria. Una rutina obligatoria.

A mi edad actual de 17 años tengo multiples marcas y cicatrices en varias partes de mi cuerpo, destacando la espalda como primer lugar.

Tengo un cuerpo más desarrollado que las personas de mi edad. Después de la muerte de mi mamá tras el nacimiento de mi princesa, mi mente no reconocía que ella hacía falta aquí en casa, bueno, no solamente en casa, también faltaban sus brazos al rededor de mi cada que la extrañaba.
Gracias a eso comencé a entrenar más de lo que era necesario a mi edad, pues las responsabilidades se multiplicaron de un segundo a otro en mi..

Sé que suelo callarme todas mis penas, pero en noches donde la luna se despide de mi para abrirle paso al Sol es donde aclaro mi mente haciendo un repaso sobre lo que he vivido en mis cortos 17 años.

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⏰ Última actualización: Oct 11, 2022 ⏰

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