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No sabía quién había dejado la persiana subida, pero le estaba empezando a odiar un poco. La música del local de anoche aún retumbaba en mis oídos, y eso sumado al precioso dolor de cabeza, cortesía del alcohol de anoche, y a la luz que entraba por la enorme ventana que alguien muy cruel había dejado abierta de par en par, no hacía más que incrementar mi malestar. No pude evitar jurarme que no iba a volver a salir nunca, seguido de que no iba a beber más. Sonreí. Ambas promesas eran imposibles de cumplir con un novio como el mío. Al pensar en dicho novio mi sonrisa se expandió un poco más, y giré con los ojos aun cerrados esperando encontrar al culpable de mi horrible dolor de cabeza para hacérselo pagar. Muchas veces a ser posible, por favor y gracias. Sin embargo, mi cara se dio de bruces contra la almohada, y aunque esta oliera a él, no era esto lo que buscaba. Volví a dar la vuelta hasta volver a mi lado de la cama y abrí los ojos, quedando cegado unos segundos por la intensidad de la luz que entraba de fuera. No quería saber qué hora era, pero parecía mediodía. Demasiado pronto. Recorrí la habitación con la mirada, pero no había rastro de un pelo lila por ninguna parte así que...

- ¡MICHAEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEL!

Vale, abortar misión. Gritar con resacara no era la mejor idea que había tenido. Cerré los ojos y me apreté el puente de la nariz con las dos manos. ¿De qué me valía tener novio si no venía a cuidarme cuando estaba moribundo? Íbamos a tener una conversación seria él y yo.

Al escuchar pasos por el pasillo no pude evitar sonreír, y noté como me iba relajando a la par que el colchón se hundía a mi lado y unas manos agarraban las mías, hasta ahora descansando sobre la almohada. Al abrir los ojos me encontré con un maraña de pelo lila y la preciosa (en serio, preciosa) cara de mi novio, que me sonreía divertido, supongo que por mi cara de dolor.

- Buenos días principeso.

Empezó a bajar la cara para darme un beso de buenos días pero, aunque era tentador, tenía que recordar que él era la causa de mi dolor, así que cuando estaba a nada de juntar nuestros labios aparté mi mano derecha de la suya y le empujé con fuerza hacia atrás, haciendo que cayera sobre mis piernas (más a causa de la sorpresa que de mi fuerza, seamos sinceros).

- Principeso los cojones, Michael.

Escuché su risa mientras rodaba de encima de mis piernas y bajaba de la cama, movimiento que aproveché para volver a girarme hasta su lado de la cama y, enterrando la cabeza en la almohada, sonriendo para mí mismo. A ver qué hacía ahora.

Sentí como volvía a subir a la cama y, de un momento a otro, estaba sentado encima de mí. Se dejó caer poco a poco, presionando cada músculo de su cuerpo contra el mío, hasta que su cabeza descansó al lado de la mía. Podía sentir su respiración contra mi oído y sus caderas presionar con más fuerza contra mi espalda cuando me susurró:

- ¿Estás enfadado, Osky?

No pude evitar estremecerme. Este chico iba a ser mi perdición.

Giré la cabeza en su dirección, y me encontré con su cara apoyada en la almohada junto a la mía. Tenía las mismas ojeras que yo debía tener, además del pelo sucio y revuelto y barba de unos días. Su cuello estaba adornado con las marcas que tan ansiosamente me había empeñado en dejar anoche cuando la camarera del local había mostrado demasiado interés en él, y estaba seguro de que más abajo había más. Siempre me invadía la necesidad de recordar que era mío cada vez que algo como lo de la noche anterior pasaba.

- Todo lo enfadado que debo estar contigo por ser tan cruel de dejar la persiana abierta.

Vi como la sonrisa se ahogaba un poco en sus labios, y fruncía el ceño a la vez que levantaba la vista hacia la endemoniada ventana. Al darse cuenta, su rostro se transformó por completo.

I just wanna hold you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora