Capítulo 1- ¿Ilusión?

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Náufrago

En lo más recóndito del vasto océano, me encuentro navegando sin rumbo en mi barco, un navío viejo que adquirí hace meses con los ahorros destinados a la universidad. El mar, tan hermoso y calmado, parece mecerse en una serena melancolía. Tal vez sea el efecto del alcohol que he estado consumiendo durante las últimas horas, o quizás sea el eco de mis propias desilusiones lo que me deja en este estado de aparente tranquilidad. Aunque estoy solo en medio de esta gran extensión de agua, acompañado únicamente por el resplandor del sol, el graznido de las gaviotas y el susurro de las olas que acarician el casco de mi pequeño barco, no puedo evitar sentirme abrumado por la soledad que me rodea, de todas formas, era lo que anhelaba.

A medida que el tiempo avanza y las horas se desvanecen, mis esperanzas se van con ellas, sumergiéndome más y más en las profundidades de un mar de desilusiones y dolor por un amor que ya no existe. Agradezco que nadie esté aquí para presenciar mi lamentable estado; mis ojeras son como abismos oscuros bajo mis ojos, testigos mudos de las noches sin sueño y los días sin descanso, mis ganas de creer en lo inesperado se disipan con cada suspiro. Lentamente mis ojos empiezan a cerrarse, sin embargo, un pensamiento se abre paso en mi mente antes de dejarme llevar completamente por la oscuridad.

¿por qué desistir cuando estoy aquí?

De repente, una figura aparece frente a mí, emergiendo de las brumas del mar, quedé anonadado cuando pude escuchar como una voz suave pero cargada de un inmenso peso emocional, me habló.

—Querido náufrago, te veo sumido en la desolación. Todo en ti rezuma melancolía y desesperanza. —¿O acaso aparentarás ser feliz cuándo tu navío ya no esté?

Su pregunta resuena en mi mente, desafiando mis convicciones y sacudiendo los cimientos de mi resignación. Me río, incapaz de creer que lo que veo sea real. ¿Cómo podría serlo? Estoy solo en medio del océano, mi mente debe de estar jugándome una mala pasada, después de todo los tragos lograron afectar mis sentidos, creo que será mejor no volver a beber mientras me encuentre en alta mar, pero otra vez la escuché hablar.

—¿Realmente no crees que soy yo? Aquel amor que tanto anhelabas y buscabas, ahora está frente a ti.

Su voz, dulce como el susurro del viento sobre las olas, me hace dudar por un instante. ¿Podría ser cierto? ¿O es simplemente un espejismo creado por mi mente perturbada por el alcohol y el dolor?

—Sinceramente, esto parece una broma de mal gusto. Eres solo una ilusión, un eco de mi propia desesperación. —Respondo, tratando de convencerme a mí mismo de que lo que veo no es más que una alucinación.

—¿Por qué no creer que lo inesperado puede traerte la paz que tanto anhelas? ¿O es que tu viaje ha sido tan desafortunado que has perdido toda esperanza?

Sus palabras me golpean con una fuerza inesperada, haciéndome reflexionar sobre el rumbo que ha tomado mi vida y las decisiones que me han llevado hasta aquí. ¿Debo rendirme ante la oscuridad que amenaza con consumirme, o debo aferrarme a la esperanza de un mañana mejor?

—Sólo testificaré de lo vivido, si ha de ser así sobre creer en lo inesperado, entonces emprenderé muy pronto un nuevo viaje— Respondo más para mí mismo.

Hace sólo un minuto estaba riendo y ahora de mis ojos descendían lágrimas, después de todo ya estaba cansado y harto de que mi vida fuera un completo desastre, quería liberarme y parece que me encierro más en el pasado y no me permito a mí mismo avanzar.

—¿Seguirás lamentándote? Deberías empezar a salir de ese hoyo en el que has caído.

¿Quién eres tú? ¿Cómo llegaste hasta aquí?

—Llegué aquí porque te busqué y mi nombre es Ginnet

—Yo soy...

—No tepresentes, para mí, eres Náufrago.

NáufragoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora