Bebé está triste

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Su alarma suena. El sonido es demasiado fuerte, así que la apaga para no despertar a Johnny. Gracias a Dios él no se ha dormido, de haber sido así, ni con 20 alarmas sonando al mismo tiempo hubiese abierto los ojos. Su turno ha terminado, son las 6 pm y ya debería estar saliendo de aquí o Ali los atraparía.

Con su celular en la mano, Daniel se recuesta unos segundos más al lado de Johnny. Restriega la punta de su nariz contra la mejilla rasposa de Johnny. Lleva al menos dos días sin quitarse la barba, sabe que al más joven le encanta. Siente al rubio removerse más cerca de su tacto, se ríe silenciosamente. Besa sus labios suavemente, Johnny no tarda en responderle. Al parecer ha despertado.

—No quiero que te vayas.

—Yo tampoco quiero irme, Papi. Pero tengo que.

El mayor lo atrae hacia él, uniendo sus labios en un largo beso, de despedida. De manera rápida, Daniel corre al baño para asearse y vestirse. Frente al espejo, arregla su cabello lo mejor que puede. Una vez listo, sale del baño, encontrándose con Johnny dormido. Sabe que la noche anterior estuvo trabajando en un nuevo proyecto para la empresa de Ali hasta tarde, así que está cansando.

—Cuídate, bebé.

Escucha la voz de Johnny cuando está a un paso fuera de la habitación. Sonríe de lado, corre y se tira de rodillas sobre la cama para besar repetidas veces la mejilla del mayor.

—Adiós, Papi. Te quiero.

—Yo más, princesa.

Ahora sí, sale de ahí con una brillante sonrisa. Va bajando las escaleras cuando la puerta principal se abre. Ali entra vestida elegantemente y unas bolsas de papel blancas cuelgan de sus flacos brazos.

—Hey, Daniel ¿Sigues aquí? Y... ¿Qué hacías arriba?

—Acomodaba la ropa limpia, nada más.

—Okay, no importa. Qué bueno que te veo, ven.

Termina de bajar a trotes pequeños. Sigue con una sonrisa plasmada en su rostro. Ha pasado una tarde increíble con su papi.

Cuando llega con la mujer, ella se sienta en un sillón rojo, tomando una bolsa. De ahí saca algo y comienza a buscar entre ellas.

—¡Aquí está! —exclama—. Es una invitación para la boda, esperamos que asistas.

Le dice con una sonrisa que parece más una mueca.

—Oh —su expresión alegre cae visiblemente—. Gracias. Claro que estaré ahí.

Siente el papel quemando en sus dedos. La guarda en el bolsillo trasero de sus pantalones y aún la siente caliente.

—Perfecto. Nos vemos hasta el lunes.

Sale de la casa, con la mirada caída.

Así que en verdad lo hará, piensa de camino a la parada de autobuses. Quiere llorar, tirarse al suelo y gritar.

Siempre había tenido la pequeña esperanza de que Johnny cancelará la boda. Que le dijera a su prometida que estaba enamorado de Daniel y que no podía hacerlo. Es muy iluso, ni siquiera sabe cómo puede imaginarse eso. Hasta en su mente suena demasiado absurdo e improbable.

Al llegar a casa lo recibe su madre, quien está mirando una película con su primo, Louie. Tienen palomitas y toda la cosa. Daniel los saluda a los dos con un beso en la mejilla. Su madre dice que puede prepararse algo mientras, porque la cena tardaría un poco, ya que la haría después de que el filme acabase.

—Estoy bien, ma —dice, sonriendo y caminando en dirección a su habitación—. Comí algo en casa de los Lawrence.

—Está bien, entonces. Pero si tienes hambre me dices.

Daniel asiente, entrando de lleno a su cuarto.

Toma una ducha caliente. Sale y se viste con un simple bóxer y una camisa de alguna fiesta que tuvo alguna vez. Recoge la ropa sucia que dejó en el suelo. De su pantalón cae la invitación que Ali le dio. Es de tamaño regular y está dentro de un sobre de papel transparente, sellado por una pegatina en forma de círculo blanco.

La abre con su cuidado. "J&A" está escrito en grande. Las letras son a relieve, pasa los dedos por ahí, sintiendo la textura porosa. A la vuelta está escrito donde será la misa y la recepción. Están los nombres de los padrinos, son los padres de la novia y unos viejos amigos de Johnny. Hay una oración cristiana que Daniel no puede terminar de leer porque la ha tirado lejos y sus lágrimas le borran la vista.

Sus sollozos son callados por la almohada que está mordiendo. No quiere que su madre o Louie lo escuchen y preocuparlos. Pero necesita hablar con alguien, desahogarse.

—¡Toc, toc!

Oye la voz de Louie desde fuera. Siempre se oye divertida. Seca su rostro lo más rápido que sus manos le permiten.

—Pasa —su voz suena más quebrada de lo que esperaba.

—¿Algo va mal con Papi?

Daniel se ríe entre lágrimas espesas. Su primo siempre se burla de la relación que tiene con Johnny. Pero nunca es con mala intención.

—Algo así.

Rueda sus ojos marrones.

El rubio entra y patea accidentalmente el papel que el pelinegro tiró.

—Uhm, ya veo.

La lee con una mueca cómica en el rostro. Louie es dos años menor que Daniel, pero no lo parece, si rostro luce como una persona de 20.

—No me gusta verte triste, Daniel. No vale la pena.

—No puedo evitarlo —ahora sí, deja escapar un sollozo lastimero—. Yo lo quiero.

—Ya sé, ya sé. Pero no te conviene. Él pronto se casará, tres semanas para ser exacto, ¿luego qué? ¿Seguirás con él? ¿y si deciden tener hijos? Has vuelto a estudiar, puedes dejar el trabajo ya y olvidarlo.

—No es así de fácil.

Alza sus manos, defendiéndose.

—Nunca dije que lo fuera.

El castaño toma asiento, cerca de Daniel y con sus piernas como mariposa.

—Mereces algo mejor, Daniel. Debes saberlo. Eres una persona increíble. Mereces que alguien te presuma, no que te esconda por miedo a que su prometida se entere.

—Lo he intentado, Louie. Pero no puedo, yo... lo necesito mucho.

El castaño suspira cansado. Su primo era un terco.

—Okay. Pero piénsalo. No creo que quieras pasar toda tu vida sin ser amado como debes.

Palmea la rodilla derecha de Daniel y sale de la habitación para volver con su tía Lucille. Había sacado un tiempo de los comerciales para ver como andaba su primo porque lo notó triste al entrar.

Daniel se queda pensando en lo que Louie le dice. Sabe que tiene razón. El merece a alguien que lo trate como se debe. Alguien que lo trate como la princesa que quiere ser. Pero Johnny hace eso... lo trata bien, le dice cosas bonitas y también le hace regalos. No es suficiente, porque no es él con el que se va a casar. No es él con el que duerme cada noche. Y no es él el que va a pasar toda su vida a su lado.

Y le duele. Le duele aceptar la realidad.

Se duerme triste, soñando que un día Johnny será completamente de él.

Todo por papi (LawRusso) [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora