Entrar al bar Alcalá fue un extraño viaje al pasado para Franco. La ambientación y la disposición estaban completamente distintas, modernas y algo más intimistas, pero la atmósfera era la misma de siempre. Sin embargo, él se sentía otro.
Pensar que había pasado dias y noches en sitios como este, acompañando a Rosario, le parecía otra vida. Escuchó la voz de Andrés llamarlo y cuando se giró a verlo, notó que estaba acompañado.
Rosario Montes habia sido una mujer imponente cuando la conoció y los años habían sido generosos con ella. Seguía teniendo un porte y una presencia imposibles de ignorar. Franco la observó impresionado y sintió la nostalgia invadirlo. Esa mujer había sido su amor de juventud y Franco había hecho las paces tiempo atrás con todo lo negativo que había tenido esa historia. Se acercó a donde estaban mirándolo expectantes y sonrió.-¿Papá? - le repitió Andrés.
- Hola hijo ¿como estas?
- ¿Y tu que haces por aqui? - Andrés estaba gratamente sorprendido por la visita.
- Pues queria ver donde trabajabas - se encogió de hombros y lo abrazó.
- ¡Pues bienvenido! Eso sí - aclaró - me hubiese encantado que lo vieras como es, con los clientes, con la iluminacion, conmigo en el escenario. - notó que Franco estaba algo incómodo con la mirada clavada en Rosario - Pero en todo caso, bienvenido y bueno, supongo que no hace falta presentarlos - rió entre dientes e hizo un ademán.
- Si, no hace falta - Franco se llevó la mano al ala del sombrero.
- Tanto tiempo Franco - Rosario tenía la lengua desconectada del cerebro y no podía quitarle la vista de encima al hombre que tenía enfrente.
- ¿Como estas? - preguntó, incómodo.
- Muy bien, muy bien - consiguió responder ella. Franco decidió actuar como un adulto, achicó la distancia entre ellos y la abrazó.
- Hola - murmuró y Rosario hubiera querido no soltarlo nunca, pero Franco se apartó y le regaló una de sus sonrisas de niño tímido que tan bien conocía.
Andrés carraspeó y él se dirigió a la otra mujer que participaba en la reunión.- Panchita, cómo estas? - la besó en la mejilla- que bueno ver que siguen juntas en esto, me alegra. - Lo dijo con una sinceridad que hacía tiempo que Rosario no escuchaba, pero Franco siempre había sido así, transparente y sin dobles intenciones.
- Me gustaria que me vieras en accion - interrumpió Andrés.
- Y a mi tambien, me encantaria - Franco y Andrés miraron a Rosario, quien asintió, todavía en trance.
- Rosario, si no te molesta, mi papá y yo vamos a ir a almorzar. - Andrés tomó el silencio como una invitación y se retiró del bar junto a su padre.
Cuando lo vió parado en su bar, pensó que iba a desmayarse. El único hombre que la había querido sencillamente por quien era y a quién había perdido por ser justamente como era.
Rosario vivió toda la interacción como si se tratara de un sueño, como si le estuviera pasando a alguien más y ella lo mirara de afuera. Lo oyó saludarla y hablar, pero no logró procesar del todo las palabras. Solo cuando lo abrazó y sintió una melancolía atroz partirla al medio entendió lo que estaba pasando, pero aún asi, no logró reaccionar.
Miró a Franco hablar animadamente con Andrés y una voz cruel en su mente le recordó que ese era el hijo que había tenido con Sara. Sintió la tristeza oprimirle el corazón al pensar en esa vida que podría haber sido suya si hubiera tomado otras decisiones y tuvo que apoyar una mano sobre el respaldo de la silla para no flaquear.Franco se despidió con amabilidad y Rosario lo miró irse, todavía afectada por el encuentro.
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Si la piel se hace noche
Ficción GeneralPasión de Gavilanes 2 - Franco y Sarita Desde su regreso, Franco ha tenido problemas para conciliar el trauma de su experiencia con el regreso a la vida cotidiana. (título de Canción víbora de Luis Garcia Montero)