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Jake

Bajé agitando la cabeza, no sabía si reírme o llorar. No, sin duda quería reírme. Me había tocado la lotería. En mi casa, de niños, jamás celebrábamos la navidad, pero aquel año, di gracias a Santa por mi regalo. Me encontré a Jayden en las escaleras y le golpeé con la mano en el abdomen con fuerza. Se quejó, pero tampoco mucho, no le había hecho daño.

―¿Y la gente? ―pregunté, pero no le esperé.

Sabía que estaba deseando los detalles editoriales, pero yo necesitaba a Jade y todas las respuestas posibles. Fui directo a la sala de descanso y crucé la puerta sin llamar. Will estaba sentado en uno de los sillones y Aysha estaba sobre él, ambos vestidos aún, por suerte, aunque estaba claro a lo que se estaban dedicando antes de mi irrupción. Mi cuñadita hizo intento de levantarse, pero mi hermano la mantuvo allí, sin ninguna vergüenza y sin hacer caso de las mejillas rojas de ella. Qué tierna era a veces...

―¿Y Jade? ―pregunté, mordiéndome el labio.

Estaba de los nervios, excitado, inquieto... No podía ni definirlo, pero necesitaba encontrar a mi hermana.

―¿Qué ha pasado? ―se preocupó Jayden.

Sujeté su muñeca sin ninguna delicadeza y le arrastré a los sillones, para sentarnos frente a Will y Aysha. No iba a dejar a esos dos intimar hasta que tuviera las respuestas que necesitaba, vamos, como que me llamaba Jake Millerfort que esa noche lo sabría todo de sweet. Ya, ya, Candy.

―Jade, Alay y nuestros hijos han ido a cenar al pueblo ―concretó Aysha, mirándome con cierta preocupación.

―Pero han dejado sus maletas ahí ―se burló Will, señalándolas―. Han dicho que luego te dan la propina... Como parecías tan dispuesto...

―¿Por qué tenían que irse ahora? ―me quejé con un resoplido―. Voy a buscarlos.

―Espera a que vuelvan ―me regañó Jayden, con tono mandón―. ¿Qué le has hecho a esa pobre chica?

―¿Chica? Es una diosa, o un demonio, aún no lo he decidido ―aseguré, antes de estallar en carcajadas ante el recuerdo―. Me ha pedido que le haga la colada ―conté, cuando acabé de reírme bien a gusto.

Mi hermano mayor y Aysha cruzaron una mirada y yo busqué a Jayden, que puso los ojos en blanco con desaprobación. Hacía mí, por cierto, porque sabía que le había gustado el caramelito tanto como a mí.

―¿La colada? ―preguntó Aysha finalmente.

―Sí, dice que vienen de otro viaje, no sé, quizá quería solo provocarme... Diría que es eso. Me ha dado una propina ―saqué el billete de mi bolsillo trasero, levantando el culo lo justo del asiento― y se la ha sacado de las tetas. Sin duda, pretende provocarme...

―Creo que no pretendía lo que tú has creído ver, Jake ―me dijo Aysha con mucha calma.

―¿De qué hablas? ―pregunté confuso.

―Bueno, Jade dice que... ―Aysha miró a su marido, buscando la salvación que no tardó en llegar, de forma muy medida.

―No juega en vuestra liga.

―¿Qué? ―Fue el turno de Jayden de mirarlos sin entender.

―O, mejor dicho, que juega en vuestra liga, exactamente en la misma ―insistió Will.

―¿Puedes hablar mi idioma? ―sugerí.

―Que le van las tetas tanto como a ti ―resumió él.

Jayden y yo cruzamos una mirada con la que nos entendimos sin dificultad. Podían gustarle las tías, pero esa forma de mirarnos, como si hubiera querido devorarnos, no era precisamente lésbica. Como mucho, sería bisexual, eso se lo concedía. Y lo respetaba mucho. Yo no forzaba a nadie a cruzar la calle. Y prefería a la gente que era tan honesta como para caminar por el centro sin miedo.

Cuando caiga la dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora