1- Viajando al otro lado del océano

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Cómo es mejor vivir la vida: compartimentada, dividida, o amalgamada en el dolor. Vivir partida en trozos permite tener un pedazo vacuo, sin sustancia, pero ordenada como la estantería de un quirófano, todo estrictamente inmaculado, estrictamente organizado. Los instrumentos, los hilos de sutura, el cloroformo, la morfina. Todo en su lugar. Otro pedazo de ineluctable agitación, oscura y atormentada por un impulso díscolo, experimentando la esencia de una segunda vida que está hecha de despojos. Es el último compartimiento, el que se oculta sin riesgo bajo el uniforme. Esa mañana, la mañana en la que volvería a subir a un barco para viajar a Londres, Candy se despertó con un buen presentimiento, algo premonitorio le decía que tras esa travesía iba a ocurrir algo definitivo para su vida. Claro, también sentía ansiedad por lo desconocido, y por lo vívido. Cómo no sentir un salto en el corazón sabiendo que tomaría un barco ese día a las doce y cruzaría el océano nuevamente. Volver a estar sobre las aguas del Atlántico.

Dos semanas antes conoció a la Dra. Virginia Murphy durante una conferencia que ella y otras dos cirujanas daban en la escuela de medicina de Chicago. Candy y su colega Martha Hudson, fueron enviadas por el director del Hospital Presbiteriano, donde ambas chicas trabajaban. Con el interés de que aprendieran sobre nuevas técnicas quirúrgicas. En su ponencia la vehemente Dra. Murphy no sólo habló de los avances desarrollados en Europa y la importancia de que éstas pudieran ser adaptadas en hospitales en los Estados Unidos, sino que, además, no se cansó de destacar que algunas de estas técnicas eran el logro de dos mujeres médicas que habían tenido la "osadía" de instalar en París, un hospital de forma voluntaria durante los primeros años de la guerra, y que ahora gestionaban el único y mejor hospital militar en Londres. Donde se atendían pacientes provenientes del frente de batalla. Y eso no era todo, estas valientes mujeres, eran unas destacadas líderes del movimiento sufragista en Inglaterra. Las jefas cirujanas, como las llamaba Murphy eran sin duda unas heroínas de bata blanca que estaban revolucionando el mundo de la medicina.

Candy, que padecía del hastío de encontrarse viviendo solo por vivir, en medio del dolor que trajo la separación abrupta con su prometido. Sin más motivación que el trabajo y su amor por la enfermería se vio seducida por el hecho de que Virginia Murphy además reclutaba personal femenino para llevarlas con ella a Londres y formar parte del equipo médico de las sufragistas.

El 4 de abril de 1917 se produce la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Los aliados ya llevaban tres años combatiendo en el llamado "frente occidental" encontrándose desmoralizados y degastados. El impacto de nuevas tropas en la guerra fue instantáneo para combatir y derrotar a Alemania.

Los soldados americanos conformarían las tristes filas de muertos y heridos. Estos heridos requerían de manos expertas y amorosas que los ayudaran a recuperarse. Por ello, la doctora Murphy y otras profesionales de la medicina y la enfermería decidieron formar parte del proyecto de las sufragistas, y partir a Londres a principios del otoño de 1917.

Todas serían voluntarias, no había pago, esto porque no había suficientes recursos. La mayoría de las integrantes del hospital pertenecían a la clase alta británica, algunas de la nobleza e incluso la nuera del primer ministro era una de las damas que colaboraban con la causa de las sufragistas. Por ello, las mujeres que fueran reclutadas para la labor, debían cumplir ciertos "requisitos": no tener miedo al trabajo duro, compasión, profesionalidad y un status social que les permitiera prescindir de una paga. Lo que le planteó entonces un dilema. Porque si quería ir a ese hospital, debía pedir la ayuda económica de su padre adoptivo, el magnate financiero, William Albert Ardlay, con quien mantenía en ese momento una relación menos cercana de la que en el pasado habían tenido. Sin embargo, alentada por Martha, y habiéndolo meditado, dejó su orgullo a un lado. Dos días después de la conferencia y su conversación con la Dra. Murphy, reunió el valor suficiente para comunicarle a su padre su deseo de marcharse a Londres, y que para lograrlo requería que él la sostuviera nuevamente.

Al otro lado del OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora