CAPÍTULO 1

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3 meses antes 

Julie

Existen cinco fases o etapas por las que una persona pasa cuando fallece alguien que es importante para ella: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Cada una lleva sus tiempos. En este momento, no sabría describir en cual de ellas estoy: en mi interior, un amalgama de emociones y sentimientos estaban tan revueltos, enmarañados y anudados entre sí que era prácticamente imposible distinguirlos. Permanecían ahí, acumulándose, esperando que les diera una salida, una puerta por la que salir, pero era incapaz. Estaba en un bloqueo del que no sabía salir. El arte en general y la danza en particular siempre habían sido mi vía de escape: cuando suenan las primeras notas de una melodía, mi parte emocional se vuelve completamente visible a través de mis movimientos, cristalina como el agua, simplemente, me dejo ser. 

En ese momento, mientras miro por la ventana, comienzan a llegar a mi mente recuerdos y empieza a invadirme el dolor. Las lagrimas brotan de mis ojos sin que pueda hacer nada por evitarlo. De pronto, noto una mano que me acaricia suavemente el hombro, sacándome de mi tragedia y mis pensamientos: 

- Disculpe señorita, ¿se encuentra bien? - pregunta dulcemente una de las azafatas del avión. 

- Si - digo secándome rápido las lágrimas mientras realizo un vano intento por sonreír. 

- Vamos a aterrizar en breves momentos, debe ajustarse el cinturón de seguridad - Me sonríe comprensivamente y se marcha para continuar con su cometido. 

Ajusto el cinturón tal y como se muestra en las instrucciones proyectadas en las pantallas del avión y miro por la ventanilla mientras exhalo lentamente el aire que contienen mis pulmones, intentando asimilar la nueva situación, la nueva vida que había decidido empezar. Pensé que volver a casa podría ser una forma de empezar de cero, de superar la muerte de George, pero la incertidumbre me acechaba, ¿Habría acertado en mi decisión? Sólo el tiempo lo diría. 

Cuando George murió, decidí poner fin a mi etapa en la Royal Ballet de Londres. No podía quedarme allí y sustituirlo por un nuevo compañero. Hacer como si la vida siguiese igual, porque no era así. No para mí. Mis padres me propusieron quedarme una temporada con ellos en L'Empordá. Pasé unos días allí pero, en ese momento de mi vida algo me decía que necesitaba volver a lo mas profundo de mi, a mis raíces, al sitio que me vio crecer para intentar reconstruir lo que quedaba de una Julie deshecha. 

Tras aterrizar, cogí mis maletas y no tardé en encontrar a Marcia entre la gente. Me estaba esperando con una sonrisa y los ojos nublados. Iba acompañada de un hombre alto de pelo negro. Imaginé de quién se trataba y sonreí levemente para mi interior. Cuando llegué, Marcia y yo nos fundimos en un abrazo que, no sólo expresaba lo mucho que nos queríamos, si no también el dolor que sentíamos ambas: la última vez que nos vimos fue dos meses atrás, en el funeral de George. Por ello, ese abrazo significaba mucho más que un reencuentro, mucho mas que un "qué bien que estés aquí". Ambas sabíamos exactamente lo que la otra sentía y eso hizo que esos minutos que permanecimos unidas fueran lo más reconfortante que había experimentado en las últimas semanas. 

- Lo echo de menos Marcia - musité.

- Lo sé Jul, lo sé. Tranquila, todo estará bien - dijo ella en un susurro. 

Los segundos transcurrían y caí en la cuenta de que no estábamos solas: el chico que acompañaba a mi amiga observaba la situación desde un profundo respeto, brindándonos a ambas un espacio y tiempo que sin duda necesitábamos. Me sequé las lágrimas y con una leve sonrisa me presenté: 

- ¿Tú debes de ser Pietro, verdad? Encantada. Marcia me ha hablado mucho de ti - dije, mientras le daba un pequeño abrazo de agradecimiento por el gesto que había tenido con nosotras. 

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2023 ⏰

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