Él (2/2)

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Él era delgado y con poco músculo. A pesar de que la gente siempre se quejaba porque no había suficiente terreno para vivir, tenía la medida perfecta para mí.

Su cuello parecía un llano cualquiera hasta que reía y sus venas salían a flote. Me quedaba embelesada, deseosa de sentirlas palpitando bajo mis dedos.

Fue entonces cuando decidí arriesgarme y, con un mechón de su pelo, bajé aquella muralla que me separaba del paraíso. Me acerqué a las venas ardientes, como el magma en el manto terrestre, y las acaricié.

Su clavícula era como las puertas del infierno, aquello que debía cruzar para llegar al paraíso. No lo dudé ni un segundo y entré.

Posé mi cara en su pecho, sintiendo su piel desnuda bajo la mía. Pensé: ¡Qué dicha! ¿Acaso me he ganado la lotería?

Su corazón retumbaba, escondido entre las garras del enemigo. Las costillas duras y resistentes lo mantenían encarcelado. Me acerqué para intentar liberarlo, pero cumplía cadena perpetua.

Me hubiese gustado que su corazón me acompañara en el viaje.

Me senté a descansar, con la respiración agitada. Recordé entonces cuando me fallaban las piernas y él me sostenía con sus brazos firmes.

Luego de cruzar y escapar del infierno, llegué a su abdomen donde había un camino directo hacia el paraíso. Lo seguía con la mirada y con los dedos, lento y sin prisa, como si tuviera vidas ilimitadas para llegar a mi destino.

El suelo se estremecía al compás de su respiración y tuve que sentarme en su ombligo para recuperarme. La cabeza me daba vueltas y sentía que perdía el balance.

Recorrí el valle que rodeaba al paraíso y una vez allí todo fue maravilloso. Era como estar de vacaciones en un hotel, acostada en una silla de playa. Sus piernas largas rodeaban el lugar mientras disfrutaba de los placeres de la vida.

A veces, las olas rompían muy cerca de la orilla y caían gotas saladas en mi cara. Lo mejor de todo era la vista del mar, que conectaba con el lago de sus ojos.

Comenzaron a surgir ondas más grandes y el sol hacía que el líquido brillara con su resplandor. Las aguas de sus ojos se aclararon y mostraron por primera vez el fondo de aquel abismo.

Me incorporé lentamente, quitándome las gafas y parpadeando para ver si aquello era una ilusión. Habían unas criaturas que me miraban y me saludaban hasta que las aguas volvieron a cubrirlos. Su pelo volvió a caer sobre su frente y ni se molestó en apartarlo esta vez.

Mientras más tiempo pasaba en aquel paraíso, más me volvía adicta al néctar de aquella bebida tropical. Además, sus piernas me sostenían para que no me fuera, cerrando las puertas que daban al exterior.

Ahí decidí que me quedaría para siempre. Entonces comenzó a llover y apareció el arcoíris más grande que jamás había visto. Era una señal de victoria.

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⏰ Última actualización: May 21, 2022 ⏰

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