Hoy es el gran día. Es lo primero que pienso en cuanto abro los ojos en la mañana y veo el sol entrar por mi ventanal. Estoy tan emocionada que tengo miedo de que me pellizquen y resulte ser un sueño. Mis extremidades crujen un poco cuando me estiro sobre la cama.Nunca aprenderé a dormir correctamente.
Me pongo de pie de un salto y me deleito viendo el enorme poste que pegué en la puerta. Hago lo mismo todas las mañanas.
Nunca me canso de verlo al despertar. Es que es un dibujo demasiado bueno. Incluso la abuela lo admitió.
Ella no es una persona muy artística. Pero quedó muy fascinada cuando vio aquella pintura.
Aún recuerdo cómo llegó a mis manos.
Un sábado en la tarde estaba de picnic con mis hermanos mayores. Y Nibel, mi increíble y genial vecino se acercó promocionando unas ventas de cómics que hacía. Había notado que es muy aficionado de esas cosas. Mis hermanos le compraron unos cuantos para apoyarlo.
A mi ninguno me había llamado la atención, no era fan, pero pensaba comprarle algunos, solo por contribuir también.
Pero me detuvo y me acercó un cuadro diciendo que era especialmente para mí. Me llamó algo así como su vecina favorita. Me dejó detallarlo y me explicó qué representaba en sí; él creía en esas cosas fuera de lo normal, que hay vidas en otros planetas y criaturas extrañas que vivían en la tierra.
Desde ese día no puedo evitar admirar aquella pintura que fue hecha para mi. Es que tiene algo que me gusta. No sé sí son los colores contrastados, o sí es la metáfora que se esconde detrás.
Me voy directo al baño. El cual, gracias a Dios está vacío. Esperar a que en una casa de cuatro hermanos que comparten baño, este se encuentre desocupado, es un milagro. Me quedo mirando mi espantoso cabello en el espejo. Ojalá me dé tiempo quitar los pequeños nudos que debieron de hacerse mientras dormía.
— Quien sea que esté dentro del baño tenga piedad de mi y déjeme mear — grita con desesperación Cassie.
— Justo acabo de entrar, así que te esperas.
— Pues date prisa.
Decido dejar mi cabello espantoso para otro momento. Cojo con un puñado todo y lo envuelvo en una goma pequeña negra. Luego hago mis necesidades y entro en la ducha, dándome un baño que me quita los últimos restos de sueño. No tardo mucho, como de costumbre, pero por lo menos aprovecho el agua caliente. Salgo del baño envuelta en una toalla y me sorprendo al notar la fila que han hecho mis hermanos en el pasillo.
La primera en esperar es Cassie, una dramática escandalosa. Le sigue Carl, el primogénito, o así se hace llamar por ser el primer hijo. Y por último, el favorito de todos, Roy. Tiene la mirada en un punto fijo de la pared, luce perdido.
Últimamente siempre anda así.
— Ya era hora. Anda, aparta, aparta — dice Cassie entrando salvajemente al baño, de paso me choca el hombro y tambaleó un poco.
— Es que ella no sabe esperar — refunfuño rodando los ojos.
— Es una West. La paciencia es algo que esta familia no adquirió en la fábrica de herencia — dice Carl con obviedad.
— Pues tendré que hacerme el dichoso ADN para saber si pertenezco a esta familia. Con la paciencia que me cargo.
— Ya era hora que te dieras cuenta. No quería ser yo quién te lo dijera —bromea.
Le saco la lengua. Sí, muy maduro de mi parte. Me devuelve el gesto con una sonrisa burlona, antes de abrir la puerta de mi habitación lo escucho murmurar: adoptada.
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INEFABLE
General FictionEl bosque es la respuesta. Eso me había dicho aquel chico encapuchado y de sombrío porte. Pero lo que no sabíamos era que la respuesta era él. Éramos los dos contra una verdad inefable que marchitaba nuestros días.