𝐒𝐀𝐂𝐇𝐀𝐄𝐍𝐆 𝑨𝑫𝑨𝑷𝑻𝑨𝑪𝑰𝑶́𝑵.
- ❛ A sus 19 años, Sana debería estar
apoyando a su banda favorita, yendo a
centros comerciales a mirar la ropa
de temporada que ha llegado, o estar
juntando dinero para su graduación
de preparatoria...
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Estos últimos tres años no habían sido nada fáciles pero si especiales, como Sana diría. Criar a dos bebés con horarios apretados y con noches sin dormir, era cansando. A veces Sana y Chaeyoung pensaban que no podían más, pero luego veían sus hijos reírse de sus travesuras y suspiraban, sonriéndoles de vuelta.
Para el año siguiente que Kazuki y Jiyu llegaron, ellos decidieron retomar sus estudios. Chaeyoung eligió mercadotecnia, porque le ayudaría a tener un buen puesto en la empresa de su tío -donde actualmente trabaja-, y también le gustaba. Sana decidió educación preescolar, porque bueno, adoraba a los niños. Sana trabaja como cajera en una estética, una de las mejores en Corea del sur, así que la paga era buena.
Hoy era un día muy caluroso, demasiado. Sana está sentanda en el sillón de su casa, con un bote de helado en sus manos. En el suelo están Jiyu y Kazumi. El niño sólo tiene sus calzones puestos y Jiyu un pañal, ellos tienen también un bote de helado y sus bocas y mejillas manchadas. Chaeyoung estaba en el patio trasero haciendo algo que Sana desconocía.
— Mami.— kazuki habla desde el suelo, limpiándose con su playera que está tirada a su lado.— Donde trabajas pintan cabellos, ¿verdad?—
— Mmmh, si, lo hacen.— sana frunce su ceño.— ¿Por?—
— Es que... quiero que me pinten el mío.—
— ¿Por qué, corazón?— abre sus brazos y su hijo corre a ellos.— Tu tienes un cabello muy bonito.—
— Pero ni mamá ni tú lo tienen. Tampoco Jiyu.—
— Tampoco nadie tiene los ojos como Jiyu, ¿o si?—
— No, creo que no.— niega.— ¿Eso qué tiene que ver?—
— Significa que ustedes son especiales, amor.—
— ¿Eso es bueno?— su nariz, con el bello lunar, se arruga.
— Mucho más que bueno.— le besa la cabeza.
— ¡Jiyu, Kazuki!— chaeyoung grita desde afuera.
Los dos niños atienden al llamado de su madre, corriendo con sonrisas en sus rostros.
— ¡Una piscina!— kazuki abre la boca y jiyu chilla.
— ¡Siiii!— la más pequeña aplaude con sus pegajosas manos.
— ¿De donde la sacaste?—
— La robé.— se ríe, viendo la cara de sus hijos.
Es una piscina inflable y pequeña, sólo para que ellos dos jugasen ahí. Sana sale, sonriendo de ver a sus pequeños felices.
