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- ¿Cómo te encuentras? - me interrogó por cuarta vez la enfermera.

No estaba dispuesta a llorar, no más. Llevaba días derramando lágrima tras lágrima hasta quedarme dormida. ¿Por qué a mí? No podía parar de hacerme esta pregunta desde que desperté y decidieron que estaba lo suficiente estable como para ponerme al corriente.

Tuviste un shock postraumático y tuvimos que inducirte en un coma, me había dicho con cariño la doctora. Lo primero que hice fue preguntar por mi familia, ¿Dónde estaban mis padres?, ¿Qué le había pasado a Alexia?

Me dejaron en ascuas, nadie quiso contestarme, no se cuanto tiempo llegó a pasar hasta que al fin se presentaron dos personas en mi habitación sonriendo muy a su pesar.

- Me han dicho que hace una semana que ya estás despierta - comentó el hombre del maletín. Procedió a sentarse junto a mi enfermera y empezó a revolver unos papeles.

Después de esa frase todo se me empezó a nublar, el resto quedó como un murmullo efímero.

- Tuvisteis un accidente - comenzó ese hombre que cada vez me daba peor espina. Hizo una breve pausa en la que inspiró aire de forma disimulada

- Siento comentarte que tus padres fallecieron en el accidente - dijo de forma lenta y calmada mientras me miraba fijamente a los ojos. Después de esa frase todo se sumió en un silencio abrasador mientras el hombre del maletín esperaba por mi reacción.

Empalidecí, me puse blanca como el papel y empecé a boquear en busca de algo de oxigeno mientras veía por el rabillo del ojo como mi enfermera empezaba a inyectar algo en la bolsa que se conectaba por una aguja a mi brazo.

A partir de ese momento todo se volvió oscuridad, aquella habitación blanca e impoluta quedó sumida en un silencio sepulcral y una oscuridad impertérrita que no me permitió nada. ¿Cómo había sucedido todo?, mis padres no podían estar muertos. ¿Dónde estaba Alexia?, ¿Cuántos días habían pasado?

- ¿Cómo te encuentras? - me volvió a interrogar la enfermera

- No lo sé - susurré con voz ronca una vez volví al presente. Llevaba un mes encerrada en esa habitación, sin hablar con nadie que no fuese mi enfermera o doctora. Sin descartar a aquel hombre sin escrúpulos que no dudó en soltarme una bomba como aquella y dejarme tendida en la cama mientras me dormían.

¿Cómo pueden tener tan poco tacto personas que deberían empatizar, no forma parte de su trabajo sentir algo de compasión por mínima que sea? Por lo visto no, vino, soltó la bomba, dejó unos papeles al borde de la cama y se fue.

Recordando esto fue cuando me puse a reír histéricamente, no podía parar de reír mientras mi enfermera me miraba con cara de asombro. Era la primera vez que reía desde lo ocurrido, pero era una risa enfermiza, una risa que mostraba el poco tacto que algunas personas muestran en su trabajo. ¿Cómo se atrevía aquel hombre a dejarme los papeles de la herencia y de la custodia de mi hermana en el borde de mi cama e irse?

Aún así, no dudé en firmarlos. No tenia otra opción, no teníamos contacto con el resto de la familia, o bien eran demasiado mayores para poderse hacer cargo de nosotras o bien nos dieron la espalda e hicieron como que no tuviesen ni idea de lo que había ocurrido.

Fue entonces cuando con la mente fría me di cuenta de que o me ponía en marcha y nos sacaba a las dos de ese agujero o acabaríamos... no tenia ni idea de como acabaríamos. Me sentía perdida, triste, sin esperanza. ¿Cómo podía la vida dar un cambio tan drástico de un día para el otro? No me sentía preparada para afrontar nada, seguía siendo una niña, sin experiencia en el mundo real.

Siempre había pensado que mi vida era dura, que había conseguido superar momentos o etapas difíciles, pero ahora me daba cuenta que nada de eso era la vida real, ninguna de esas cosas era realmente lo que denominan "la vida es dura". Ahora lo entendía, después de tanto tiempo esforzándome para ser la mejor, para poder conseguir todo lo que me propusiese, para hacer felices a mis padres, después de todo por lo que pensaba que había pasado...

Nada de eso se comparaba con esto, con el accidente que sin previo aviso me arrebataría mi vida, mi futuro, las personas a las que más quería y me dejaría con una mano delante y otra detrás ante el mundo. Y no solo eso, a partir de ahora tendría que hacerme cargo de una personita que, si bien no se merecía nada de esto, su vida al igual que la mía no volvería a ser nunca como la conocíamos.

Estaba furiosa, perdida y furiosa.

- No quiero esto, no puedo soportarlo, me hundiré, mi vida a acabado, nunca llegaré a nada. Frases que no había parado de repetir en la soledad de mi blanca habitación mientras me mecía a mi misma como bien podía estando llena de agujas e intravenosas manteniéndome aún con vida.

- Cielo, creo que sería buena idea que te pasaras a ver a tu hermana. Está estable desde hace tres días. - comentó despreocupadamente mi enfermera mientras miraba mis constantes vitales.

Llevaba semanas pensando en Alexia. Aún así no me había atrevido a acercarme a su habitación. Me daba miedo lo que podría encontrarme.

- Tu hermana no sufrió graves daños, aún así visto lo alterada que estaba y los moretones que presentaba decidimos que sería mejor mantenerla sedada hasta que viéramos tu evolución y fueras tu misma quien le explicase la situación. - me había comentado de forma profesional la doctora que se encargaba de nosotras dos.

Suspiré agotada, no tenía fuerzas ni para mover los dedos y unos pinchazos se apoderaron de mi cabeza en cuanto intenté levantarme. Había llegado el momento de contarle la verdad a Alexia.

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⏰ Última actualización: May 28, 2022 ⏰

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Cuando la máscara cae [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora