Deseos 14

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El lugar estaba completamente oscuro, silencioso, aburrido y solitario.

¿Qué había pasado?, ¿Cómo había llegado ahí?

Ni siquiera el tiempo pasaba para el.

– Maldito seas Creación– Tenía completa movilidad en su cuerpo pero le era imposible salir de ese lugar, era como una caja o algo similar.

Las horas o días, no sabía que tanto había pasado, tal vez para el fueran solo horas y en el exterior sean años. No lo sabe.

– ¡Déjame salir! –Necesitaba ver a Yuji, disculparse, abrazarlo... Necesitaba pedirle perdón por las palabras que dijo antes.

Entonces... ¿Así era como Yuji se sentía?

Si, tenía que salir rápidamente de ahí para pedir disculpas.

Cerró sus ojos unos minutos, dejándose llevar por la paz que se sentía en ese espacio.

El latir de su corazón ya que, aunque siendo un Dios, tenía uno como cualquier otro humano.

- Serás un gran Dios, Sukuna.

Si, ojalá hubiera podía ser un dios como lo prometió.

- Aunque me quitaras un peso de encima, no estoy feliz... Porque tú no lo eres, mi pequeño.


¿Su pequeño? ¿De quién era esa voz?

-Si algún día nos volvemos a ver, me aseguraré de quitarte ese peso de encima... Pero por el momento me tengo que ir.

No, no quería... Tan solo pensar en eso...


- No te preocupes.

Su risa era una melodía para su oídos.

- No sabrás quien soy y ni siquiera me recordarás. Siempre me llamaste Asier... Más no mamá o madre.

–¡Asier! –Abrió sus ojos, notando como el lugar en el que estaba encerrado comenzaba a agrietarse, dejando entrar la luz del exterior.

–¿Si?

Asier, Asier... Su creadora, quien estaba delante de él.

–Asier... –Murmuró. ¿Cómo pudo olvidar a alguien tan importante en su vida.

– ¿Si? ¿Estás bien, Sukuna? Creación te encerró aquí y el muy estúpido se fue sin decir nada más, sus castigos fueron muy innecesarios y algo difíciles de entender.

–Asier...

–Si, ya repetiste mi nombre como ¿Tres veces? –suspiró– Ahora, ¿Tienes preguntas o seguirás en el suelo mirándome como si fuera una desconocida? –Aunque en parte si lo era.

–¿Cuánto tiempo llevaba encerrado ahí?

–Cuatro años.

– Pero...

– El tiempo pasa diferente para los dioses y lo sabes, al igual que en la imitación del Gokumonkyō el tiempo es diferente.

– Yuji... – Volvió a murmurar.

– ¿Sabes? – comenzó a hablado Asier– Es la segunda vez que te veo preocupado por alguien que no seas tú – Observó como Sukuna se quedaba pensando en lo que había dicho, confundido por las palabras de su madre. – La primera persona fui yo... Cuando me quitaste el título del dios de la Muerte, Sukuna.

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