Humo.

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Solía fumar solo cuando algo le dolía. Lo cual no era lógico para quiénes le preguntaban el por qué, claro está, para ellos no tenía sentido fumar con dolor, ya que es como llamar a la muerte o al menos a la enfermedad.

Pero ellos no entendían, lo suyo no era un simple dolor físico; ésos se curan fácilmente con alguna droga legal, de aquellas que venden en las tiendas blancas con una cruz roja que parece alertar a los virus para que se alteren; lo suyo iba más allá de la opresión en el pecho que sentía.
Le dolía el corazón.

El dolor se mostraba tan a menudo que quisieron encerrarle en un centro de rehabilitación. Así que comenzó a comprar las cajetillas a escondidas, comenzó a fumar cuando nadie le vieran, comenzó a consumir mentas y chicles con exagerado afán, comenzó a tener pequeñas quemaduras en los antebrazos, comenzó a dejar de hablar, comenzó a haber una nube en su habitación.

Humo creado por la turbulencia de sus pensamientos y el dolor de su corazón.

Un humo que pasó de ser dulce y blanco, a ser gris y amargo.

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