Reto 2: Fuego

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Había fuego por todos lados,  tanto humo y calor que apenas se podía aguantar, incluso con el traje de Bombero completo que llevaban las personas que caminaban entre ese infierno de llamas.
Un pequeño bloque de pisos estaba ardiendo desde hacía algo más de media hora y en poco tiempo se había descontrolado completamente. Un grupo de bomberos, los cuales llegaron muy rápido, llevaban un buen rato salvando a los inquilinos. Todos estaban casi ilesos, salvo quemaduras sin importancia o intoxicación de humo
Pero al hacer la última revisión en uno de los pisos superiores, la situación era insoportable, el fuego les engullía y sus vidas corrían peligro.

—¡Tenemos que salir de aquí!—dijo una de ellos, la jefa del grupo—. ¡El edificio va a venirse abajo!
—Estoy seguro que he oído una voz— Contestó otro bombero, un muchacho bastante joven—. Tengo que comprobarlo, no podría vivir sabiendo que no salvamos a todos.
—Paul, no vivirás si sigues aquí, ni tú, ni ninguno de nosotros, por favor, vámonos ya. Hemos salvado a mucha gente, ¡Ahora tenemos que salvarnos nosotros!

Paul dudó un momento, cerró los puños y negó con la cabeza.

—Solo voy a asomarme, ir saliendo, miraré esa zona y saldré, lo prometo.

La jefa de los bomberos le miró a los ojos a través del visor del casco y apoyó la mano en su hombro.

— Te doy cinco minutos, si no sales, entraré yo misma y te sacaré a rastras si es preciso.

Paul sonrió levemente y asintió con la cabeza. Tras eso salió corriendo por el pasillo lleno de escombros ardiendo hacia el lugar donde le había parecido escuchar aquellas voces.

Su paso era más lento de lo que hubiera querido, apenas veía ya entre aquel humo negro y conseguir algo de oxígeno estaba siendo cada vez más complicado.

—No podían ir ninguno de ellos, todos tienen familia—Se dijo a sí mismo—. Yo estoy sólo, soy el más prescindible.

Los pensamientos del chico se llenaron de pronto de recuerdos tristes y negativos. Discusiones familiares, fracasos amorosos, todo aquel acoso que recibió en el instituto por el aspecto físico que tenía entonces.

Unas vigas de madera que cayeron a su lado e hicieron un enorme estruendo le sacaron de la espiral de negatividad en la que había entrado. Se apartó asustado y continuó la búsqueda, oyó entonces más claro una voz de una niña, no entendió que decía, pero claramente pedía ayuda. Así que caminó casi a tientas hasta que encontró unas escaleras. 

—¿Puedes oírme?—preguntó en voz alta—. Apenas veo y necesito que me orientes.

Espero unos segundos y escuchó de nuevo la voz, más clara que nunca:

—¡Estamos atrapados, mi hermano y yo, por favor, ayudanos!
—No tengas miedo, voy en seguida, ¡Os salvaré a los dos!

Entonces encontró a dos niños, de unos ocho o nueve años, con parte de su cuerpo bajo unos escombros.

—Por favor, no puedo moverme—dijo el niño muy débilmente.

Paul comenzó a mover escombros, estaba agotado y muy mareado, pero tenía que sacar a esos dos pequeños como fuera.
Las fuerzas le fallaban y de nuevo aquellos pensamientos terribles le abordaron.

"No sirves para nada, nunca serás nada, morirás si te haces bombero".

Las manos le temblaron, aquellas piedras eran muy pesadas, pero cerró los ojos e hizo acopio de todas sus fuerzas para poder moverlas. Con mucho esfuerzo, consiguió moverlas lo suficiente para que los hermanos salieran de debajo de ellas. Así que soltó todo el peso y miró a los niños.

Lluvia de relatos (Retos Asobo Awards)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora