Capítulo 1: Cuestión de pasta

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El verano, la mejor época para los estudiantes. Descansas o quedas con tus amigos, no hay nada más que hacer; no hay deberes y los profesores están lejos de tu vista (a no ser que te los encuentres por el supermercado... ¿qué incómodo no? En ese momento en el que lo ves mirando que papel higiénico comprar, no sabes si acercarte a saludar o hacerte el loco).

Pues todo eso terminó para los protagonistas de esta historia. Llegó el temible septiembre y, como consecuencia, las clases dieron comienzo. Aunque siendo realistas, empezar el bachillerato tampoco estaba tan mal, es decir, conocías a gente nueva y si tenías suerte, te llevabas alguna amistad. Pero Marcos no pensaba eso, creía que con sus dos mejores amigos: Iván y Marta, tenía más que de sobra y no necesitaba conocer gente nueva. Estos dos, pensaban igual. El trío icónico de Green Hills era conocido por sus travesuras, eran inseparables y no necesitaban tener a un cuarto miembro en su grupo.

Eran las ocho y media de la mañana, lo que significaba que todavía quedaba media hora para que el nuevo curso escolar diese comienzo. Marta, una chica de piel pálida, reconocible por sus botas negras e icónico par de coletas, ya estaba despierta y lista para ir a clase. Se dirigió rápidamente a la parada del bus y esperó a que este llegase. Una vez dentro, vio a su amigo Iván, un chico rubio con un peinado... ¿fuera de lo común?, ojos cansados y que había repetido curso por saber Dios qué, también cogía el mismo autobús que Marta para ir al instituto.

Seguidamente se dirigió al final del bus para sentarse junto a su amigo.

-Hey Iván, ¿qué tal tío? - dijo Marta al subir al bus.

- ¿Yo? -bostezó- Ah, bien solo con un poco de sueño.

-Madre mía Iván que ojeras tienes- rio Marta- ¿estuviste de fiesta anoche o qué?

-Que va, que va- negó rotundamente- es sólo que no estoy acostumbrado a madrugar tanto... ¿a quién se le ocurriría eso de poner las clases tan temprano?

-Mejor dicho, ¿a quién se le ocurrió que poner clases a menores de edad tan temprano era buena idea y más aún legal? -preguntó mientras bostezaba.

El bus no tardó mucho en pasar por la parada en la que Marcos, un chico bastante simple, con cabello castaño y ojos azules, siempre se subía, pero esta vez no había nadie, que extraño.

- ¡Marcos! -gritó Natalia abriendo la puerta del dormitorio de Marcos- ¿todavía sigues dormido? Que hoy empiezas las clases, ¿es que no te acuerdas?

Este se despertó de un salto por las voces de su madre, Natalia, una mujer joven, de cabellos castaños, soltera, que se esforzaba por intentar ser una buena madre para sus dos hijos: Raquel y Marcos. Raquel era un par de años mayor que Marcos y estaba estudiando en la universidad, lo que significaba que estaba fuera de Green Hills.

- ¡Es verdad! - exclamó Marcos.

Al ver la hora en el reloj que tenía en la mesita de noche, no podía creer que iba a llegar tarde a su primer día, que mala imagen se iba a llevar por parte de sus profesores.

No dudó en bajar las escaleras corriendo, coger la mochila y despedirse de su madre.

-Marcos- rio Natalia- que elegante vas, ¿no?

Marcos se miró de arriba a abajo y se dio cuenta de que seguía llevando el pijama puesto, menos mal que su madre le avisó porque si no, no se habría dado cuenta. Qué vergüenza ir a clase así.

Ahora sí, Marcos, vestido, se dispuso a salir corriendo de su casa en dirección al instituto. Este, sabía que era necesario pasar por el "atajo del mapache". Si os lo preguntáis, sí, ese nombre se lo puso él. El camino consistía en hacer campo-a-través por un camino de tierra que se encontraba entre dos casas para, finalmente, terminar cerca de Green High, el instituto de Green Hills. En este camino secreto que sólo conocía Marcos, había un lugar en el que las vistas eran espectaculares, se veía todo. A veces, podía pasarse tardes enteras ahí, con los auriculares puestos, observando la ciudad.

Cuando Marta e Iván bajaron del bus, vieron a Marcos corriendo como un poseso hacia el instituto.

- ¡Marcos! - gritó Marta- ¡que estamos aquí imbécil, vayas a decir hola o algo eh!

Todo el mundo se les quedó mirando e Iván se puso rojo como un tomate. Otra cosa que caracterizaba a Marta era el mal genio que a veces podía llegar a tener. Una vez, en cuarto de primaria, incluso llegó a asustar a unos niños 4 años mayor que ella, también cabe mencionar que a veces podía ser muy macabra. Por otra parte, Marcos se percató de que sus amigos estaban allí y cambió el rumbo.

-Hola chicos-dijo Marcos exhausto- ¿qué tal vais?

-Cansada y harta de clase ya-dijo Marta.

-Pero Marta si ni si quiera hemos entrado todavía- afirmó Iván

De un momento a otro, llegó una limusina negra a la puerta del instituto. De ahí salió una chica pelirroja, delgada y muy bien vestida.

-Gracias Luis- le dijo al conductor.

Seguidamente la limusina se dispuso a irse.

-Oye, ¿sabéis quién es esa chica? - preguntó Iván.

-Ni idea tío- dijo Marcos.

-Urgh...- gruñó Marta en voz baja- no la soporto.

- ¿Es que sabes quién es? -preguntaron los chicos.

-Para no saberlo- suspiró Marta- se llama Carla... Carla Frostford.

- ¡¿Cómo?!- exclamaron Iván y Marcos- ¿la hija de Martina Frostford?

-Exacto- dijo Marta con mala cara- otra como sus padres, de verdad que asco. Seguro que es una malcriada.

-Pues no sabía que Martina tuviera una hija- dudó Marcos.

-Pues ahora que lo dices, se rumorean muchísimas historias sobre esa familia- afirmó Iván levantando las manos, agarrando su nuca- se comentan varias cosas sobre su padre, que murió hace muchos años, sobre estafas fiscales y esas cosas. Pero bueno, al fin y al cabo, los rumores son lo que son, rumores.

-No sé, pero no me da buena espina- dijo Marta.

Sonó el timbre, lo que significaba que ya era la hora de comenzar las clases.

Cuando atravesaron la puerta principal del instituto, nada había cambiado, todo seguía igual. Salvo que este año, Marcos y compañía entraban a primero de bachillerato.

Marcos vio a Carla en un pasillo un tanto desorientada a sí que se acercó. No podía ser tan mala como decían.

-Hola Carla, soy Marcos encantado- dijo extendiendo la mano y con una sonrisa dibujada en la boca- bienvenida a Green High. Eres nueva, ¿no?

Marta e Iván, quienes miraban desde lejos la situación no podían creérselo. Marta sabía de qué madera estaba hecha Carla y también supo que está no iba a contestar, yéndose con la cabeza alta.

Esta, lo miró de arriba a abajo y puso una cara un tanto desagradable.

-Piérdete -dijo Carla mientras andaba tranquilamente en dirección contraria a la de Marcos.

Marcos se puso pálido por la contestación. ¿Qué podía esperar de una Frostford? Pero él no era de ese tipo de personas que se quedaba callado ante estas situaciones.

- ¿De qué vas? - gritó Marcos por todo el pasillo- para ser tan rica tienes muy malos modales.

El pasillo estaba expectante a la respuesta de Carla, pues se estaba jugando la reputación en Green High.

Fue pura coincidencia que Carla tampoco fuese una de esas chicas que se lo callaba todo.

-Dijo el paleto- argumentó Carla mientras se giraba en su dirección.

Seguidamente, está sonrió de manera irónica a Marcos. Todos los estudiantes del instituto comenzaron a reírse mientras Carla se marchaba de manera triunfal. Marcos, que estaba rojo de la vergüenza, fue rescatado por sus amigos y se dirigieron hacia la clase de filosofía. Ahí los estaría esperando Marina, la directora del instituto. Esta no era muy alta, vestía un poco al rollo "Flower Power" (según Marta, se quedó estancada en los años 60). Esta también ejercía el cargo de profesora de filosofía.

- ¡Hola, chicos! - dijo Marina calmada- para los que no me conozcáis, soy Marina, vuestra profesora de filosofía y directora de este instituto.

Los alumnos nuevos se quedaron perplejos al ver a una directora de instituto vestir tan... ¿hippie?

-Pues vaya pintas lleva la directora, parece que ha sacado la ropa de un contenedor- susurró Carla a Sergio mientras la profesora apuntaba cosas en la pizarra sobre su asignatura.

Carla y Sergio han sido grandes amigos desde primaria, donde se conocieron por primera vez. Dos chicos adinerados con la vida resuelta. Marina, al escuchar que estaban cuchicheando sobre su aspecto, se aclaró la garganta. Los dos adolescentes pegaron un bote de la silla del susto y miraron con miedo a la profesora.

- Carla... Frostford, ¿no es así? – dijo Marina mientras miraba los miraba a los dos con una sonrisa dibujada sobre su rostro- Pero tú, no me suenas, ¿quién eres?

-Soy Sergio Adams- dijo con confianza.

La profesora asintió con la cabeza.

- ¿En qué instituto estabas antes? - preguntó la directora a Sergio.

Sergio miró asustado a la profesora. Todo el mundo sabía que Sergio era nuevo, pero nadie sabía dónde estudió antes.

-Y-Yo estudiaba en... -dijo con voz temblorosa.

-Esa información es un poco personal para pedirla aquí en mitad de la clase, ¿no cree? - dijo Carla, protegiendo así a su compañero. -Mejor, continúe con la clase, sentimos mucho la interrupción de antes.

- ¡Ay, es cierto! Continuemos con la clase que no queda tiempo a penas- afirmó la profesora de manera energética- Por cierto, bienvenidos a Green High os dos; Carla y... ¿Jorge?, perdona soy muy mala con los nombres.

Marcos, Marta e Iván soltaron una carcajada que se expandió por toda la clase. Sin embargo, Sergio y Carla gesticularon una cara de asco ante la respuesta de Marina.


La clase continuó con normalidad hasta que sonó el timbre, tocaba física y química. Esta clase la impartía Gabriel, este era temido por toda la escuela debido a los rumores que rondaban por los pasillos a cerca de él. Era un profesor muy estricto, de hecho, bastante joven (entre los treinta y pocos años) pero con ganas nulas de dar clase. No soportaba a los alumnos a los que, más de una vez, había dejado en ridículo burlándose de ellos por no saber responder bien alguna de sus complejas preguntas. Los estudiantes pensaban que era la personificación del mal.

-Buenos días- dijo el profesor mientras entraba por la puerta de la clase.

Nadie contestó. Estaban demasiado asustados. Gabriel aclaró su garganta.

-He dicho, ¡Buenos días! -exclamó el profesor enfadado- ¿es que se os han olvidado los sonotones en casa?

-B-Buenos días -dijeron los alumnos con voz temblorosa.

-Pues a mí no me parece imponente para nada- susurró Iván a Marcos, quién estaba sentado junto a él.

Gabriel comenzó la clase debido a que no quería perder tiempo ni tenía interés en conocer a sus alumnos. De repente, este lanzó una de sus temibles preguntas.

-Vale chicos, a ver, ¿quién me puede decir cuáles son las tres leyes de Newton? - preguntó Gabriel con una sonrisa maléfica dibujada en la cara.

Obviamente, Gabriel sabía que nadie iba a contestar. Nadie sabría decir las leyes de Newton enteras con su definición, no después de un verano entero sin estudiar su asignatura. Quería hacer parecer inútiles a los alumnos.

- ¿Nadie? - preguntó una vez más.

De repente se alzó una mano al fondo de la clase. Se trataba de una chica morena, con el pelo rizado, ojos verdes y un jersey amarillo que conjuntaba con su falda y zapatillas blancas. El profesor se sorprendió al ver que alguien se atrevía a contestar su pregunta.

-Yo sí la sé, de hecho, es muy fácil- dijo la chica.

-Ah, ¿y tú quién eres? - dijo Gabriel con un aire de superioridad- supongo que tenemos una nueva celebridad de la física y la química entre nosotros.

-Soy Lorena- dijo- Lorena Levine. Y sí, como bien ha deducido, soy nueva. De hecho, soy nueva en Green Hills.

Todos se quedaron perplejos ante la gran confianza que desprendía Lorena. No llevaba un aire de grandeza tan alto como Carla o Sergio, pero tampoco se iba a dejar pisotear por un profesor de instituto.

-Las leyes de Newton son tres- aseveró la joven- la primera, inercia. La segunda, fuerza. La tercera, Ley de acción y reacción.

Por un instante, la clase se sumió en un silencio sepulcral. La tensión entre Lorena y Gabriel podía cortarse con unas tijeras.

-Madre mía con la nueva, ¿no? - susurró Iván a Marta.

-Pues ya ves...- contestó.

-Correcto, señorita Levine- asintió el profesor- hacía tiempo que nadie contestaba correctamente a una de mis preguntas, enhorabuena.

Todo el mundo se quedó perplejo sin saber que decir. Carla y Sergio se pusieron de acuerdo y, para cuando finalizara la clase, invitarían a Lorena a pasar la tarde con ellos para comprobar de qué madera estaba hecha esta forastera. Pero lo que no sabían es que Marta les había comentado la misma idea a sus amigos; llevarse a Lorena al parque de skate, a dar una vuelta y hablar. Cuando sonó el timbre, Sergio y Marta, se abalanzaron (sin exagerar) encima de Lorena para preguntarle si le gustaría hacer algo esa tarde. Esta declinó todas las ofertas, según ella, estaba muy ocupada como para perder el tiempo por la calle con gente que a penas conocía. Wow, alguien más duro que Carla de pelar... ¿será digna adversaria de Carla? Por otro lado, Marta quedó decepcionada con la actitud de esta. Lorena parecía tan buena niña, a lo mejor se había equivocado y solo era una versión con cuatro neuronas más que Sergio y Carla, no lo sabía.

Una vez la noche tintó de negro el cielo, Carla había terminado de ensayar su hora y media de piano diaria. Esta se dirigió hacia su dormitorio para preparar las cosas para el día siguiente y guardar las partituras, pero cuando recorría el pasillo principal de la mansión, esta escuchó un murmullo que provenía del estudio de su madre. Parecía estar enfadada. ¿Qué podría haberle pasado? La niña se quedó detrás de la puerta escuchando la conversación entre la mujer y el desconocido.

- ¿No lo entiendes? - gritó Martina.

Obviamente, Carla no podía escuchar nada de lo que la persona al otro lado del teléfono decía.

-Mira, esto lo hablamos hace ya mucho tiempo, y acordamos que te marcharías por siempre- dijo intentando calmarse mientras tomaba un sorbo de su té- no hagas esto más difícil de lo que es.

La niña se quedó en shock. ¿Con quién hablaba su madre? ¿Qué acordaron? ¿Por qué y de quién debía mantenerse lejos?

De un momento a otro, Carla escuchó cómo se despedían y decidió marcharse a su dormitorio.

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⏰ Última actualización: May 28, 2022 ⏰

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