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Charlie por fin llegó a la fiesta de Harry Greene y buscó de arriba a abajo a sus amigos sin encontrarlos, así que se sentó en un sillón cerca de la pista y se dispuso a observarla. Tal vez allí aparecerían ellos o los vería pasar.
Estaba a punto de enviarles un mensaje...
—¿Uh? Disculpa —Pero un joven pelirrojo llama su atención—. ¿De casualidad no viste a una chica sentada aquí antes?
«Dios... Qué guapo».
—E-Eh... No. No ví a nadie aquí.
—Que raro... Tal vez fue al baño —Se queda parado unos cuantos segundos—. Bueno, si no aparece iré a buscarla —Le sonríe—. ¿Puedo sentarme contigo en lo que espero?
—C-Claro. Adelante.
—Gracias —Toma asiento—. ¿Quieres palomitas?
—Ah... N-No gracias.
—¿Seguro? —Él asiente—. De acuerdo. ¿Y qué haces aquí solo? ¿Esperas a alguien?
—Sí, a unos amigos.
—¿No han llegado?
—Busqué por todas partes pero no los ví... Estoy descansando un rato antes de continuar.
—Entiendo.
Lleva su vista al frente, y el menor aprovecha su distracción para observarlo a detalle. Sus iris son de un bello color azul, con pecas por todo el rostro y algunas en el cuello combinadas con un par de lunares en su refinada y contorneada nariz. Su cabello es extremadamente rojo y su flequillo le llega a las cejas, que no son ni tan delgadas ni tan pobladas. Su cara luce como la de un niño, pero a su vez se ve que es una persona madura y responsable.
Sin duda alguna no es de por aquí. Alguien así de guapo no hubiera pasado desapercibido ante él. Aunque... su rostro le recuerda a alguien.
