A veces me detengo ante el caos que nos rodea y no puedo evitar preguntarme cómo serían las cosas si nada de esto hubiera pasado, pero no son cuestiones que pueda discutir abiertamente con las personas del Campamento. Todos los misterios que esconde aquel tiempo lejano quedaron sepultados por los escombros de una guerra interminable, guardados en los confines de las memorias de quienes son lo suficientemente desafortunados para recordar. Don suele decirme que toda esa profunda reminiscencia sobre el pasado es inútil y que esa necesidad por saber más de lo que me corresponde será mi fin, y sí, quizá sea cierto. Tal vez estoy condenada a perseguir una historia que no es enteramente mía para lamentar, pero que es la pieza fundamental de una humanidad que no puedo y que no quiero dejar escapar. Sé que le parece tonto —digo, soy muy joven para formar parte de las historias que cuentan los ancianos en la cena. Incluso los mismos ancianos son muy jóvenes para haber vivido en aquella época de bonanza; el famoso mundo lleno de vida al que pertenecieron sus padres, de gente. De esperanza.
No como el nuestro, que está sumido en la más absoluta miseria.
Aun así, no puedo evitar que mi subconsciente divague entre todo el sinsentido que suele formarse en mi cabeza todos los días. Tal vez quiero saberlo todo porque secretamente anhelo una existencia sin tantas complicaciones, sin enfrentamientos. Una vida tranquila... Una vida simple, pintoresca y pacífica. Mientras me pierdo entre ideas fantásticas y deseos secretos, mis dedos trazan cada detalle firmemente grabado en el arma que sostengo en brazos, y las yemas de mi mano derecha perciben pequeños rasguños y grietas que indican que no soy la primera persona en usarla. Puedo visualizar claramente el día en que se me ascendió de rango, cuando el número impar de ese soldado caído al que no conocí bien pasó a ser parte de mi identidad; cuando el arma que no pudo defenderlo se convirtió en una extensión de mi misma. Me gustaría afirmar que seré la última persona en portarla, más solo basta con dar un vistazo alrededor para desechar esa opción por completo.
Mis ojos escanean el frente con la atención de una presa que está a punto de ser cazada porque claro, eso es lo que va a pasar si no regreso a tiempo con los del escuadrón.
No sé si es peor morir a manos de los Eltros o enfrentar la ira de Kane — murmuro consternada. Visualizo ambos escenarios y sin pensarlo mucho dejo escapar un ruido, un bufido tonto por el que probablemente recibiré la regañada del siglo si es que salgo con vida. He delatado mi ubicación, lo sé porque oigo las pisadas fuertes y pesadas de las máquinas acercándose hacia donde estoy. Sé que si quiero sobrevivir debo moverme, así que decido lanzarme en la dirección contraria con toda la fuerza que tengo.
Los Eltros, un conjunto de engranajes que desafortunadamente tomó consciencia propia (o el experimento fallido de un montón de locos sin pasatiempos, como diría Don). Máquinas revolucionarias que estaban supuestas a mejorar el mundo, pero terminaron alzándose en la catástrofe conocida como El Despertar de Polaris.
Kane, el líder del escuadrón Sigma y quizá la persona más insoportable e irrespetuosa del lugar.
¿Cuál es peor?
La gracia me dura poco, pues una bomba explota relativamente cerca de mí y solo atino a encogerme en mi escondite. Hago una mueca ante el dolor punzante que envuelve mi cabeza y tapo mis oídos, como si eso fuera a calmar los zumbidos incontrolables que intentan nublarme el juicio. Mi yo interno me da una reprimenda porque no es momento de perderse en supuestos y ya lo sé, lo tengo claro. No soy la más inteligente a pesar de ser altamente reflexiva. Realmente no sé en qué estaba pensando cuando le dije a mi equipo que vendría sola mientras los demás se encargaban de acabar con los L3. La misión era clara: solo tenía que recuperar el botiquín de emergencia que dejó la delegación anterior y volver, no ponerme a filosofar sobre una vida diferente en pleno campo de batalla. Aun así, con el uniforme lleno de tierra y un tímpano aparentemente perforado y sangrante, pienso. ¿En algún momento las personas del pasado estuvieron en una posición similar a la nuestra? Supongo que sí o quizá decidieron sucumbir ante la devastación sin pelea alguna. Me pregunto si existía esta clase de sufrimiento en tiempos de tanta paz
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Corazón de Metal
Ciencia FicciónEn el fin de los tiempos y en medio de una eterna guerra entre máquinas y humanos, Corazón de Metal sigue la historia de Kaisa, una ciborg que necesita encontrar su lugar en el mundo antes de que sea demasiado tarde. La humanidad está siendo diezmad...