capítulo uno

480 21 0
                                    

Estaba vestida de negro, sentada en la escalera que da al segundo piso de mi casa, viendo como mi madre y mi hermana se paseaban de aquí para allá buscando sus cosas para ir a la iglesia. Realmente yo tenía un problema acerca de ir a la iglesia, es por eso que nunca mostré interés como mi mamá y mi hermana. Yo siempre montaba espectáculos en la hora de rezar, siempre que iba a ese lugar, cuando el cura estaba dispuesto a darle las gracias a "el señor", algo dentro de mí me decía que no lo escuchara, provocando un grave dolor en mi cabeza, entonces simplemente salía a fumar algún cigarro hasta que la misa terminara. Era realmente una rutina ya muy conocida.

"Violet, ¿estás lista?" preguntó mamá agitada arreglando el sombrero negro gigante que cubría su cabeza, mientras se veía en el espejo.

Asentí sin ganas, mientras me paraba. Tampoco tenía idea de porqué siempre que vamos a la iglesia, vamos como si fuera un puto funeral. Las tres de negro, es algo muy estúpido.

[...]

"Ahora hermanos, arrodillaos para rezarle a el todopoderoso..." comenzó el cura, alzando las manos como si al hacerlo mandara el mundo.


"Mamá, estaré por ahí." avisé, sin esperar respuesta y tomado mis cosas dispuesta a irme.


Salí de esa zona a una plaza cercana, fumé algunos cigarrillos. Veía como las hojas caían solas de los árboles, sorprendiéndome a mí misma dado que no había ni un signo de viento por aquí. Me senté en unos columpios viejos y desgastados, columpiándome de vez en cuando, baje la velocidad de el vuelo y comencé a ver mis brazos. Alejé el cigarro de mi boca y mojé un dedo con mi saliva, pasé el dedo por mi muñeca izquierda, quitando los kilos de base para cara de ahí; comencé a admirar mis marcas. Llevada por la fascinación mojé más dedos y quité toda la base existente de mi brazo entero, una vez hecho el viento comenzó a aumentar.

Una niña de unos cuatros años, con toda su ropa rosa llegó al columpio de al lado. Se veía muy desganada, sin algún esfuerzo se subió al columpio centímetros más grande que ella. No se movía, solo se sentó ahí y bajó la cabeza, su cabello cubría su cara al máximo.

Asustándome, subió la cabeza de golpe y me miró, luego miró mis brazos.


"Oye, ¿qué te pasó ahí?" habló firme, pero aun así con signos de desgano.


"Mi gato pasó sus garras por mi brazo"


"No jodas, un gato no hace eso" rió "Te cortaste, ¿no?"


Sorprendida por su respuesta, asentí. Ella solo miró el suelo, entonces le dije: "Como sabes tú, niña, ¿qué es cortarse? Apenas y tienes cuatro años" inhalé del cigarro.


"Mi hermano también se cortó, él murió hace unas semanas, ¿eso te basta o soy más explícita?".

psicólogo.-evan petersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora