𝟎𝟎.𝟎𝟒

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𝙉𝙖𝙧𝙧𝙖𝙙𝙤𝙧

Todos describían lo mismo.

Pelirroja.

De diecisiete a diecinueve años.

Vestido vino corto hasta los muslos y con una hermosa voz infantil y juguetona.

Decían que, había llegado al bar en busca de un tal señor Vi, atrayendo la mirada de todos los hombres cuando la muchacha se acercó a él para cortejarlo con whisky.

Después de eso ambos se dirigieron a una de las habitaciones y, media hora después encontraron la puerta media abierta con sangre en el pomo de esta. Se encontraron dos cadáveres, ninguno era el de la pelirroja ni el del Señor Vi.

—eso es todo —preguntó, aquel oficial mordiendo su dona.

—si.
—si. 
—si —afirmaron múltiples veces las personas.

...

—es un caso perdido —comunicó el oficial con migajas de dona en su bigote.— estás buscando a un fantasma.

El hombre río con gracia por la respuesta del oficial de cuarta.

—lo que digas —contesto— toma —le lanzó un paquete de billetes— valen lo mismo que tu en esta vida.

Sin más el oficial se largo con el paquete de billetes.

—es... Una bonita casa —se dijo así mismo mirando hacia afuera.

...

La cámara se acerca, a la distancia se puede ver una habitación, en el centro de esta a una muchacha, de hermosa piel de nata y ojos rubí, se quita una peluca pelirroja y la poza en una silla de madera.

Poco a poco sus facciones van cambiando, lo que fueron unos ojos llenos de lujuria se transforman en un par de ojos indescriptibles, aquellas abultadas cinturas se transforman en el simple cuerpo de una niña puberta.

La ahora chica, se tambalea entre su eje, recupera la cordura y enciende un cigarrillo a escasos metros del Señor Vi.

—vaya, vaya —comentó la niña mirando con diversión al mayor— mira esto —pone un periódico con la fecha de hoy frente a su rostro— apenas van... ¿Cuanto? diez horas y ya estas en la primera plana —una risa irónica salió de ella por lo dicho.

Le dio una bocanada de aire a su cigarro para luego apagarlo en el cuerpo sin vida del hombre.

—sabes —volvió a decir tumbándose en la cama ensangrentada— me gusto jugar contigo —dijo, mirando los cuchillos cubiertos de sangre y las cuerdas regadas por toda la habitación.

Otra risa risueña sale de ella al punto de quedarse sin aire.

—sabes que —se levantó de su lugar y se acercó al mini bar del lujoso motel —demos un brindis por... —se quedó pensando unos segundos— por mi.

Tomó varias bebidas e hizo un lujoso cóctel.

Se acercó con elegancia ante el hombre y antes de darle un sorbo le empino tres pastillas de anfetaminas.

—salud —estampo su vaso contra la cabeza del hombre haciéndole una cortadura— por mi.

Sin más, se empinó el vaso, sin acabárselo casi todo.

—y por mi hermosa vida —agregó, dando otro sorbo.

Su cuerpo empezó a tambalear, sus piernas estaban que no aguantaban y un mareo en la cabeza la hacía perder la cordura.

El inquietante ruido de un teléfono sonar la volvió a la realidad.

Se acercó a este y algo irritada contestó.

—servicio de lavandería en que podemos ayudarle —preguntó, jugando con su vaso vacío.

La llamada se cortó apenas dijo aquellas palabras.

Ella aun inquietada igual colgó.

Antes de dirigirse hacia su nuevo amigo inclinó su mirada a la puerta de entrada donde un sobre blanco se resbalaba por abajo.

—o —pronuncio sin entender. Miró al cadáver y se decidió por ver primero la carta— ni que valiera tanto el viejo.

Agarro otro cigarro y lo prendió. Antes de ir por el sobre, todo sus auriculares, se los puso y los prendió a máximo volumen. Tomó el pequeño sobre completamente blanco y lo miro.

No traía nada, ni dirección, ni postales, solo era un sobre blanco.

—qué más da abrámoslo —se dijo así misma abriéndolo de una vez.


—¡Carajo!











No está en su orden aún...
 pero qué más da

𝙐𝙢𝙗𝙧𝙚𝙡𝙡𝙖 𝘼𝙘𝙖𝙙𝙚𝙢𝙮 𝘼𝙡 𝙤𝙩𝙧𝙤 𝙡𝙖𝙙𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙥𝙖𝙧𝙚𝙙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora