V. La idea

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V

La idea

Me despierto con el fuerte olor de una mezcla de químicos inconfundibles golpeando mis fosas nasales. Entre ellos, huele a amoniaco. Huele a productos de limpieza que intentan mantener limpias todas las superficies posibles de un lugar donde cualquier contaminación podría suponer una complicación. También me parece reconocer el olor del yodo.

Huele a hospital.

Adormecida aún, capto el pitido de las máquinas que tengo a mi alrededor. Monitorizan su estado.

Me enderezo. Me he quedado dormida de brazos cruzados sobre un lado de la camilla de Nany, sentada en una silla de la habitación que había movido hasta quedarme cerca de ella.

Me llevo la mano a los labios, he babeado un poco. Tomo el extremo inferior de mi jersey y me limpio rápidamente. No me gustaría tener media cara babeada de entrar cualquier trabajador del hospital ahora mismo.

Cuando mi fugaz preocupación por mi aspecto acaba de disiparse, me fijo en ella. Me restriego los ojos, porque mi visión seguía borrosa tras el despertar, y al abrirlos ya la veo clara y nítidamente.

Estiro un brazo, acercando mi mano a su rostro. No me atrevo a tocarla pese a que deseo hacerlo. Retiro la mano, llevando el dorso de la misma rápidamente hacia mi mejilla izquierda. Una lágrima traicionera...

Sigue siendo una sorpresa para mí despertarme, darme cuenta de que me he quedado dormida pese a no haber querido hacerlo y caer en cuenta de que ella no se ha ido mientras yo no miraba, sino que sigue ahí. Tan cerca. Profundamente dormida. Conectada a tantos cables que, si me resignara y no me esforzara en ello, casi no podría reconocer su rostro. Porque no, su rostro no luce igual al que vi durante toda mi vida.

Echo en falta su sonrisa, sus ojos alegres y brillantes, echo en falta sus arruguitas en la frente y en las mejillas de cuándo hablaba y reía.

La imagen que recibo de ella ahora, con todos esos cables, es una imagen inerte, y me parece tan fría, que cada vez que miro en su dirección tengo que echar a volar la imaginación para visualizarla como verdaderamente es. Alegre, llena de vida, divertida, charlatana.

Sonrío. Siempre estábamos hablando. Siempre. Que si de la forma extraña de tal nube, que si del programa de televisión que daban aquella tarde, que si de la oferta del supermercado, que si de recetas, cualquier cosa era un tema de conversación. Ahora ya no. Mi vida parece haberse sumergido completamente en un sórdido y abrumador silencio del que no soy capaz de escapar, ni siquiera cuando oigo mi propia voz saliendo de mi garganta. Ni siquiera cuando me hablan los doctores, los enfermeros, o cualquier otra persona.

Su voz es lo que extraño. Su risa. Su mirada color café. El calor de su mano sobre mi mejilla.

Me aparto de la cama, arrastrando la silla hacia atrás para correr al pequeño baño de la habitación. Meto la cara debajo del chorro del agua del lavamanos y luego me aparto, restregándome la cara con las manos. Lavo mis manos y cojo un montón de papel para secarme toda.

En un momento dado mis ojos chocan con mi reflejo en el espejo. Me veo gris. Me siento... gris. Casi parezco el producto de una película en blanco y negro.

Aparto la mirada cuando me vuelvo a encorvar sobre el lavamanos para enjuagarme la boca.

Vuelvo de inmediato a su lado y tomo su mano derecha con ambas manos. La aprieto un poco, deseando que con eso baste para que jamás me abandone.

Sentada de nuevo en la silla, esta bien pegada a la camilla, reposo otra vez mi cabeza sobre un lado de las sábanas que la cubren.

Desde mi posición alargo mi mano izquierda y, esta vez sí, toco su rostro delicadamente.

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⏰ Última actualización: May 24, 2022 ⏰

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