Las noches oscuras eran las favoritas del duque.
Así lo había sido siempre.
En aquel castillo en el que había pasado la mayor parte de su infancia, rodeado del frondoso y sinuoso bosque. Le encantaba perderse por el. Había sido su lugar seguro durante aquellos atroces años.
Ahora, el duque observaba desde el mirador de la torre más alta de la fortificación aquel lago que había acogido sus lágrimas, aquel espeso robledal por el cual había corrido sin importarle que las ramas más bajas le hirieran. Al fin y al cabo, ¿qué eran unos pocos rasguños en comparación a las atroces cicatrices que su padre le había ido regalando a lo largo de su juventud?
Añoraba los alrededores del palacio, pues habían representado su refugio. Los altos muros coronados por unas imponentes almenas servían de escudo para la fortaleza, aún así, el joven siempre se había sentido más seguro a sus afueras. Lejos de los frecuentes e inexplicables castigos de su progenitor.
Por ello no se inmutó cuando le anunciaron hace unas semanas que éste había muerto.
El duque había elegido alistarse a los caballeros del ejército cuando cumplió la mayoría de edad. Fue una decisión calculada. Huiría de su padre a la vez que se ganaba al pueblo por adentrarse en filas y arriesgar su vida como el resto de los jóvenes del pueblo.
Su madre no habría aceptado esa decisión, si hubiera estado viva. Pero había fallecido cuando el joven cumplió los diez años. Se había arrojado desde aquella misma torre en la que ahora se encontraba el duque. Lo había abandonado aún siendo un niño. Pero no la culpaba. Al joven aún le atormentaban los gritos desgarradores de su madre que había escuchado cuando, siendo un niño, se acercaba a su alcoba en las noches de insomnio.
Estaba claro que la piel del duque no había sido el primer lienzo que su padre había dañado.
Acababan de volver de una sangrienta batalla al campamento a las afueras de la fortaleza cuando el mensajero con las nuevas del fallecimiento de su padre había llegado. No había oído hablar de ese hombre durante los cuatro años que había estado en filas. Ahora había asumido su papel como su predecesor.
Estaba observando la ligera niebla que se estaba levantando en el manto del bosque y cubriendo el reflejo de la luna en el lago cuando se sobresaltó con unas ligeras pisadas a sus espaldas.
Se volvió a la vez que por el umbral de la puerta de acceso al exterior aparecía una joven de largos cabellos azabache recogidos en una trenza desordenada a un lado que le resultaba muy familiar.
La muchacha alzó la vista un tanto cohibida y fue en el momento que sus iris azules se cruzaron con con el negro absorbente de los del duque, que este la reconoció. Era la hija de su aya, la mujer que lo cuidaba en el castillo cuando era niño tras el fallecimiento de su madre.
La tez pálida de la joven se ruborizó ante la atenta mirada del duque sobre ella. Realizó una ligera reverencia para intentar ocultarlo, sin mucho éxito pues a él no le pasó desapercibido.
-¿Sí?- cuestionó el joven al ver que la muchacha no articulaba palabra alguna.
La chica se incorporó.
-Duque, el Consejo lo espera en la Sala de Reuniones- consiguió pronunciar un tanto nerviosa.
El duque continuó su escrutinio admirando el cambio que los últimos años habían convertido a una niña con la que solía jugar de vez en cuando en la mujer que tenía al frente ahora.
- Y…¿sabes qué es lo que quieren?- preguntó despreocupado sin apartar la vista de ella.
La joven carraspeó antes de responder:
- Quieren tratar el tema del envenenamiento del anterior Señor.
El duque se sobresaltó, aunque no lo hizo notar, al oír aquello y elevó la mirada hasta conectar con la de la muchacha. Y vió un sufrimiento pasado a la vez que una fuerte determinación exenta de toda culpa.
Y recordó las miradas lascivas que su padre le había lanzado a la joven cuando los veía a ambos pasando el rato juntos.
Y entonces el duque sonrió. Una nítida sonrisa, orgulloso. Pues solo el médico que había determinado la muerte del anterior duque y él sabían que la causa del fallecimiento había sido el envenenamiento.
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Y eso es todo.
Dejadme saber si os ha gustado y si querríais que se convirtiese en una historia o si os gustarían más microrrelatos como este.
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Dulce venenum
Short StoryEn principio esto será un microrrelato, pero si tiene apoyo, quizá me replanté convertirlo en una historia corta. Espero que os guste.