Debería dejar de observarla, se repetía a sí mismo. Repasar sus piernas, su cintura y en especial sus inocentes ojos esmeraldas se había vuelto adicción para él. Su propia droga, creada especialmente para el peliplata, de un aroma a cerezos irresistible que lo embriagaba hasta perder la cordura.
No podía contener sus pensamientos lascivos desde la primera vez que la conoció y quería regresar el tiempo para rechazar la oferta de trabajar en la demanda más grande en su carrera como abogado. Su compañera y distinguida abogada Tsunade Senju reunió los abogados más prestigiosos de Konoha para poder sacar ileso a uno de los empresarios más corruptos del Estado: Orochimaru. Lo estaban acusando por lavado de dinero y fraude corporativo. Iba a ser una exhaustiva tarea conseguir que sea declarado inocente. ¿Era correcto lo que estaban por hacer? No, en definitiva no lo era pero, por algo estaban en la cúspide de la abogacía. Sus clientes los habían colocado donde estaban y no eran unos malagradecidos. Kakashi Hatake accedió trabajar en el caso. ¿Qué más daba? El empresario lo había sacado de apuros incontables veces. Era una táctica infalible: Orochimaru sabía que algún les cobraría los favores a todos los abogados que comían de su mano y por fin había llegado el momento.
-Será un caso largo, así que trabajaremos en mi casa-anunció la rubia Senju.-Consideren trabajar hasta altas horas de la madrugada, no queremos que el caso se nos venga encima y caer desprevenidos.
Parecía ser una propuesta cómoda, sin necesidad trabajar horas extras en la oficina. Pero no lo era. Para Kakashi, fue una condena. Desde el primer día que pisó la casa de los Senju, su sentido común se fue a la deriva.
Era estúpido, se maldecía a sí mismo. Recordaba perfectamente la primera vez que la conoció, ¿cómo por qué atesoraba esa información?
Eran pasadas las doce de la noche y suspiró antes de tocar el timbre. Qué fastidio, solo quería recostarse, había tenido un mal día. El cansancio le estaba pesando los ojos y se arrepintió haber tomado el caso sin haber pensando en su propio bienestar.
Tocó el timbre dos veces y lo que apareció por la puerta fue como un ángel celestial recibiéndolo en el mismísimo cielo: una joven pelirrosa, con el cabello alborotado, vistiendo una camisa grande, lo recibió. Se estaba tallando los ojos, pestañeando con ternura.
-¿Es la casa de Tsunade Senju?
-¿Huh?... Oh, sí, sí. Pasa.
Su voz... Dulce, e inocente. La chica se dio la vuelta y pudo observar lo pequeña que era, pero su vista no parecía estar satisfecha. Recorrió su cuerpo, y tosió. ¿No estaba casi por morir de sueño hace unos minutos? ¿Por qué de repente se sintió más vivo que nunca?
-No ha llegado nadie ni mi madre. Puede esperar en la sala, ¿se le ofrece algo?
Claro, la chica era educaba. Le habla de "usted" pero eso lo sintió como espadas atravesando su espalda.
-¿Te desperté?
-No, no... Acabo de terminar una tarea.
Ella sonrió dulcemente y eso fue su maldito castigo. Esa sonrisa lo hizo caer sobre la tierra, como si lo acabara de sufrir un choque eléctrico por todo su cuerpo. ¿Había estado dormido por años y esa sonrisa lo hizo reaccionar? ¿La sonrisa de una chiquilla?
Demonios, Hakate, deja de verla.
-¿Qué cursas?
-Primer semestre de literatura.
-Ya veo. Entonces, eres mayor de edad...
-Sí, recién cumplí los dieciocho.
¡Fue como si el universo jugara de su lado! La chiquilla era mayor de edad... No evitó sonreír maliciosamente.
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¡Yes Daddy!
Short StoryKakashi Hatake tiene que trabajar en un caso importante como abogado. Su colega Tsunade les ordena que van a trabajar horas extras en su casa, nada mal, ¿cierto? Pero el peliplata pierde la cordura cuando se encuentra con la hija de su rubia compañe...