Prólogo

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Varys se queda allí, observando al dragón, preparándose para ser quemado vivo. «¡Viva!», piensa con ganas de reír. La ironía de su muerte lo divierte un poco, mira a Tyrion parado allí con una culpable en su rostro. Él fue la razón por la que evadió su ejecución, pero Tyrion es la razón por la suya sin salvar. «Los dioses aman sus giros en la vida y la muerte.» E incluso entonces, no lo odia. Nunca odiaría a un gran jugador y menos a un amigo, incluso si lo traicionó. Varys perdió el juego está vez, su suerte se terminó. No hay razón para llorar por ello.

La vida siempre está al filo de muerte, es como un baile que debe terminar si te cansas o das un paso en falso.

Solo puede morir de pie, sin remordimientos ni miedo. «Y con orgullo.» Vivió una buena buena, eso cree. Claro, robó, traicionó, asesinó y cortó las lenguas a cientos de niños pero o fue por el Bien Mayor o para sobrevivir. No hay nada de que arrepentirse sabiendo que solo hizo lo que pensó que era correcto. Y espera que su querido amigo Tyron no termine arrepintiéndose de su decisión. «Porque no habría un final feliz para él y los Siete Reinos.» Con seguridad la reina será asesinada, pues Varys es Varys aunque sea algo sin retocar tiene un plan para el asesinato de una reina desquiciada.

Las jugadas continúan aun con la muerte del jugador, así es juego. No es de extrañar que sea tan divertido como peligroso.

—Yo, Daenerys de la Casa Targaryen, Primera en mi nombre, Reina de los Siete Reinos, te sentencio a morir —dice la reina loca encima de su dragón. Sabía Varys que finalmente había llegado su momento.

«Pobre dragón, no debe ser agradable servir a una loca.»

La reina lo mira por unos instantes antes de ordenar su ejecución, no ve nada de lucidez. Pobre, este mundo. Varys no dice nada, solo se queda allí y una última mirada de desafío cruza su rostro. No hay nada de lo que se arrepienta, nada por lo que llorar.

«Espera, ahora que recuerdo no termine de comer ese nuevo postre essosi llamado "helado". Bueno, espero que en los Siete Infiernos tenga una.»

Y el fuego llega y lo envuelve como una madre a un bebé, claro si olvidas que una madre no vuelve a su bebé en cenizas que ni el Señor de la Luz aceptaría como ofrenda.

«Cuando juegas a Juego de Tronos, ganas o mueres», pensó Varys por última vez. Mientras el fuego del dragón envolvía su frágil cuerpo. Y así, el maestro de espías de Westeros, el maestro de los Susurros de muchos reyes y reinas. Muere en las llamas de la reina loca.

Muere con una sonrisa que decía «jodete».

***

La muerte no es un dragón aunque haya muchas semejanzas en la intimidad, dirán muchos guerreros que recuerden el momento de la muerte de Varys la Araña, un hombre que nadie comprendió.

Su leyenda, no obstante, será eterna por ayudar a un futuro mejor. Futuro que creó Varys por sangre, traiciones y otras infamias de por medio: lo valió, por algo en donde murió hay una estatua de él frente a un dragón.

Varys fue el arquitecto de la Segunda Edad Dorada de todo un mundo, su recuerdo no será olvidado ni por los dioses.

Claro, todo eso ya no le importa.

***

Varys ha servido a locos, borrachos, crueles, ingenuos, gatos inteligentes, un payaso y más. Era solo cuestión de tiempo que su suerte se acabara y uno de ellos terminara matándolo. Pudo ser peor. No es broma. Hubo una vez que Varys se aventuró a las tribus salvajes y casi lo comen vivo. Lindos recuerdos.

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